El 5 de febrero de 1960 se inauguró el Sincrotrón de Protones, uno de los elementos clave dentro del CERN, el centro de aceleración de partículas más importante del mundo. Sus innovaciones están en los teléfonos móviles, en los museos, en los hospitales, en los aviones... ¡hasta en los campos de cultivo! Analizamos algunos de los adelantos que se han gestado en su interior.
El Proyecto CMS -Compact Muon Solenoid- consiste en uno de los detectores del Gran Colisionador de Hadrones. Tiene asociado un amplio programa de física que abarca desde el estudio del Modelo Estándar (-incluido el bosón de Higgs- hasta la búsqueda de las dimensiones y partículas adicionales que podrían constituir la materia oscura. Aunque tiene los mismos objetivos científicos que el experimento ATLAS, utiliza diferentes soluciones técnicas y un diseño de sistema de imanes diferente. El detector CMS está construido alrededor de un gran imán de solenoide, que genera un campo de 4 teslas, unas 100.000 veces el campo magnético de la Tierra.
60 años después de su puesta en marcha, el acelerador de partículas del CERN (Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire o Consejo Europeo para la Investigación Nuclear en castellano) ha dejado un enorme poso en forma de grandes adelantos que se usan en el día a día.
Pero antes de nada, ¿qué es un acelerador de partículas? A la escala de los que se utilizan en el CERN, un acelerador de partículas es, por así decirlo, una “máquina del tiempo”. El modelo del Big Bang postula que el universo se originó en un más que minúsculo espacio, denso y caliente, que comenzó a expandirse y se fue diluyendo a medida que el universo crecía. En los 27 kilómetros de largo del acelerador LHC (Large Halidron Collider) se lanzan partículas a altísimas velocidades. “Los imanes del interior – explica Luca Fiorini, físico del CERN – aceleran las partículas cada vez a mayor velocidad, repeliendo y atrayéndolas alternativamente, como unas lianas de Tarzán pero a escala microscópica, hasta conseguir que alcancen un 99,9998% de la velocidad de la luz. Cuando los aceleradores hacen chocar las partículas a altas energías están recreando aquel momento del Big Bang y, a mayor velocidad, más atrás en el tiempo podemos viajar. Actualmente estamos a una fracción tan ínfima antes del Big Bang que prácticamente no hay nada en la naturaleza que ocurra a esa velocidad: nos falta una billonésima parte de segundo para alcanzar el origen”.
El modelo del Big Bang postula que el universo se originó en un más que minúsculo espacio, denso y caliente, que comenzó a expandirse y se fue diluyendo a medida que el universo crecía
Eso es lo que hace un acelerador de partículas a gran escala. Sin embargo el CERN no solo se usa para este fin y tras seis décadas de experimentos los científicos han conseguido por ejemplo temperaturas extremadamente bajas (de apenas 3ºC por encima del cero absoluto, la más baja jamás registrada en la Tierra) y la más alta “igual a 100.00 veces la temperatura del centro del Sol – añade Fiorini – , la mayor temperatura creada por el ser humano”. Los logros se extienden a todas las ramas del conocimiento, desde la informática, hasta la medicina.
De hecho, uno de los departamentos más activos y menos conocidos del CERN es el de Transferencia Tecnológica. Allí luchan porque todos los hallazgos realizados casi a diario, tengan una aplicación práctica. De acuerdo con Aurélie Pezous, Oficial de Transferencia de Conocimientos del CERN, “siempre es satisfactorio ver que nuestro trabajo aprovecha los beneficios para las personas alrededor del mundo. Las aplicaciones en la vida real estimulan nuestros esfuerzos para llegar aún más lejos”. Y cuando Pezous habla de la vida real, se refiere exactamente a eso: la mayoría de los proyectos concebidos o desarrollados en el CERN se publican bajo la licencia de hardware y software abierto de este centro de investigación. Lo que significa que cualquier investigador tiene acceso a él, facilitando el conocimiento y… acelerando la innovación.