Carola Chavez.
¡Venezuela se queda sin Cheez Whiz! Sí, señoras y señores, el familiar potecito de grasas trans anarajadas con sabor a queso que no sabe a queso porque no contiene queso, dejará de ser producido en el país porque el gobierno malvado no quiere darle a Kraft dólares subsidiados para producir su menjunje.
Y no se trata solo del Cheez Whiz, sino también de otros productos que Kraft llama alimenticios y que más que alimentos son un atentado a la salud. Su sobredósis de amarillo 5 está colgando de un hilo, señora porque el Clight y el Tang, síntesis químicas de jugos de frutas, tampoco se están produciendo, ni las Facilistas, carisimas laminitas de plástico, primas hermanas del cheez whiz, que dicen ser de queso… Ya ni el flan que no es flan queda para consolarlos. Y el queso crema Philadelphia, ¡Dios mío, el queso crema!
Resulta que Kraft Foods, transnacional estandarte del neoliberalismo, ese que considera que el Estado y los mercados no se mezclan; una empresa cuyos productos están a merced de la mano invisible, exige que ese Estado que no debe meterse, se meta y les dé dólares baratos para que ellos sigan vendiendo caro so pena de dejar colgando a los trabajadores.
Será que no soy economista y por eso mis cuentas no me cuadran. Veamos: si el Cheez Whiz cuesta $2,50 en los anaqueles mayameros; si en cuaquier abasto venezolano cuesta Bs. 135; si sabemos que Kraft solo produce con dólares del Estado o de lo contrario se paraliza; entonces sacamos la cuenta, dividiendo el precio en bolívares entre las tasas CENCOEX o SICAD y nos caemos de culo, porque nos venden el potecito de Cheese Whiz entre 11 y 21 dólares según la tasa que usemos. Para que las cuentas cuadren y ese pote de grasa de Bs.135 cueste $2,5 habría calcular el dólar a Bs. 55 que, en verdad, no suena tan descabellado. El diferencial respecto a las tasas oficiales termina en el bolsillo de una transnacional que, curiosamente, se paraliza “por falta de divisas”, justo en medio de un conflicto contractual con sus trabajadores a quienes pretende usar como escudo.
Al final, subsidiamos, no al pueblo, que por cierto no debería comer esas porquerías, sino a empresas enormes como Kraft… o como aquella cervecera que todos conocemos y que anda con el mismo chantaje porque no tiene dólares para comprar chapitas.