“El miedo es un temblor fuerte del ánimo ante un mal inminente, real o fingido” –dice la Ética-. Y el Diccionario lo describe como “una perturbación angustiosa ante un peligro presente o futuro”. Cuando ese temblor es grande, se le llama “miedo cerval”. Y, si es excesivo y alcanza a muchas personas, “pánico”. Después de la revolución francesa de 1789, prendió el pánico en el pueblo francés, ante la reacción violenta de los nobles contra el pueblo. En España, después de la guerra civil, muchas personas sintieron pánico y huyeron a los montes al sentirse perseguidos para ser ajusticiados.
Un sicólogo me decía que hay gente que utiliza el miedo para convencer, aunque les cuesta trabajo confesar que son ellos los que lo padecen, porque el miedo engendra miedo. Hoy se le llama “stress” a ese estado de tensión excesiva y violenta que resulta nocivo para el organismo. Los sumarios de los telediarios, las cuñas radiofónicas y las primeras páginas de los periódicos tienen el efecto de una corriente medrosa. Mucha gente cambia de cadena. Los que más lo sufren son los débiles, pero alcanza a todos.
El año 2011 ha sido pródigo en acontecimientos naturales que han producido mucho miedo, como el tsunami japonés, los terremotos en países sudamericanos, los viejos volcanes en erupción, el desbordamiento de grandes ríos, el desprendimientos de tierras en zonas habitadas, los maremotos en los litorales…En España tenemos la experiencia del volcán en la isla del Hierro, el terremoto de Lorca y los diluvios del norte. Estos acontecimientos son inevitables y suelen producir solidaridad humana.
Otros miedos son más injustos: las muertes de mujeres a manos de sus parejas, las revoluciones violentas por el poder, el levantamiento de jóvenes por falta de esperanza, las personas en pateras y neumáticos huyendo del hambre y de la persecución política; incluso el miedo se disfraza del barrunto de un conflicto nuclear, con el fin de evitar que otros países aspiren a conseguir armas atómicas y evitando el desarme total. Las bandas organizadas por la delincuencia y el robo también se valen del miedo, los narcotraficantes armados ocultan su propio terror, la desaparición de niños y adolescentes se escudan en el hermetismo miedoso,. el desempleo y el paro de jóvenes de todo el mundo sufren el miedo a la desglobalización y el elenco interminable de accidentes de circulación vienen cargados de acohol, de drogas y de violencia.
Juan Leiva