Bruno Sgarzini
Algo bien aprendido que tenemos es seguir a rajatabla, como si fuéramos religiosos, los mandatos divinos de los grandes líderes y obviamente cuando no nos sentimos identificados, interpretados en nuestras posiciones cómodas, éstos dejan de ser grandes líderes y cada uno saca el mejor yo gestor y héroe que lleva adentro, ya sea para hacer una gran revolución, teorizar sobre el socialismo o simplemente cambiar un bombillo.
ENERO 2 DE 2016, 8:24 AM
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Los últimos vaivenes políticos en Argentina, Brasil y, recientemente, en Venezuela demuestran, otra vez, que no sólo la miseria del tecnócrata, el “militante”, están en la misma sintonía con el gran proceso de sobreindividualización del capitalismo actual sino que, con gran utilidad, nosotros los latinoamericanos estamos usando este yoísmo para destruir, fragmentar e implotar los liderazgos que nos quedan, cuando los poderes globales están desplegando una compleja y sofisticada operación de propaganda y judicialización contra éstos para proscribirlos de facto y criminalizarlos para la posteridad.
Un único culpable: el gobierno
El concurso de belleza de quién tiene la opinión más irreverente y “contestaria” contra el gobierno pone en foco a un único actor como responsable y esto por lo obvio no deja de ser preocupante, porque la guerra en los tres países ha estado destinada a presionar externamente para que los problemas locales sean culpa exclusivamente de los gobiernos, y por ende cualquier defecto sea parte de los “errores” de nuestros liderazgos, sean Dilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner o, más vehemente, Nicolás Maduro.
Que en este momento se
posicionen hechos de corrupción relacionados al escándalo de
Petrobras y los tres gobiernos demuestran la efectividad que ha tenido la criminalización en este sentido para hacer creer que los enemigos visibles de nuestros verdugos son unos “enchufados” y una nueva elite que sustituye a las anteriores, identificando los puntos fuertes (y reales, en ocasiones) que abonan este relato y no sólo aíslan a la dirigencia, como se cree, sino a la fuerza social como un todo porque su función es homogenizar y presentar, por ejemplo, a los chavistas como “parias”, “locos” e “inmorales” cuando, nuevamente, el centro de la atención está solo en lo que interesadamente debemos ver y nosotros, los chavistas, nos negamos a ver.
Es por esto que la relevancia que toma la declaración de Maduro post-electoral, cuando habla de que el tiempo histórico le exige al chavismo “una mayor calidad en su liderazgo” y esto, digamos, se traslada a todos nosotros, porque si hay algo que han demostrado estos tres años de recrudecimiento de la guerra, por más que Vladimir Acosta la minimicediciendo que hace 15 años que existe, es la falta de honestidad, consecuencia entre el decir y el hacer, y de ubicación histórica en una parte del chavismo autoconsiderado
la vanguardia de la revolución.
Que se olviden de los Consejos Presidenciales a todo rango para hablar directamente con el chavista de pie, que se hayan desoído las advertencias del directorio sobre la despolitización y se minimice la acción en Comunas, y que se piense que Maduro puede obviar el poder real de grandes actores locales y globales y dominarlos con un pie en la cabeza, no es de por sí solo un error de comunicación del chavismo aguas abajo sino también un problema grave para quienes dicen tener la brújula en la mano de la revolución y tampoco han construido una correlación de fuerzas a su favor más que la aristocracia discursiva.
Hacerse responsable
Más allá de esta tormenta de egos, lo cierto y concreto es que la adoración, como ya se dijo desde
Misión Verdad, de las soluciones mágicas pone en el otro la responsabilidad de ubicación y acción del colectivo, porque parte de la base del boicot al petróleo, el bloqueo financiero y la radicalización de la crisis del capitalismo terminara con una sola ley habilitante de Maduro, cuando la realidad nos demuestra que el grueso de la presión contra el chavismo estará puesto en estos dos años que vienen, por más controles de precios, detenciones de empresarios y pataleos que haya.
¿Por qué decimos esto? Debido a que el Estado venezolano afronta vencimientos de deuda externa por más de 20 mil millones de dólares hasta 2018, el plan de la ultra está dirigido a evitar por todas las vías a que exista una alternativa financiera a esto y que todos los puntos fuertes de la guerra económica se agudicen, dentro de un contexto de inflamación del precio de las materias primas a nivel mundial y un proceso sistemático de la banca occidental por atraer los capitales periféricos a los centros de poder, lo que conllevará una quiebra programada de Estados enteros para que firmen acuerdos de libre comercio.
Otra vez este vuelo raso por el futuro también nos demuestra que los “problemas de gestión” continuarán con distintos códigos en los próximos tres años, ya que por primera vez la estrategia del enemigo no tendrá a su favor un único actor político, el chavismo, que asuma los costos de cada problema irresuelto y artificial, por lo que la guerra de la información estará centrada en elegir el mejor campo perceptivo que permita andar y, si es posible, prosperar esta lucha por otras vías en la que los poderes globales y locales se esconden bajo el disfraz de la “culpa es del gobierno”.
Debemos usar la fuerza del enemigo para reforzar el nosotros y de ahí sortear el abismo
Obviar esta dinámica y simplificarla únicamente con “hay que retomar el Plan de la Patria” sobreestima la acción propia, si se tiene en cuenta que el plan global y local es la mistificación de una crisis particular para generar un
shock controlado contra los salarios, la fuerza de trabajo y los precios de los recursos naturales, cuyo máximo epicentro en Venezuela está simplemente enfocado en bajar el barril, y luego que éste rebote para consolidar financieramente un eventual nuevo régimen y golpear a la economía de China.
Las tareas: aumentar la credibilidad y confrontar en nuestro terreno
Entonces, si como decíamos al principio el grueso de la presión está centrado en propagar un discurso que divida el liderazgo latinoamericano de la fuerza social movilizadora durante estos últimos años, lo cierto es que la reconstrucción y revinculación social, como planteaba Parra, se basa, en parte, en un salto de calidad de los chavistas en un momento de dificultad y necesidad de ampliar nuestra credibilidad hacia los casi 2 millones de venezolanos chavistas que no votaron y creen que no se ha hecho lo suficiente.
Revinculación social que, sin lugar a dudas, está marcada por la ubicación entre los dueños y nosotros, por lo que una de las premisas es revertir esta imagen general que se pretende pintar, de Neoamos del Valle vestidos de rojo, para hacernos creer que la confrontación es entre dos clases de tipos y tipas con diferencias profundas en la gestión del Estado.
Como en el Dakazo, los hechos, en lo táctico y en lo estratégico, tienen que ser interpretados por sí mismos en un escenario en el que la pulsión del momento, marcada por el enemigo, plantea que lo político discurra y transcurra, como si la conflictividad ocurriese como consecuencia y no acción premeditada, por lo que se trata de demarcar y remarcar un campo bien definido, donde nosotros los chavistas estemos en los consensos sociales y ellos encima de ellos por las “fallas del modelo económico”.
Y la realidad electoral demostró palpablemente que cuando el gobierno resguardó el salario venezolano y confrontó abiertamente con los dueños, la preferencia electoral del chavismo aumentó en un contexto donde el enemigo apostó a ocultarse en los anaqueles y los bachaqueros, por lo que ahí también hay una lección concreta y directa en la transmisión del hecho político: se tiene que ver, se tiene que vivir descarnadamente, no sólo se tiene que contar, porque los últimos tres años han demostrado que vale más la inestabilidad de Fedecámaras pidiendo el fin de la inamovilidad laboral que el dato concreto de que el Gobierno Bolivariano la sostuvo (y sostiene) contra viento y marea.
Porque si consideramos que la sobrenarración, la no-vivencia y evidencia desde el hecho mismo luego de 18 años de gobierno nos va a salvar por respetar “el Plan de la Patria” ,en un momento más parecido al sabotaje petrolero que al triunfo de 2012, lo lógico es que continuemos pensando y replanteando que nuestros dirigentes son los culpables, por más que sean los primeros que van a ser buscados y sacados de sus casas para ser enjuiciados, mínimamente, por la DEA y vivir encarcelados de por vida en una celda de dos por dos, como
Simón Trinidad de las Farc.
Y una gran tarea para 2016 no sólo es salir del marasmo, sino profundizar el lazo identitario del chavismo, con nuestros líderes, con nuestras personas de carne y hueso, cuando el enemigo se relame por dar la estocada final y, sobre todo, borrar de la memoria local y global al chavismo como proyecto político e histórico alternativo al capitalismo.
Es usar la fuerza del enemigo para reforzar el nosotros y de ahí sortear el abismo.