El Che Guevara y su captor: últimas horas

La figura de Ernesto “Che” Guevara, un líder político rebelde, continúa despertando pasiones y opiniones dispares, hasta nuestros días. Es sin duda la imagen de un controvertido símbolo mundial, representante de la lucha social, un auténtico rebelde, considerado por sus opositores un criminal por asesinatos múltiples, entre otras cosas.

Su origen fue argentino-cubano y era comandante de la Revolución en Cuba, participando en la organización del Estado. Estuvo a cargo del Ministerio de Industria y del Banco Nacional, además de ocupar otros cargos a nivel administrativo. Fue el gran impulsor del movimiento guerrillero en países Latinoamericanos, participando de los combates en Bolivia y el Congo. En 1967, fue capturado en Bolivia y ejecutado por el Ejército, que actuó secretamente ayudado por la CIA en ese país. Sus restos fueron encontrados en 1997 en un poblado boliviano, dentro de una fosa común con seis de sus compañeros de lucha.

En los últimos años, se han dado a conocer las últimas conversaciones del “Che” Guevara durante su cautiverio, según el relato minucioso en las palabras del ex general Gray Prado Salmón, su captor. El militar descubrió sus horas más oscuras, comentando lo hablado cuando logró atraparlo, diciendo a sus superiores: “Ernesto “Che” Guevara parece que ha sido herido y capturado por tropas del Ejército en un sangriento combate, ocurrido a unos siete kilómetros al norte de la localidad de Higueras, en Bolivia”.

Este militar combatiente, contrario a la guerrilla habló con Guevara durante su cautiverio y pudo conversar con él sobre su lucha en el Congo, relatando que estaba decepcionado, y lo que respondió ante su pregunta: “¿Cómo le fue en África?”, el líder guerrillero contestó: “No, allá están colgados de los árboles todavía. Fueron problemas tribales de África, no ideológicos”. También afirmó que Ernesto “Che” Guevara fue abandonado, después de ser herido en la pierna mientras combatía en la Quebrada del Yuro y en su posterior traslado junto a sus compañeros a La Higuera, donde estuvo recluido hasta su fusilamiento.

En aquellos días, Prado Salmón logró preguntarle sobre algunas cuestiones en varias conversaciones amables, que mantuvo con Guevara y refiriéndose a Fidel Castro comentó:
–Prado Salmón: “¿Qué ha venido a hacer a Bolivia?, ¿no supo usted que habíamos tenido ya una revolución acá y ya hicimos la reforma agraria?”.
–Che: “Sí, lo supe. Ya había venido yo aquí… estuve en Bolivia en el 53. Pero había mucho que hacer”.
–Prado Salmón: “Claro, pero déjenos hacer a nosotros. Una cosa que no nos gusta, es que nos vengan a decir de afuera lo que tenemos que hacer”.
–Che: “Sí, tal vez nos equivocamos”.
–Prado Salmón: “Bueno, pero, ¿quién tomó la decisión de venir a Bolivia? ¿Usted?”.
–Che: “No. No fui yo… otros niveles”.
–Prado Salmón: “Pero, ¿qué otros niveles? ¿Fidel?”.
–Che: “Otros niveles…”, respondió sin más.

El ex general le comentó también en otra oportunidad que sería juzgado, porque no tenía conocimiento de que Guevara iba a ser ejecutado. Explicó también que hasta ese momento, se habían cumplido las normas sin ejecutar a nadie, por lo cual no imaginaba lo que sucedería. El militar en sus encuentros le comentó al prisionero, que no lo juzgarían en Camiri como a sus compañeros, sino en Santa Cruz, explicándole: “A usted lo ha capturado el pelotón de la Octava División, y la corte marcial están en su sede, en Santa Cruz”.

Durante 1967 el presidente era René Barrientos, quien tomó la decisión junto a los militares de ordenar su ejecución, porque si se realizaba el juicio, se podría desencadenar una manifestación mundial a favor del líder popular. Destinado para otras operaciones, Prado Salmón dejó con vida a Guevara, pero a su regresó ya había muerto. Antes de partir le había entregado dos relojes Rolex, por temor que los soldados se apoderaran de ellos. Ante la noticia de su muerte, cuando se estabilizaron las relaciones con Cuba, el ex general decidió enviarlos a la familia del líder. Una revelación que permanecerá en la memoria histórica, por la trascendencia de un personaje polémico, que aún después de muerto continúa siendo un mito.