El Chelsea, orgullo de Londres

Esta historia se erige en el mundo moderno. Es una historia de héroes, en la que no hay villanos. De guerreros frente a la adversidad. Es la búsqueda de la autorealización grupal elevada a su máximo exponente. Esta es la historia del Chelsea, el orgullo de Londres.
Algún día tendré que hablar de las leyendas de este club. Algún día tendré que explicar que son para nosotros. Ese día les hablaré de la UEFA Champions League de 2012. De cómo la conquistamos.
Les hablaré de una palabra que nos rodeó durante toda la competición: "Antifútbol". Por mucho que he mirado (y que también podéis hacer vosotros) no consigo encontrarla en mi diccionario. Me quedo con la duda de saber si significa algo o es un simple invento periodístico. Una intentona que sirva para justificar la prematura eliminatoria de ciertos equipos.
Ese año huimos de la estética en las fases finales. No inventamos un nuevo fútbol, tampoco lo desmejoramos. No vi ni una sola pérdida de tiempo, ayuda arbitral hacia nosotros o entrada bochornosa por parte de ningún jugador. No ensuciamos nada, jugamos con la constitución futbolística en la mano.

Les contaré la épica batalla que lidiamos contra la revelación italiana en San Paolo, contra un estilo de juego ofensivo que asusta, pero que conseguimos sobrepasar. Del transbordo contra un Benfica más gallito de lo que se esperaba, que por poco nos cuesta más de un susto. De cuando transformamos al Bridge en el autentico "Abismo de Helm" para recibir al todopoderoso Barcelona. O de la gran final en Munich. Su casa, nuestra victoria.

Les hablare de Roberto Di Matteo. Un hombre que cogió unos escombros para formar un castillo. Este italiano interino del Chelsea emuló con grandeza a su antiguo compatriota Julio Cesar con una frase: “Vini, Vidi, Vinci”. Llegó a ser el técnico principal, vio con que armas podíamos luchar y venció contra todo pronóstico.
Les contaré la historia de cuatro valientes. De cuatro inmortales…

Petr Cech, la autosuperación. El gigante que lo paró todo. Su vida estuvo a punto de acabar hace seis años en un fortuito choque con Stephen Hunt en el que sufrió una fractura de cráneo. Pero él no se rindió, sólo se puso el casco y se preparó para la batalla que tenía pendiente. Una batalla atemporal.

John Terry, capitán de capitanes. Un autentico líder (tristemente hermanado con la polémica) que no descansó hasta lograr el ansiado trofeo. El único canterano inglés del Chelsea que se abrió paso ante la gran oleada de incorporaciones. No solo se instauró en la zaga, sino que también ha sido su capitán hasta el día de hoy. Una leyenda.

Frank Lampard, el Gentleman de Fulham Road. El centrocampista total. Asistente, rematador, creador, defensor, goleador. Sus números provocan envidia para algunos, respeto para otros. Azote de críticos dentro del campo, humildad fuera de este. La efectiva elegancia londinense.

Y claro, Didier Drogba. El Uruk-Hai de Stamford Bridge. Pura hambre africana a la que ni la edad, ni la malaria, ni el mismísimo Puyol pudieron parar. El hombre que llevó la Paz a todo un país. Una bestia del mundo moderno, más humana de la que todos creemos.
Ese año nuestros valores quedaron marcados en Europa. Valores de campeones. Valor de no sentirte inferior a nadie. Capacidad de sobrepasar las circunstancias y levantarte, de no bajar los brazos nunca. Defensa contra el ataque. Respeto frente al rival. Lucha por la victoria. Y fe, mucha fe.
Con todo esto yo esbozo una sincera sonrisa de felicidad. Porque a pesar de todas las críticas, todo el sufrimiento o la intensa espera, te das cuenta de que la vida es maravillosa. Gracias Chelsea.
“This competition means the world to me”  - John Terry -

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