Enfocó sus ojos en la cámara, pensó en el malestar eterno de aquel arquero y disparó con ironía: “Te voy a contar un secreto, Shilton. El gol fue con la mano”. Era 1998 y Diego Maradona se burlaba, otra vez, del uno de Inglaterra en el Mundial de México. Ya lo había hecho 12 años antes, en el salto interminable en el césped del Azteca. Y allá por 2001, también ampliaba la dedicatoria de su festejo. “La Mano de Dios fue como robarle la billetera a los ingleses”, definía el Diez, al ángulo, y con el ingenio de Villa Fiorito. Dos posturas distintas a las que había expresado una hora después de ese clásico. Los periodistas lo esperaban en un vestuario hirviente de satisfacción. Ansiosos, querían el título para sus crónicas. Entonces, Maradona frenó las preguntas con el pecho, gambeteó con su pique corto y sacó derechos de autor en una frase pícara. Poco conocida y reproducida por los enviados especiales. “Salté junto a Shilton, pero le di con la cabeza. Lo que pasa es que se vio el puño del arquero y, por eso, la confusión. Pero fue de cabeza, si hasta me quedó un chichón en la frente. Lo hice con la cabeza de Maradona, pero con la Mano de Dios”.