Revista Libros
El chico que prometió no besar a ninguna chica
Publicado el 28 julio 2014 por Mediasmentiras @mediasmentirasTengo que reconocer que tengo dudas sobre la veracidad de esta historia. Me ha sido contada en privado con la idea de no ser difundida pero no puedo contenerme las ganas de compartirla porque me parece preciosa.
Cuenta la leyenda de que existía un apuesto encantador de serpientes, llamado Eder, que conseguía lo que quería (en el plano sentimental) sin mucho esfuerzo.
Estaba acostumbrado a que le dieran lo que pedía sin que le costara mucho sudor. Aprendió unas poses, unos ademanes, unas frases hechas sacadas de Oscar Wilde y de libros de Benedetti y con ello cumplía con sus necesidades físicas y sexuales. De las realmente sentimentales andaba carente, tanto que llegó a guardar bajo llave toda muestra de entusiasmo cuando en el coito se encontraba. Ave de paso tras ave de paso dejaba pasar el tiempo sin preocuparse mucho del mañana y con el firme propósito de no conceder a ninguna pretendienta el honor de instalarse de pensión en su cabeza.
Nada es absoluto.
Toda forma de vida se puede ver volteada 180 grados si se la agita de la manera conveniente. Todo círculo de confort puede ser roto.
Eder era el típico truhan de segunda pero efectivo. Movimientos aprendidos y costumbres prefijadas que no suponieran un cambio en la hoja de ruta.
Un fin de semana siguió el protocolo con una tal Illera. Era una mujer que no era común, era de esas que te pueden cambiar una vida, subirte al cielo o destrozarte del todo, un todo o nada, rojo o negro. Es de esas mujeres que te llevan al límite la cabeza y los instintos. Culta y hábil. Jugadora de ajedrez y hábil con el florete. Certera en verbo. Muy humana. Capaz de resucitar a un muerto, de dar y darse vida con una mirada.
Apunte del narrador: todo el mundo es accesible, todos somos humanos, nadie es perfecto, todos sangramos, todos lloramos por fuera o por dentro, siempre hay alguien mejor (o igual).
Eder sabía que no iba a ser un fin de semana normal. Esa tripa con demasiados ruidos y leves dolores era el grito de lo que siempre está mudo. Esa incertidumbre que convierte lo seguro es probable. Esa duda maravillosa, esa sensación de estar vivo.
No me contaron lo que sucedió con pelos y señales. Uno que es curioso pregunta, otros que son discretos callan. Solo me soltaron unas píldoras que como placebo me quitaron los dolores provocados por la curiosidad.
Me aseguran de que Eder fue rechazado. Me sugieren que ese rechazo no provocó muerte, sino vida. Dicen que él piensa que ella es especial y digna merecedora de sus atenciones. Ella no está segura de saber lo que quiere o si quiere o si quiere querer o si puede querer. A ella le gusta pero no lo sabe, desconfía de todo, todos y de ella. El no sabe si ella sabe algo con certeza o son bandazos provocados por la fuerza del viento. Son dos dudas hechas personas que piensan demasiado. Incluso ella le negó sus poemas...
La historia que me cuentan podría ser una historia normal, pero no lo es porque al final tiene un giro teatral que convierte lo sencillo en acrobático. Me cuentan, me afirman con meridiana certeza, que él joven Eder, lejos de asumir el no-éxito absoluto y poner la rodilla en tierra concediendo el poder del zarpazo en su corazón agarró una katana de considerables dimensiones y se tatuó en su pecho una promesa.
A ella la delataron los ojos, su punto débil cual talón de Aquiles, esos que decían que si cuando su boca decía que no...
Eder prometió no besar a ninguna chica más en su vida hasta que los besos fueran recibidos por los labios de ella en exclusiva. Ella recibió tal declaración de intenciones con sorpresa, halago acertado y dudas.
Espero que pronto me cuenten más sobre esta historia, estoy deseando saber si el golfo se redimió y cayó en los brazos de Illera. Apuesto a que si, pero sin porcentajes de seguridad que no se me dan nada bien...