Foto de portada por: José Carlos Cortizo Pérez
Alguien debería escribir la gran novela española del siglo XXI, con Luis Bárcenas como personaje principal, mártir y verdugo, espectador y protagonista. Los papeles de LB están dejándonos un verano quemado de confidencias e irregularidades, llegaban tarde las altas temperaturas y el extesorero del Partido Popular ha puesto el termómetro a derretirse ahora que él pasa las tardes a la sombra. La cárcel es, en España, el purgatorio viril de los corruptos, un tatuaje de amor de madre que no se ve pero se lleva siempre y entre la gente encorbatada sirve para fardar. No basta con ser corrupto, además hay que pasar por la cárcel, un corrupto que no pasa por la cárcel no es un verdadero corrupto.
El affaire Bárcenas es complejo y parece armado como un texto de Shakespeare; representa la traición, una traición que consiste en mirar a otro lado y dejar que caiga quien tenga que caer mientras el juego político quede intacto. La verdad que todos intuimos es esta: Bárcenas ejecutaba órdenes, estas órdenes consistían en pagar sobresueldos con dinero negro que probablemente llegara al partido gracias a donaciones (también ilegales) de ciertas entidades privadas; cuando el cerco judicial se va cerrando, en torno a las cuentas que LB tuvo que abrir en Suiza para poder mover la ingente cantidad de dinero negro que llegaba al partido, el extesorero decide entregar a la prensa las primeras evidencias, lo que todos conocemos por los papeles de Luis Bárcenas; parece que estuviera diciendo si yo caigo caerán otros conmigo. Puro Shakespeare, pura pasión por el poder, pura supervivencia entre depredadores.
No es muy difícil jugar al vaticinio con Rajoy y arriesgarse a profetizar qué ocurrirá de aquí a un par de meses: nada, no ocurrirá nada porque el modus operandi del Presidente consiste en eso que los periodistas llaman “saber manejar los tiempos” y yo creo que es una de las grandes estafas de los últimos dos años de democracia. Mariano Rajoy se desliza felizmente por la indiferencia. Él aparece en los papeles de Bárcenas como receptor de partidas nada desdeñables; de ser ciertos los datos Mariano Rajoy no sólo debería dimitir, además tendría que abandonar este Santo país. Mientras Esperanza Aguirre se revela como lo que siempre ha sido, una extraña aristocrática intachable que pide transparencia, todo en torno al Partido Popular hace pensar que Luis Bárcenas se está convirtiendo en el chivo expiatorio que pagará los pecados de la abundancia. Me recuerda Bárcenas a Sonny Corleone, su propia pasión terminó por perderle y fué traicionado por su propia familia política.
Cuando el baile de traiciones empiece solo quedará uno: aquel que pueda garantizar los pilares del Estado, no es una exageración: detrás de la amoralidad de todo esto campea una cuestión fundamental: la estabilidad del gobierno, no importa lo que se robe siempre y cuando todo quede anecdotizado en las tertulias de la tele y los desayunos del bar. Con Luis Bárcenas en la cárcel parece que todo se va ordenando dócilmente, pero sucede lo contrario: todo es caótico y tiene visos de no cambiar nunca. Como en Ricardo III, donde el monarca muere apuñalado por la espalda, Bárcenas debería entender que sus papeles no son nada contra la voracidad del poder y la anuencia de los ciudadanos, a los que sólo nos importa ver el espectáculo entre perplejos y aburridos.