¡Bienvenido a un nuevo post en el blog! En esta ocasión contamos con un post de invitado, escrito por Jorge Mario Castillo. Puede que no lo sepas, pero aquí en el blog de vez en cuando me gusta publicar artículos escritos por personas ajenas al blog, y de hecho hace tiempo había creado una sección llamada #HistoriasCampistas (enlace aquí), aunque en los últimos tiempos no habían podido surgir demasiadas colaboraciones de este tipo. En este post Jorge nos va a contar la historia de Luis Fernando Castillo, dentro del mundo del ciclismo. ¡Espero que te guste!
El ciclismo, el deporte duro pero el más bonito
Luis Fernando Castillo, oriundo de Bogotá pero que actualmente reside en el municipio de Cajicá, es un ciclista aficionado de 69 años, lleva más de 40 años pedaleando y a mi juicio, el hombre es un verraco.
Él es una persona de baja estatura, ya con muchas canas sobre su cabeza pero mentalmente lucido.
Empezó su vida de ciclista a los 18 años aproximadamente, aprendió a montar a esa edad y puesto que no tenía Bicicleta le tocaba alquilar, pagaba entre uno a dos pesos la hora y así duró aproximadamente 10 años.
Comenzó practicando en bicicleta de ruta, y aunque nunca participo en ninguna carrera dice que fue una gran experiencia.
Compró la primera bicicleta en 1974, con su primer sueldo, era notoria la nostalgia, la expresión alegre en sus ojos mostraba lo satisfactorio que fue poder convertir sus primeros ingresos económicos en algo que realmente deseaba, Don Fernando, como la mayoría de personas le dicen, continuó relatando su historia mientras el aroma a café hecho en casa inundaba la sala donde nos encontrábamos, saboreo el tinto que estaba servido en un pocillo de cerámica color café.
Gracias a la bicicleta que adquirió empezó a entrenar con más juicio, la acondicionó, le quito el guardabarros trasero y delantero con el fin de reducir el peso ya que las bicicletas de la época eran supremamente pesadas. Salía a entrenar a patios, al velódromo, por la vía a Villavicencio o incluso a pueblitos cercanos a Bogotá, “se podía salir tranquilamente, era muy seguro” dijo con un tono tranquilo.
Esta bicicleta solo tenía un cambio, “piñon 18 y plato 48. No se usaban pedales automáticos, solo calapies, era bastante dura la vaina” sentenció. Luego de andar por muchos kilómetros sobre esta bicicleta llegó la hora del cambio, pasó a las bicicletas de ruta, las Monar de fuego que eran completamente de acero pero con rines de aluminio.
1984 aproximadamente se mudó a Cajicá, allí conoció el ciclomontañismo y para esto compró una Bicicleta fabricada en Estados unidos, una Raleigh de cromoleo y aluminio la cual aún conserva. Tuvo varias bicicletas unas de aluminio y otras de mejor calidad como las de carbono pero todo en la vida viene y se va, desafortunadamente fue víctima de 4 asaltos a mano armada, gracias a Dios no hubo consecuencias más graves que la perdida material pero esto no hizo que su amor por el “caballito de dos ruedas” siguiera intacto, “ahora tengo una muy buena bicicleta, es la mejor que he tenido creería yo”. Una Cannondale Lefty, con doble suspensión, marco de carbono con grupo Shimano XT.
Varios años después, y ya acomodado en su nuevo hogar, fue participe de la creación del club de ciclo montañismo Cajicá Trocha y Campo, con el que duró aproximadamente diez años.
Con el club Trocha y Campo, se logró convocar a la primera carrera en la que “don Fernando” participó, esta se llevó a cabo en el cerro La cumbre, situado al suroriente de Cajicá. La expresión en su rostro mostró el resultado, con una leve sonrisa narró lo ocurrido en dicha carrera, “fue una carrera bastante dura, fue la primera vez que competí en ciclo montañismo y me la gané, al segundo le saque más de cinco minutos” era notable la satisfacción que sentía mientras me mostraba su primer trofeo conseguido que a decir verdad es bastante bonito, tiene forma de obelisco, con una ave en la punta y de color crema, en la parte baja dice “I valida de ciclomontañismo, Cajicá- Cundinamrca. CAMPEON”.
Continuó contándonos sobre sus carreras, fueron repetidas las ocasiones donde llegaba de primero, segundo o tercer lugar. “fue una experiencia muy agradable muy bonita y satisfactoria sobre todo cuando en la competencia no había ni accidentes ni golpes y se llegaba dentro de los tres primeros”
Competía en la liga de Cundinamarca de ciclo montañismo, en la categoría sénior master, él y los del club eran los mejores de Cundinamarca entre 1995 hasta el 2002 e incluso llegaron a tener importancia a nivel nacional, estuvieron presentes en varias validas en diferentes ciudades como Manizales, Medellín entre otras y también en poblaciones cercanas a Bogotá como Villeta, La vega, Cachipay y de más.
Hacia el 2004, Don Fernando fue diagnosticado de cáncer de próstata, algo que lo llevó a alejarse de los pedales por un buen tiempo, fue sometido a cirugía de la cual salió bien y su recuperación fue satisfactoria y lo mejor, no hubo necesidad de quimioterapia o radioterapia, es un valiente; al fin y al cabo, Dios le da las batallas más difíciles a sus mejores soldados.
En 2010 llegó la experiencia que más lo marcaría y que realmente es de admirar, realizó un viaje desde Cajicá hasta Tolú, sobre el golfo de Morrosquillo en el departamento de sucre, “fue una experiencia única que siempre quise hacer y al fin se me dio”. Esta travesía se realizó en 10 etapas, cada una de 100 kilómetros aproximadamente, dependía de la distancia entre capitales lo que en total dio 780 kilómetros. El tráfico era muy bueno, el clima era estupendo y los hoteles también eran de buena calidad, para él fue una gran experiencia donde el único lunar fue el viaje de regreso este se realizó en bus, y fue desagradable por lo largo del recorrido y sin olvidar el cansancio acumulado de semejante travesía.
Estaba impresionado, era como tener a una leyenda del ciclismo en frente y que a los 64 años hubiera hecho semejante viaje pero desafortunadamente no todo podía ser gratificante, dos años después mientras regresaba de su entrenamiento dominical, en la ruta de la calera hasta Cajicá, sufrió un “sincope” o como se diría coloquialmente, le dio la pálida y se desmayó sobre la bicicleta, perdió el conocimiento, estuvo seis días hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos de la Clínica universitaria de la Sabana y al cuidado de su esposa, doña Rosalba, a quien los médicos no le dieron mucha esperanza debido a los fuertes golpes que sufrió, tanto así que el casco que usaba se partió en dos pedazos, Pero a este soldado aun le faltaban más batallas, aun no era el momento, días después fue dado de alta y continuó su recuperación en casa.
Don Fernando ya no compite y a raíz del accidente dejo de montar por un par de años y ahora volvió a hacer lo que ama, para él, su vida como ciclista ha sido muy satisfactoria, conserva a sus amigos de ciclismo y su sueño de seguir pedaleando sigue intacto, “gracias a Dios me siento muy bien, el ciclismo es de lo mejor que me ha podido pasar en la vida y espero seguir montando hasta que Dios me lo permita”.
Es un ejemplo de vida, el ciclismo es un deporte muy duro, hay muchas personas que comienzan y se rinden pero el, a pesar de tantos golpes físicos como psicológicos sigue con las ganas de seguir pedaleando “todavía no pierdo la esperanza de hacer una vuelta igual o más cortica, espero algún día en cruzar el alto de la línea si Dios me la presta” sentencio con un tono nostálgico.
Esta, como muchas otras historias son las que enriquecen este precioso pero sufrido deporte, es por esto que no se necesita fama alguna dado que siempre la competencia será contra uno mismo.
Por Jorge Mario Castillo.
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