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El cielo es azul, la tierra blanca - Hiromi Kawakami

Publicado el 04 marzo 2018 por Rusta @RustaDevoradora

El cielo es azul, la tierra blanca - Hiromi KawakamiEdición:Alfaguara, 2017 (trad. Marina Bornas Montaña)Páginas:216ISBN: 9788420423883Precio: 17,90 € (e-book: 7,99 €)

Una historia de amor. ¿Hay algo más trillado? Todos los libros cuentan una historia de amor, o más de una, incluso aquellos en los que no aparece ninguna pareja de enamorados. Porque hay muchas manifestaciones del amor. Y muchas formas de enamorarse. Por encima de todo, hay muchas maneras de narrar una historia de amor, y la de Hiromi Kawakami (Tokio, 1958) en El cielo es azul, la tierra blanca(2001; Premio Tanizaki) se puede considerar excepcional, tanto en el sentido de espléndida como en el de peculiar o insólita. Esta novela, que debe su título a una canción que tararea la protagonista, consolidó a la autora como una de las escritoras más importantes de Japón, y fue adaptada al cine con gran éxito. En España, la publicó por primera vez Acantilado, que ha editado buena parte de su obra, y Alfaguara la incorporó a su catálogo el año pasado, junto con Los amores de Nishino(2003).Esta es, pues, una relación singular. Por muchos motivos. En primer lugar, sus protagonistas pueden definirse como «inadaptados» o «raros», individuos que no llevan el estilo de vida predominante en la sociedad japonesa (ni en los países occidentales) y tampoco poseen las habilidades sociales ni el atractivo físico para resultar «seductores». Son, de hecho, grandes solitarios. Ella, la narradora, se llama Tsukiko: una oficinista treintañera, soltera y poco familiar, independizada desde hace años. Él, Harutsuna Matsumoto, el maestro, es un profesor de lengua jubilado, viudo y un tanto anacoreta, amante de la poesía y de la naturaleza. Ella rechazó casarse y tener hijos, todo lo que su familia quería; en un determinado pasaje dice ser como una niña, no porque tenga comportamientos infantiles o porque no se valga por sí misma, sino porque siente que no encaja con lo que se espera de ella como adulta («mi nivel de madurez disminuía a medida que transcurrían los años. Nunca me he llevado muy bien con el tiempo», p. 130). Él, por su parte, lleva una existencia frugal desde la pérdida de su esposa, se ha convertido en un anciano discreto, aún atormentado por los recuerdos. Dos personajes muy diferentes a priori, que sin embargo se reconocen en sus respectivas soledades.

Mi madre, mi hermano y la familia de este vivían en el barrio, pero apenas nos visitábamos. No me sentía a gusto en aquella casa llena de ajetreo. Mi familia ya no me presionaba como antes para que me casara y dejara de trabajar, hacía mucho tiempo que había dejado de atormentarme con esa letanía. Pero algo en aquella casa me provocaba incomodidad. Era como si encargara varias piezas de ropa hechas a medida y al probármelas descubriera que unas eran demasiado cortas y otras eran tan largas que las arrastraba por el suelo al caminar. Entonces me quitaba la ropa, estupefacta, comprobaba de nuevo las medidas y me daba cuenta de que eran exactas. Así me sentía con mi familia.
La segunda particularidad: no empiezan a conocerse con la conciencia ni la voluntad de iniciar una relación sentimental. Ninguno de los dos está «en el mercado». Todo surge de manera espontánea, porque ambos frecuentan la misma taberna y la coincidencia al pedir un menú es la excusa para comenzar a hablar. No parten de cero, ya que en el pasado fueron profesor y alumna. Ahora, no obstante, sus roles han cambiado: conversan como dos adultos, aunque ella no abandona el «maestro» en el tratamiento y él conserva la entonación de su trayectoria como docente. En principio, hay una cierta distancia, que se acorta de forma progresiva con los sucesivos encuentros, siempre casuales, dado que, al no esperar nada de la relación, al no esperar una relación en absoluto, no siguen las pautas corrientes para conocer a alguien, a saber, acordar citas e intercambiar teléfonos. Eso llega más tarde. Hiromi Kawakami tiene el acierto de mostrar cómo nace el afecto en las situaciones cotidianas no premeditadas, una copa en el bar, una visita al mercado, un paseo por la calle. Como si no pasara nada.El cielo es azul, la tierra blanca - Hiromi Kawakami

En realidad, esto es lo natural, pensarán algunos, enamorarse sin pretenderlo. Y seguramente así es. Con todo, en las producciones culturales (literatura, cine, televisión) abundan tanto las relaciones construidas en torno a unos determinados códigos, que la de Hiromi Kawakami sorprende por darles la vuelta. Llama la atención la ausencia de romanticismo y de un cortejo como tal. La mujer tiene una personalidad un tanto huraña, y los dos están encerrados en sí mismos; no sienten deseos de compartir sus rutinas con nadie. La cultura tiende a ensalzar la experiencia amorosa, la vida en pareja como el ideal de felicidad, pero aquí hay una chica cómoda con su soltería y un anciano que, a su edad, no se plantea una nueva relación. Son muy independientes, están muy atados a sus costumbres, no esperan un «gran amor»que dé un giro a su existencia. Quizá la clave de su relación sea eso: una falta total de expectativas. No esperar nada del otro, no depender emocionalmente de nadie, no estar ansioso por gustar y ser amado. Dejar que todo fluya, sin prisas ni presiones. Son dos personajes hechos a sí mismos, no conciben el amor como un complemento indispensable para sentirse realizados.
Al preguntarme dónde estaría aquella noche, me di cuenta de que nunca habíamos hablado por teléfono. Nos encontrábamos por casualidad, paseábamos juntos por casualidad y bebíamos sake por casualidad. Cuando le hacía una visita en su casa, me presentaba sin previo aviso. A veces estábamos un mes entero sin vernos. Antes, si mi novio y yo no nos llamábamos ni nos veíamos durante un mes, empezaba a preocuparme. ¿Y si hubiera desaparecido como por arte de magia? ¿Y si se hubiera convertido en un completo desconocido?Pero el maestro y yo no éramos novios, así que no nos veíamos a menudo. Pero aunque no coincidiéramos, el maestro nunca estaba lejos de mí. Él nunca sería un desconocido, y estaba segura de que aquella noche se hallaba en algún lugar.
Por otra parte, está la diferencia de edad: Tsukiko y el maestro se llevan unos treinta años, se encuentran en momentos vitales distintos, ella en plena vida adulta y él de vuelta de todo. A menudo, cuando el hombre es el mayor, las representaciones tienden a sexualizar a la mujer o a infantilizarla, la ponen en una posición subordinada con respecto al hombre; y a él, bien como un acomplejado que necesita resarcirse con jóvenes, bien como un seductor. La autora derriba esos estereotipos: a pesar de que al principio existe cierta deferencia de Tsukiko hacia el maestro, por su antigua relación de profesor y estudiante, el tema evoluciona de forma equilibrada, una relación entre iguales, entre adultos libres y autosuficientes. Su condición de solitarios causa otro tipo de dificultades en el curso de su historia: se abren el uno al otro muy despacio, su relación está hecha de silencios e interjecciones, de pasos inseguros, tranquila, pausada, sin explosiones de pasión ni de ira. Serena. Destaca la naturalidad con que la narradora observa o plantea dudas, como cuando se fija en la boca «vieja»del maestro.

El cielo es azul, la tierra blanca - Hiromi Kawakami

Hiromi Kawakami

Y, por supuesto, para que la novela funcione no se puede ignorar el pulso de Hiromi Kawakami, que probablemente sea la mejor escritora japonesa de la actualidad. Sutileza, contención, palabras justas, elegancia, pulcritud; un estilo sin aspavientos que fluye como un río y va calando poco a poco. El estilo de una autora que no necesita demostrar que sabe escribir y hace lo que de verdad importa: contar una historia sin fuegos artificiales ni purpurina. Es más de insinuar que de masticar, siempre tenue, precisa y delicada. La narración comienza con una aparente sencillez que se vuelve hipnótica, como el amor de los personajes. Cuesta descifrar cómo lo logra, cómo se sirve de la simplicidad para construir una obra de esta hondura. El cielo es azul, la tierra blancaes un libro precioso.Citas en cursiva de las páginas 70 y 76.

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