Hoy me matan. No hay tiempo ya.
¿Puedes siquiera imaginarte lo que siento?
Me matan por nacer. Por haber nacido en el lugar equivocado; en un lugar distinto al que tú ocupas.
Hoy me matan, y estoy cansada de gritar. Estoy cansada de ser usada, y golpeada y vejada; de ser observada como un mero objeto en esta oscura habitación con rejas.
De veras, hoy voy a morir, y nada tiene sentido. Nada. ¿Recuerdas cuando acerqué mi morro frío hacia tu mano? ¿Cuando te miré buscando una mirada cómplice? ¿Aquella vez que te arrimaste a mí? ¿Qué ha cambiado entre nosotros?
Ayer fui una cría; una cría grande y patosa que deambulaba por el patio vallado en busca de una caricia; hoy no soy nada. Pero tengo la certeza de que fui algo, de que podía haber sido feliz, y de que voy a ser nada; y duele. No sabes cuánto duele.
Basta. Tú puedes hacer algo. Cambia el mundo por mí. Cambia las cosas. Hazlo ahora. Una vez.
¿No puedes? ¿No puedes cambiar el mundo, verdad? Abre la jaula. Corta la reja. Déjame libre. Veo a los cachorros desde aquí; comen, ajenos a todo lo que sucede. ¿Harás lo mismo cuando mi nombre se haya olvidado? Cuando no sea nada, solo tumbas dentro de vosotros.
Hoy me matas. ¿Tuve nombre? ¿Tuve nombre o fui un número más? Hoy me matas y no puedo llorar; solo tiemblo junto al resto, y muero. Hoy muero; y vi la luz del sol después de mucho tiempo; por última vez. Sé que no hay hierba tras de mí; ni agua, ni vida. Solo sangre, y sufrimiento; solo gritos y violencia. Mírame. Mírame una vez antes de ser arrastrado entre rugidos de dolor y tristeza.
Hoy te digo adiós, y quizá me fallen las patas; sé que me golpearás; me electrocutarás; me gasearás. He llegado a rezar por una muerte digna, un final donde no recupere más la conciencia; donde no deba sentir la sangre brotando salvaje de mis entrañas; donde esta pesadilla acabe, por fin.
Hoy no soy. Porque tú y yo nos parecemos, pero mi piel es rosa. Hoy no soy, porque no soy perro ni gato, ni soy tú, y no tengo una oportunidad; soy cerdo. Soy cerdo, y no soy.
Silencio.