Revista Cultura y Ocio

El cielo oblicuo - Belén García Abia

Publicado el 17 octubre 2016 por Elpajaroverde
No se por dónde empezar. Por el principio, apuntaréis. No lo hay. No hay principio, no hay final, todo es uno. Este libro es circular, concéntrico. Todo en él tira de ti, te sacude. Te golpea y te arrastra hacia el centro que es el centro mismo de tu propio cuerpo. Y duele. Y es veraz, atroz, grandioso y bello, pero duele. Y te hace sentir chiquitita y también hace que te desencojas, te expandas, alces la mirada y hagas rugir tu garganta. Pero aun así, duele. No sé por dónde empezar porque no sé cómo puedo acabar.
"Lo contrario de dar a luz es quedarse en sombra."
El cielo oblicuo - Belén García AbiaYa está, primera cita. Qué curioso, con todo de lo que se habla en este libro y me sonrojo al recordarme a mí misma que suelo referirme a la redacción de mis reseñas como parirlas ("he parido una reseña", qué ingenua). Especialmente las que más me cuestan, aquellas que me niegan las palabras con las que llevar la voz del autor a vuestros ojos, para que a través de estos os empapen y resuenen en vuestros oídos. En esta, en concreto, me cuesta hasta parir las palabras que no son mías, las que me son dadas. Os las regalaría todas, y no puedo. Las callaría entonces, para no escindir unas de otras, para no correr el riesgo de que al soltarse la mano pierdan parte de su significado. Pero no, callar no, no, no. Hay palabras que no se pueden silenciar. Hay palabras que no se deben silenciar. Se enquistan, enraízan, y su fruto muerto no pudre solo a quien lo porta. 
"Te metieron las palabras por tu hendidura, eres como una gran hucha, una hucha con forma de cerda, ellas saben cuándo te van a abrir, saben cuándo te van a comer, te separan las piernas, abren tu hendidura y te meten las palabras una a una; se deslizan por tu vagina, se enquistan en tus ovarios.
Tus miomas son palabras que te metieron por tu hendidura cuando eras pequeña. Fue tu madre la primera. Fue tu profesora. Fueron tus hermanas. Tus amigas del colegio y finalmente fuiste tú. Aún lo haces. Te sientas en el bidé, abres tu vulva y metes palabras que se acabarán enquistando."
Las palabras de Belén García Abia son fogonazos. Proyectiles de piedra certeros y de fuerza desmedida que causan una onda expansiva. Piedras de cantos afilados que cortan y desgarran. Y desangran. Las palabras de Belén García Abia hieren y son una revelación. Pero la herida y la verdad no proceden solo del exterior, nos empujan desde dentro, nos arrollan como un tren abriendo túneles a su paso. Llegan de nuestras entrañas, de nuestros adentros, de nuestro centro que es nuestra mayor debilidad y nuestra mayor fortaleza.
Yo recojo sus palabras, al dolor hay que abrazarlo (sí, sí). Una vez superado el rechazo y la impotencia hay que mirarlo a la cara, conocerlo, rendirse sin claudicar. Al dolor hay que abrazarlo, sí, como abrazamos nuestro cuerpo ovillado, apretándonos, balanceándonos. Al dolor hay que mecerlo y acunarlo.
Las palabras de Belén (y te llamo por tu nombre, sin los apellidos solitarios que reivindicas para las escritoras, porque me refiero a la mujer, si acaso no es lo mismo que la escritora) son como contracciones. Atacan a traición y te dejan noqueada, todo tu cuerpo engullido y desmenuzado. Y piensas que no tienen fin hasta que ceden y te ofrecen un breve descanso. Y llega otra, ola salvaje de rabia que arrasa y devasta. Y vuelves a emerger resucitada del fondo hacia la superficie. Y la próxima vez esperas, llega, la tomas de la mano y la acompañas, respirando despacio y concentrada. Y confiada, porque sabes que cada instante de alivio es pura magia. El dolor es tuyo, el dolor es parte de ti. No reniegues, no rechaces. Sigue la corriente. Llegarás a puerto.
Las palabras de García Abia (te nombro así, escritora, sin nombre de pila, como a los escritores. Y me dirijo a ti, tuteándote, porque tú me has hablado a mí, a mí) son las de las escritoras que dan voz a las mujeres (escribir también duele). Quiere alejarse la autora de la denominada literatura de mujeres y reivindica "que los libros deben defenderse por sí mismos, sin clasificaciones ni etiquetas, y si me apuras, sin siquiera el autor", a lo que es contestada que "leer a las mujeres es leer nuestra voz, un deber con nosotras". Yo quiero creer lo primero, pero leyendo libros como este claudico ante lo segundo. Este libro es nuestra voz. Este libro nos da voz.
"Siempre me decía que la voz es la que nos abre el alma."

El cielo oblicuo - Belén García Abia

Francesca Woodman, Self Portrait talking with Vince, 1975-78, Rhode Island
Fotografía de Meighan O'Toole


"El cielo oblicuo" debe su título a esta cita de Clarice Lispector: "Sin duda, un día iba a merecer el cielo de los oblicuos, donde sólo entra quien es torcido". La leo y pienso que los torcidos son aquellos que no siguen lo preestablecido, los que se salen del 'camino recto'. Me corrige Belén García con esta otra cita esta vez de su autoría: "...ella decía que el mundo a veces nos pesa y con ese peso nos vamos doblando, nos vamos torciendo, y al morir vamos a un cielo lleno de gente como nosotros, que también, de tanto dolerles el mundo, han aprendido a andar torcidos, es un cielo oblicuo, donde sólo pueden entrar los que llevan el peso del mundo en su espalda." O tal vez no sea tal la corrección y no esté tan lejos mi primer pensamiento de lo que se desprende de estas últimas palabras. Tal vez aquellos que tienen tan claro cuál es el camino recto a seguir, el 'único', con su vehemencia, con su miopía, con su incomprensión, añadan más peso al dolor ajeno.
"El cielo oblicuo" es la voz de las mujeres silenciadas, difuminadas. De las que dejan morir su apellido con ellas, de las sirenas descamadas.
"El cielo oblicuo" son las voces que nos fueron cincelando desde pequeñas. Las que aun de adultas nos siguen martilleando con insistencia ("Te vas a casar y vas a tener hijos. Vas a tener hijos.") Son voces de mujer cargando peso sobre el dolor de otra mujer.
"Aún sin mamas, aún sin cuerpo y te lo van agrandando, te lo abren desde la vulva, para llenarlo de deseos de maternidad, deseos de normalidad."
"El cielo oblicuo" es la voz de nuestro vientre. De nuestra vagina, de nuestro útero, de nuestros ovarios y nuestra vulva. Es el coro de voces blancas de nuestros no-hijos.
"El cielo oblicuo" es la voz de las mujeres feroces. De las inconformistas, las no complacientes. De las histéricas, deslenguadas, las que gritan y rugen de dolor. La voz de las no dulces y amorosas, de aquellas que no enarbolan el sacrificio por bandera. La voz de las madres llamadas desnaturalizadas (también, también).
"El cielo oblicuo" es la voz de Belén García Abia. Y es también la mía, que prefiero doblarme de dolor y entrar en el cielo por una hendidura oblicua, que aplastar con él la voz de otras mujeres. Pero me doblaré soltando al viento mi voz, porque eso son mis reseñas, mi voz, y con ellas libero mi feroz para que las palabras enquistadas no causen más dolor.
"Escribo para no difuminarme.
Escribo para salir.
Soy yo la feroz, la que escribe.
Ésta es mi voz."

El cielo oblicuo - Belén García Abia

[untitled] 1975/76 (Francesca Woodman)
Fotografía de Katexic Clippings Newsletter


Ficha del libro:Título: El cielo oblicuo
Autora: Belén García Abia
Editorial: Errata naturae
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 80
ISBN: 978-84-15217-93-0 Esta reseña forma parte de una iniciativa surgida en twitter para dar una mayor visibilidad a la literatura escrita por mujeres que podéis seguir en #LeoAutorasOct. Por ello mismo no me resisto a dejaros una última cita:
"La literatura escrita por mujeres está llena de habitaciones cerradas. Tienen a la mujer feroz dentro."

La imagen que ilustra la cubierta de este libro es una fotografía de Francesca Woodman, fotógrafa especializada en retratos de mujeres en blanco y negro, siendo ella misma la modelo en muchas ocasiones. Francesca Woodman se suicidó con tan solo 22 años pero nos dejó una obra intensa y de un arrebatador poder poético. Suyas son también las fotografías que he seleccionado para ilustrar esta reseña.

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