«“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”. La frase de Ingrid Bergman en Casablanca expresa gráficamente las dificultades del amor en un contexto de guerra. Pero esas dificultades son mucho mayores cuando los amantes pertenecen a bandos enfrentados, como les ocurre a los protagonistas de esta novela: una joven española que colabora con la Resistencia francesa y un también joven soldado alemán.»
El poder tener una charla tranquila con Rosario Raro para habar de su nuevo libro El cielo sobre Canfranc siempre es muy agradable y si además esa charla se produce en una estación de ferrocarril la satisfacción es completa. En esa charla la autora me contó que es un libro nacido durante la pandemia y que su intención era que fuera autoficción, pero “aunque he jugado al despiste tiene muchos elementos autobiográficos, porque creo que la escritura sirve para disfrazarnos y desnudarnos a la vez y sobre todo cuando se escribe ficción basado en hechos reales hay muchas cosas…, como por ejemplo que Valentina es como la hija que no tuve (tiene dos hijos) o que haya habido antepasados que vendieron chatarra de la Guerra Civil para los beligerantes de la Segunda Guerra Mundial pues como dice el padre de Valentina en el libro “El dinero no huele”
“El cielo sobre Canfranc es una novela muy visual, me interesaba pintar la cuestión de ‘las fuerzas vivas, de los años cuarenta, las autoridades locales y nacionales, la falange y como se articulaba el régimen que llegaba hasta el último rincón lo que me ha llevado muchísimo tiempo de investigación como Boletines Oficiales de 1944, la Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones pues la novela comienza con el incendio y destrucción de la ciudad de Canfranc en 1944 y hay que escribir con mucho cuidado porque si hay anacronismos los lectores son implacables.”
“Los escenarios son gran arte de la potencia de la novela, no solo Canfranc, sino la geografía por la que los nazis podían y no podían andar a sus anchas. Un ejemplo de lo primero es Vigo donde los nazis tenía una base de abastecimiento para los submarinos, o San Sebastián en el País vasco. En otros lugares tenían que pasar más desapercibidos».
El cielo sobre Canfranc es, desde luego, una hermosa historia de amor en tiempos de guerra. Pero es muchas más cosas: una historia de solidaridad humana, un capítulo negro del primer franquismo, una indagación en los aspectos más oscuros del ser humano (la corrupción, el afán de dominio, la pederastia), un relato sobre la superación de las adversidades.
Ese cúmulo de asuntos está enmarcado en unas coordenadas espaciotemporales de singular atractivo. El marco geográfico es la estación de Canfranc, un enclave en la frontera del Pirineo del Alto Aragón, en la región oscense de La Jacetania, que, en tiempos de guerra, adquirió una importancia esencial. Canfranc era la gran esperanza para muchos perseguidos por el régimen nazi, judíos sobre todo, pero no solo ellos; era la última etapa de su odisea y la primera de la libertad que ansiaban. Significaba la entrada en un país amigo de Alemania, pero oficialmente neutral (al principio, y no beligerante después), a través de una ruta relativamente tranquila para llegar a Lisboa y, desde allí, a América. Como escribe la autora de la novela, «Canfranc significó libertad y esperanza por encima de todo».
En cuanto al momento histórico, son las vísperas del final de la Segunda Guerra Mundial. Estamos en abril de 1944, cuando la guerra se ha inclinado ya claramente del lado de los Aliados y faltan unos días para el decisivo desembarco de Normandía, que significará el principio del fin de la guerra y del régimen de Hitler. La proximidad del final de la guerra no hace sino intensificar la crueldad de esta, mientras se suceden los bombardeos aliados sobre ciudades alemanas y el retroceso del ejército alemán adquiere por
momentos aires de desbandada.
Si la estación de Canfranc era ya de por sí un entorno suficientemente atractivo («tiene una belleza extraña, como si fuera el último palacio en pie de un imperio que ya no existe», se dice en la novela), la coyuntura que se vivió en los años de la Segunda Guerra Mundial la convirtió en un lugar especial y contradictorio. Canfranc era zona fronteriza y el régimen español simpatizaba con Alemania. Ambas cosas hicieron que la frontera fuera porosa y que hubiera fuerzas alemanas en territorio español.
En aquella enorme estación internacional de doble nacionalidad, coincidieron policías españoles, guardias civiles, gendarmes franceses y soldados alemanes, además de —más discretamente— personas que huían de la persecución nazi y miembros de la Resistencia francesa. Por allí circuló el wolframio que España vendía a Alemania y el oro con que se pagaba.
Un detalle contribuía a que el ajetreo de personas y mercancías fuera mayor. Como el ancho de las vías francesas y españolas era distinto, era forzoso cambiar de tren, lo que obligaba a los viajeros a apearse, cruzar andando al otro lado y esperar unas ocho horas mientras las mercancías eran igualmente trasladadas.
Canfranc fue, pues, uno de los puntos importantes de las redes de evacuación de la Resistencia que cruzaban los Pirineos. No es exagerado calificar de héroes a los hombres y mujeres que participaron en estas actividades. Fueron héroes forzados por las circunstancias, pero eran seres humanos normales, con sus proyectos, sus familias y sus vidas tranquilas hasta que las truncó la guerra. El cielo sobre Canfranc cuenta la historia humana de una de aquellas heroínas, Valentina Báguena.
Valentina vive con sus padres: Goyo, un hombre autoritario, despegado, pero preocupado por la honra de su hija, dedicado a una actividad misteriosa para su familia, y una mujer tradicional y temerosa. Valentina, mientras sueña con la posibilidad de estudiar Magisterio, colabora con la Resistencia, como correo y apoyando a los evadidos, movida por un impulso de solidaridad humana más que por ideas políticas. La ayuda a los que huyen del nazismo es difícil, arriesgada y dramática. La novela describe vívidamente la angustia de la espera, con personas vulnerables, desde ancianos a bebés de pocos días, instaladas clandestinamente en una habitación (la habitación bisiesta) del hotel Internacional, en la segunda planta del monumental edificio ferroviario en que trabaja Valentina.
Un día, en una de sus misiones, tropieza con Franz, un paracaidista alemán que acaba de descender al bosque por el que ella se mueve. Él solo ve en ella a una joven atractiva a la que intentará acercarse desde ese momento. Ella, sin dejar de sentirse también atraída, ve en él a un enemigo, alguien que puede
detenerla por sus actividades; de modo que la sospecha y la desconfianza se instalan desde el primer momento en la relación que van a iniciar. Pero ni él habla de ella a sus superiores ni ella habla de él a sus compañeros de la Resistencia.
El 24 de abril, en el pueblo de Canfranc se declara un incendio devastador que destruye la mayor parte de las 130 casas que conformaban el pueblo. Entre los que pierden la suya está Maider, una niña huérfana que será recogida por Valentina. En adelante, sus vidas irán de la mano.
El incendio de Canfranc, que es histórico, da pie en la novela a la aparición de una serie de personajes, representantes de las fuerzas vivas de la época: el gobernador civil de Huesca Gervasio Casanarbore, el delegado nacional de Auxilio Social Francisco Villadina, el procurador en Cortes Simeón Bierge, el abogado del Estado Manuel (Lolo) Briones, el joven jerarca falangista Yago Setién. Entre todos, urden un plan para aprovecharse de la situación. Empiezan por expropiar los solares de los vecinos y convencer a estos para que se trasladen a la parte alta, a Canfranc Estación, lugar conocido como los Arañones; y continúan apropiándose de la mayor parte del dinero recaudado y destinado a indemnizar a los damnificados.
En la novela, esta escandalosa corrupción, que se dio realmente, da pie a una línea argumental cargada de interés y tensión. En los anexos del libro, en los que la autora, experta en la historia de Canfranc, explica los hechos reales en que se basa la novela, cuenta que Canfranc no fue reconstruido, lo cual es la mayor evidencia de que el dinero nunca llegó a sus destinatarios y constituyó una de las mayores estafas de la historia de España, silenciada por quienes la tramaron.
«Creo que algunos escribimos para que el olvido no anegue lo que siempre debería estar presente. Cumplimos, en ese sentido, con una labor de rescate que no sería posible si esa intención testimonial no llegara a las manos de los lectores». [Pág. 513]
Lee y disfruta de las primeras páginas de la novela.
La autora:
Rosario Raro (Segorbe, 1971) es doctora en Filología Hispánica y profesora de Lengua Española y Escritura Creativa en la Universitat Jaume I de Castellón. Ha publicado en la editorial Planeta Volver a Canfranc, Desaparecida en Siboney y La huella de una carta. Con estas obras suma veinte ediciones hasta el momento. Un viaje de novela, el viaje teatralizado en tren y la ruta literaria sobre Volver a Canfranc, ha obtenido el premio a la mejor experiencia turística de Aragón 2021. La autora ha colaborado con sus artículos en Qué leer, El País y El Dominical de El Periódico. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. Ganó el premio Magda Portal del Ministerio de la Mujer de Perú, país donde vivió casi una década, y el prestigioso premio Ciudad de Huelva de relato, entre otros galardones internacionales.
El libro:
El cielo sobre Canfranc ha sido publicado por la Editorial Planeta en su Colección Autores Españoles e Iberoamericanos. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 530 páginas.
Como complemento pongo un vídeo en el que Rosario Raro nos habla de su novela El cielo sobre Canfranc.
Para saber más:
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