Revista Cultura y Ocio

"El cielo y la tierra darán cuenta de nuestra inocencia"

Por Santos1

San Juan Houghton, y compañeros mártires cartujos. 4 de mayo.

Este santo mártir nació de una familia de la nobleza inglesa de Essex. Estudió en Cambridge, licenciándose en ambos Derecho. Aunque el mundo le sonreía, lo abandonó para ser sacerdote y servir a Dios. Siendo presbítero entró a la Cartuja de Londres, donde desde el noviciado comenzó su vida de perfección. Fue ejemplar en la oración, el silencio y la obediencia. 

En 1531 fue elegido prior de Beauvalmas a los dos años los monjes de Londres le eligieron para que fuera su prior y allí se encaminó. Fue un recto y amoroso padre para con sus monjes, a los que decía: “Si somos siervos inútiles al hacer las cosas que debemos, ¿qué seremos cuando, por culpa nuestra, no hacemos lo que debemos? Caín fue reprobado por ofrecer víctimas menos dignas, y la ley de Moisés reclamaba para Dios víctimas inmaculadas. Temamos la sentencia de la Escritura, (Jer. 48, 10): Maldito el que hace la obra de Dios con negligencia’”. En 1532 fue nombrado Visitador de las Cartujas de la Provincia Inglesa.

En 1534, luego de la inválida declaración de nulidad matrimonial entre Enrique VIII y Catalina de Aragón, y el consiguiente matrimonio del monarca con Ana Bolena, el rey pretendió ganar para sí al clero, pretendiendo hacer legítima su descendencia y sus actos contra la fe católica que hasta poco antes había defendido. Sabiendo del prestigio de la Cartuja de Londres, quiso ganarse a los monjes a su causa. En abril de ese año envió legados a la Cartuja para que firmaran la adhesión al rey y la legitimación de los futuros hijos de Ana Bolena como legítimos herederos a la Corona. Juan respondió a las pretensiones reales: "Los Cartujos tenemos por costumbre no meternos en los asuntos de los Gobiernos. Por tanto, no nos toca decir cuál ha de ser la persona llamada a compartir los honores del Trono, o a recibir la sucesión de la Corona". Ante esta respuesta neutral, fueron los monjes precisados a ir más allá y declarar su aceptación o no del divorcio de Enrique. Su respuesta fue simple: si la Iglesia había bendecido ese matrimonio nadie tenía por qué declararlo nulo. Esta respuesta le valió la prisión domiciliaria a la comunidad. Cosa que no les costó mucho, pues cartujos y encerrados eran.

Sin embargo, nuestro santo y el procurador del monasterio fueron llevados prisioneros a la Torre de Londres. Allí el obispo de Londres le aconsejó que, puesto que el asunto de la sucesión no era algo de fe, no valía la pena morir por ella, y que podían firmar lo solicitado. Por ello, ya que una cuestión política, finalmente el 6 de junio del mismo año prestaron juramento de obedecer al rey y aceptar la cuestión dinástica, hasta donde lo permitiera la conciencia y la ley divina. 

Los monjes estuvieron en relativa paz hasta noviembre, cuando Enrique VIII se proclamó a sí mismo y a sus sucesores como Cabeza de la Iglesia Anglicana, con lo cual se iniciaba un período de persecución contra todo católico que no aceptara semejante herejía. Los cartujos de Londres recibieron la noticia respondiendo: "Muramos en la simplicidad de nuestros corazones. El cielo y la tierra darán cuenta de nuestra inocencia". A lo que Juan respondió: “Sea una misma muerte la que nos haga nacer a la vida eterna a los que una misma Regla tuvo muertos al mundo y a sí mismos". Y se dispusieron a la muerte mediante la oración y la penitencia. El último día, mientras cantaban la Misa Votiva del Espíritu Santo, todos sintieron una brisa que recorría la iglesia conventual, y al mismo tiempo una moción interior de fuerza para el martirio. Nuestro inclíto santo tuvo que detenerse varias veces mientras celebraba la que sabía sería su última misa, pues la emoción le embargaba.

Pocos días después se reunieron en la Cartuja de Londres Roberto Lawrence y Agustín Webster, priores de Beauval y Axholme, respectivamente. Los tres priores celebraron consejo y decidieron entrevistarse con Cromwell, el terrible ministro del rey, para exponerle que el estilo de vida cartujana no era enemigo del reino, pues no se inmiscuía para nada en la vida del mundo. Los monjes intentaron, en un último esfuerzo librar al menos a los monjes de la persecución, pero todo fue en vano, y aún más, contrario a ellos (según la prudencia del mundo): fueron apresados y enviados a la Torre de Londres, acusados de alta traición. Allí fueron vejados infinidad de veces y presionados para que claudicaran y admitieran la supremacía real sobre la Iglesia si querían vivir. Los tres santos prefirieron la palma de la victoria antes que traicionar a Cristo y vivir una vida de separación de la verdadera Iglesia.

El documento que debían firmar para irse libres y en paz se conserva, sin firmar, y al dorso tiene estas palabras: “Juan Houghton declara que no puede reconocer al rey nuestro soberano, como jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra, por encima de los apóstoles de Jesucristo. Roberto Lawrence afirma que no hay sino una sola Iglesia Católica, de institución divina, bajo la autoridad del obispo de Roma; y renuncia, en consecuencia, reconocer la supremacía real. Agustín Webster pretende que el jefe de la Iglesia es, no el rey, nuestro soberano señor, sino el obispo de Roma, es decir, aquel que ha sido declarado tal por los doctores Ambrosio y Jerónimo”.

Finalmente fueron condenados por delito de alta traición, y sometidos a un terrible tormento. El 4 de mayo de 1535 fueron atados a la cola de caballos y arrastrados hasta la plaza Tyburn, testigos de tantísimos testimonios martiriales. Estando Juan con la soga al cuello, fue invitado una vez más a renegar de la autoridad papal, mas el no respondió, y se dirigió al pueblo: “Pongo a Dios por testigo que si me niego a obedecer al rey, nuestro señor, no es por obstinación, ni por malicia, ni por espíritu de insubordinación, sino porque me obligaba a ello mi conciencia. Encontrándose los decretos de su Majestad y del Parlamento en contradicción con las leyes de la Iglesia, nuestra madre común, es mi deber someterme a las órdenes de Roma, y con la ayuda de Dios, no faltaré a la obediencia que les debo, aunque tenga que sufrir mil muertes. Rogad por mí, y tened piedad también de mis hermanos, de quienes fui indigno Prior”. Entonces recitó el salmo 30: “En Vos, Señor, he esperado; no sea yo confundido para siempre; libradme por vuestra justicia. Inclinad hacia mí vuestro oído; acelerad mi socorro. Sed para mí Dios protector y un lugar de refugio, donde me pongáis a salvo. Porque Vos sois mi fortaleza y mi auxilio; por vuestro Nombre me guiaréis y me sustentaréis. Me libraréis de este lazo que ocultamente me armaron; porque Vos sois mi defensa. En vuestras manos encomiendo mi espíritu; me habéis redimido, Señor Dios de bondad”.

Entonces fue ahorcado y, según era costumbre, en medio del sofoco, se cortó la cuerda y estando aún vivo, se le abrió en canal y se le sacaron las vísceras. Aún tuvo ánimo para clamar el santo mártir: “Amabilísimo Jesús, tened piedad de mi en esta hora”. Y expiró. Luego se juntaron los trozos del cadáver, se hirvieron y se clavaron en varios lugares de la ciudad para amedrentar a los católicos. El brazo derecho se colocó frente a su Cartuja para que los monjes lo vieran y se aprestaran a jurar la fidelidad al rey como Jefe de la Iglesia. Los priores Roberto Lawrence y Agustín Webster padecieron igual martirio. Sobre la suerte de los otros monjes, podéis leer en la “vita” del Beato Guillermo Horne (5 de agosto), ya publicada en el blog.

Los cartujos de otras partes de Europa siempre tuvieron en gran estima el testimonio de martirio de sus hermanos ingleses. Recogieron cuidadosamente todas las noticias y pocas reliquias que de ellos quedaron y trasmitieron a los monjes aquellos santos ejemplos. Sin embargo, nunca promovieron su canonización. El 29 de diciembre de 1886, el papa el Papa León XIII promulgó el decreto que reconocía el martirio de 34 víctimas de la persecución contra los católicos en Inglaterra, y entre ellas estaban los 18 cartujos mártires (leer sobre los demás aquí), beatificándoles oficialmente. En 1887 el Capítulo General de la Orden mandó se celebrase su fiesta en todos los monasterios cartujos. El Capítulo de 1897 pidió a la Sagrada Congregación de Ritos, una Indulgencia Plenaria a ganar el 4 de mayo de cada año, día de su memoria litúrgica. El 25 de octubre de 1970, el Papa Pablo VI canonizó a los tres priores cartujos junto a otros Santos Mártires de Inglaterra y Gales. Entre ellos al brigidinoSan Ricardo Reynolds (4 de mayo), quien durante mucho tiempo fue tenido como uno de los cartujos.

Fuente: 
"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000.

A 4 de mayo además se celebra a 

San Judas Ciriaco,
obispo y mártir

Santa Bertha
de Kent, reina

Otros santos
del 4 de mayo

S. Ricardo Reynolds,
brigidino mártir


Nuestra Señora del Lledó



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