Publicado originalmente en LiberalSpain
No ha pasado demasiado tiempo desde mi anterior artículo en este medio defendiendo el cierre de las televisiones públicas. Ha tenido que ser la que me toca más de cerca geográficamente la primera en caer. No me resisto a lanzar un par de comentarios entre la polvareda reinante.
En primer lugar, y atendiendo a mis opiniones ya expresadas, la noticia, objetivamente no puedo dejar de calificarla de positiva. Las televisiones públicas han de cerrar. O venderse. Desaparecer. Es imposible que cumplan con su supuesta función de servicio público. El sesgo que proviene del que manda, se transmite a sus subordinados, la independencia no existe. Y los hechos así lo demuestran.
Por otro lado, a la vista de las actuaciones de los “profesionales de la información” del ente, me invade un profundo sentimiento de asco. De repulsa. Conseguirán que la pena que me produce la pérdida de empleos de personas que conozco y aprecio se torne en indiferencia cuando no frontal oposición. Me explico:
Asumir a toro pasado que se sometieron a las presiones, que tragaron con lo que vino de arriba, que no pudieron ser todo lo objetivos que hubieran debido, en definitiva, que no hicieron su trabajo como un profesional del mundo de la información debe, es asumir que la pérdida de su trabajo es más que merecida. Salir ahora a llorar ahora, poniendo de manifiesto que un medio de comunicación público no es más que un instrumento al servicio del poder, es demostrar su incompetencia. Todos aquellos que alguna vez hemos pensado dos minutos sobre el asunto, sabemos que un medio de comunicación público no puede ser independiente. Punto. Tú lo sabes. Y yo. Y ellos. Patalear es gratis, pero pone de manifiesto la catadura moral del pataleante, sírvame el palabro. Por ignorancia, por incompetencia, por falta de profesionalidad muchos han perdido su trabajo de forma merecida.
Evidentemente esto no significa, que me ponga del lado de los que ejercían la presión. Mientras escribo estas líneas el señor Fabra no tiene ni la más remota idea de cómo va a ejecutar la decisión tomada. Meter una televisión en el Estatuto de Autonomía. Menudo disparate. La plantilla de RTVV es tan amplia o más que otras televisiones privadas españolas, que sí se deben a sus accionistas, y que por lo tanto o presentan beneficios o cierran, lo que significa que el número de comisarios políticos, chupópteros profesionales y enchufados varios, es más que considerable. Tampoco me dan ninguna pena. Me alegraría de no ser porque el ahorro que esto pueda suponer no llegará a mis bolsillos. Me dan lo mismo.
Este panorama deja cada vez menos personas de las que compadecerse. Quizá otras empresas cierren, víctimas como otros profesionales de la falsa seguridad de trabajar para el sector público, y sus trabajadores irán a la calle.
Finalmente una reflexión sobre la democracia (¿?). RTVV es la televisión de todos los valencianos. No la del PP. Pero todos los valencianos votaron en su día y otorgaron al PP, mayoría suficiente para poder tomar este tipo de decisiones – seguro que encuentran pábulo jurídico. La soberanía del pueblo reside en el parlamento. Y en este caso en el parlamento manda el Partido Popular de forma holgada, ergo según los principios democráticos, todos los valencianos estamos representados en el parlamento y si se cierra RTVV la cerramos todos. Así funciona.
Todo esto demuestra de nuevo que la democracia está muy bien, hasta que la mayoría les pasa por encima a esos demócratas de boquilla, que llaman fascismo a todo aquello que no sea su opinión.
Recapitulando, que no hay mal que por bien no venga. A ver si cunde el ejemplo.
P.D.: He oído comentar que el ERE de Canal 9 estaba bastante mal planteado, simplemente para que lo tumbaran y tener la excusa para el cierre. Esto significa varias cosas, a saber: que en Telemadrid pasará lo mismo o parecido y que en el PP son unos pusilánimes que no tienen la suficiente catadura moral para tomar las decisiones y ejecutarlas.
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