El cierre de la televisión pública en Grecia es un gran triunfo para la democracia y la libertad de los pueblos en todo el mundo. La experiencia histórica demuestra que permitir que un gobierno controle una televisión pública es como poner una pistola cargada en manos de un asesino en serie. Siempre la utilizará para eliminar el libre pensamiento y la reflexión ciudadana, estimulando en cambio la mentira, el engaño, la manipulación y la confusión de una ciudadanía a la que termina convirtiendo en un rebaño estúpido, torpe y fácil de gobernar desde el privilegio y el abuso despótico. ---
Al menos un efecto positivo de la crisis en Grecia: el poder político ha tenido que cerrar la televisión nacional pública, un instrumento que utilizaron los políticos griegos en el pasado para manipular, mentir y engañar a sus ciudadanos. Privados de los medios de comunicación que controlan y, sobre todo, de sus televisiones públicas, los actuales políticos perderían capacidad para engañar y tendrían que someterse a la democracia y a los intereses de sus respectivos pueblos.
La democracia, de inspiración liberal, parte del criterio de que el Estado es un peligroso monstruo (Leviatan) al que los ciudadanos necesitan controlar férreamente para que no se deslice, como es natural en él, hacia la opresión y el abuso de poder. Aquella democracia original dictó que los medios de comunicación deberían estar siempre en manos privadas y ser independientes y libres para poder así controlar y fiscalizar a los grandes poderes. Poner una televisión en manos de un gobierno es mucho mas peligroso de lo que la gente cree; es como dar una pistola cargada a un asesino en serie. Con toda seguridad, la utilizará, como ha demostrado la Historia, para mentir, manipular, someter y hacer pasar por democracia lo que es una simple y sucia dictadura de partidos.
Por eso, el cierre de la televisión pública en Grecia es un gran triunfo para la democracia y la libertad de los pueblos en todo el mundo.
Sin embargo, algunos políticos europeos ajenos a la democracia y no pocos periodistas sometidos al poder y alejados de la información veraz han protestado repitiendo esa mentira de que "El cierre de un medio de comunicación siempre es una mala noticia en democracia", cuando la verdad es que solo los medios independientes, veraces y capaces de fiscalizar y controlar al poder son positivos para la democracia. De hecho, el cierre de un medio de comunicación que esté controlado por el poder político o el partido gobernante, transformado en medio de propaganda y manipulación, como ocurre con la mayoría de las televisiones públicas, es siempre una óptima noticia en democracia porque priva al poder de un valioso instrumento que utiliza para dominar y pervertir a la ciudadanía. ´
Las televisiones públicas podrían ser útiles a la democracia, pero siempre que su libertad, independencia y veracidad estuvieran garantizadas y que el control de ese medio, en lugar de estar en manos de un partido político, estuviera en las de una comisión de ciudadanos expertos, independientes de los partidos y con solvencia ética.
Los ciudadanos deberían exigir que hicieran lo mismo sistemas injustos y abusivos como el Español, entre otros, que prefiere asfixiar a los ciudadanos con impuestos y devaluar servicios vitales como la educación, la salud y la protección a los débiles antes que cerrar sus televisiones, utilizadas siempre para perpetuarse en el poder, engañar y manipular. La Historia también demuestra que los políticos conocen bien la fuerza manipuladora de las televisiones y prefieren subir impuestos, eliminar ayudas a las familias y hasta cerrar antes un sistema sanitario que eliminar ese valioso instrumento de control de la libertad, la conciencia y la ciudadanía que es la televisión. Los telediarios y otros programas de la televisión pública se han convertido en escenarios donde los políticos son las estrellas rutilantes y donde el poder político deslumbra y parece necesario, justo y popular, cuando en realidad es injusto, miserable y está necesitado de una inmensa regeneración ética y democrática. Visto a través del tramposo "milagro" de las televisiones del poder, las sociedades injustas y degradadas que gobiernan los políticos, muchas veces verdaderos espacios dominados por rateros y rufianes, parecen sociedades justas y democráticas.