Revista Cine
“La vida significa actividad. Detenerse es morir” Manoel de Oliveira
Hoy voy hablar de dos cintas (A.- La primera y B.- La penúltima) de Manoel de Oliveira, cineasta portugués con tantas ganas de hacer cine, que se va para los 104 años de edad y ya tiene una película más en camino. Es admirable realmente este señor que se destaca por lo cuidadoso para mostrar paisajes tan exquisitamente bellos en sus filmes. Y lo más importante, es un ejemplo de fuerza de voluntad para no decaer en el último tramo de nuestra existencia sino continuar con la misma fuerza y sueños de nuestra juventud. Al final depende de nosotros considerarnos unos veteranos en vida o unos jóvenes eternamente. Está en cada uno tomar la decisión que considere conveniente.
A.- Duero, río de trabajo duro (Douro, faina fluvial) (Portugal 1931)
Los días en torno al río Duero son de mucho esfuerzo. Hombres y mujeres saben que el pescado es el gran medio para su subsistencia. Hay que trabajar duro para llevar comida a la casa. Por las mañanas, los pescados son llevados al Puerto donde son ordenados, clasificados y enviados para su venta. Las mujeres destacan en el Puerto por la manera como cargan canastas con distintas mercadería en sus cabezas.
El día avanza, el trabajador porteño se alimenta y departe momentos con sus amistades. Finaliza el día, otra vez se debe salir a la mar, en la madrugada le espera un nuevo día para la pesca.
En su primera película (por cierto muda), De Oliveira ensalza al trabajador del puerto.
B.- El extraño caso de Angélica (O estranho caso de Angelica) (Portugal 2010)
Isaac (Ricardo Trepa) es de aquellas personas que en vez de dormir, disfruta con seguir trabajando. Su profesión: fotógrafo. Su pasión: Captar la belleza de lo clásico, de los paisajes que a otros colegas no les interesa pero que a él si le gusta retratar. Es en una de aquellas madrugadas de radio, fotos secándose en cordeles y libros con poemas que a Isaac le comunican un trabajo inesperado: Tomar unas placas de la joven Angélica (Pilar López de Ayala), joven muchacha de una familia muy importante de Oporto, la cual acaba de fallecer.
En sí, el trabajo es fácil, sólo tomar unas fotos desde distintos ángulos y capturar la belleza de la muerta (esa es la indicación de la madre de Angélica). Isaac contempla la belleza calmada de la muerta, es más parece que no estuviera muerta. Toma una foto desde una posición, luego una segunda desde otra posición, es en la tercera toma y desde un nuevo ángulo que al momento de hacer un click la bella Angélica le sonríe. Isaac se confunde, le da miedo, mira a los asistentes al velorio y todos parecen tranquilos como si no hubiera pasado nada. Toma 4 placas más y se va del lugar.
La noche siguiente parece que la vida hubiera creado un mecanismo para que Isaac y Angélica disfruten de un amor terrenal-angelical. Más temprano que tarde, todos en la ciudad comienzan a murmurar que Isaac ha perdido la cabeza y lo juzgan de loco. Ahora Isaac durante el día se hace muchas preguntas existenciales sin respuesta. ¿A dónde le conducirá este amor “mortal”?
En su penúltima película, De Oliveira ensalza el trabajo del campesino a través de las muchas tomas fotográficas que hace el personaje del fotógrafo. Por otro lado nos muestra una historia de amor que va más allá de la vida (o la muerte). De Oliveira nos deja como tarea reflexionar acerca de que en la vida puede haber tristezas, pesimismo pero hay también esperanza y optimismo.