Revista Cine

El cine de terror de los 70 y 80

Publicado el 03 febrero 2011 por Lapalomitamecanica

Los niños, los bichejos, Michael Myers y la cochina de tu hija.
Reportaje: El cine de terror de los 70 y 80

No recuerdo la última vez que sentí auténtico terror en una butaca de cine. Al margen de la horripilante sensación que me invade siempre cuando veo a Fran Perea en una película, pocos estrenos de género de los últinos tiempos han desatado el verdadero pánico, a no ser que tengas 5 años y aún temas a Ronald Mcdonald, que, en cierto modo, sí es un personaje algo inquietante. Porque, amigos, el cine de terror parece haber muerto y si no fuera gracias a una de sus premisas más subyacentes, el regreso a la vida después de la muerte, perdería la fe en su renacer.

Si hay dos épocas que merecen un reconocimiento por marcar un hito en la historia de las horror movies, sin duda, son las décadas de los 70 y 80, sin desmerecer claro aquellos clásicos de la Hammer y los primeros estereotipos inmortales que lanzaron a la pantalla, perfilando a unos personajes que aún a día de hoy se mantienen prácticamente intactos, aunque a veces con absurdas variantes como los vámpiros anémicos de Crepúsculo, cuyo final natural debería haber sido la muerte inmediata al exponerse al sol, fin de la saga, gracias señor.

Reportaje: El cine de terror de los 70 y 80

Los años 70 se caracterizaron por un cine de terror verdaderamente espeluzante. Un terror basado en demonios, slasher movies y cuerpos extraños y viscosos moviéndose en la oscuridad, y no, no hablo de Mariñas untado en aceite acechando a Cantizano en la penumbra. Hablo de Cronenberg, que, con Vinieron de dentro de (1975), nos inducía a todos a esa expresión de repugnancia que sólo es capaz de inspirar en la actualidad Belén Esteban. El director nos dejaba ya claro su gusto por las criaturas pegajosas, escenas repugnantes y argumentos rarunos, que luego acenturaría con Cromosoma 3 (1979), plagada de mini Jordis Puyol malignos, y ya en la década posterior con Videodrome (1983) o La Mosca (1986).

Mientras Cronenberg pensaba en guarradas vomitivas que, a su vez, molaban, una niña en camisón giraba su cabeza, se meaba encima y soltaba más blasfemias que una tertulia entre Bad Santa y Bea la legionaria de Gran Hermano. La insuperable El exorcista (William Friedkin, 1973) se alzaba como el estreno más terrorífico jamás rodado hasta entonces y, si me apuráis, hasta ahora. Su banda sonora, sus efectos especiales, su guión, sus interpretaciones y su técnica de rodaje conformaron una cinta tan realista que ha atemorizado al más escéptico. No es una película de posesiones, es la película de posesiones.


Reportaje: El cine de terror de los 70 y 80

Y se suele decir que si crees en dios, también has de creer en el demonio y, por supuesto, en el dulce Damien. La profecía (Richard Donner, 1976) fue la otra obra de más calado en el género de aquellos años, con aquel inquietante Luis Piedrahita en miniatura. Una película que se erige como maldita por la extraña muerte de la esposa del creativo que ideó la brutal escena de la decapitación, en parecidas circunstancias a las rodadas en el film. Cuanto menos, un suceso escalofriante.

Los niños comenzaron a ser habituales malvados de las horror movies con un retrato paradójico entre el súmmum de la inocencia y la más horrible de las maldades, unos monstruos capaces de cualquier atrocidad contra la que los adultos se ven sin valor para atacar. Después de todo, ¿Quién Puede Matar a un Niño? (1976), la excelente cinta de Narciso Ibañez Serrador con profundo mensaje incluido, del que yo además he extraido que quien con niños se acuesta, está jodido. Hecho demostrado también con  la genial Al final de la escalera (Peter Medak, 1980) o.Los chicos del Maíz (Fritz Kiersch, 1984).


Reportaje: El cine de terror de los 70 y 80

Pasando de los infantes, Spielberg tiró por animales asesinos y se gastó la mejor película de toda su trayectoria, Tiburón (1975). El escualo más famoso del planeta se convirtió en el más ingenioso e invisible asesino en serie de la historia, un psicópata que aterroriza a un espectador que en ningún momento visualiza a la bestia, sino que se guía por las referencias materiales que delatan su ubicación y movimiento, algo más escalofriante que verlo en plenitud. Una de las mejores obras de la época  a quien debemos nuestro pánico a las profundidades y que abrió la veda a este tipo de films, como Pirañas (Joe Dante, 1978).


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Fueron épocas doradas también para un Carpenter que mostraba lo mejor de sí mismo en La cosa (1982), de la que heredamos además una estupenda y útil metáfora para designar a la gente fea. Así mismo, asistimos a la creatividad de un Sam Raimi que se dejaba algo más que la piel en sagas como las de Evil Dead, iniciada en 1981 o la del mismo año, Aullidos de Joe Dante, con una transformación del hombre lobo más impactante que la de Jennyfer Aniston en los pósters de sus películas. Por no olvidar a un Wes Craven que en Las Colinas Tienen Ojos (1977) nos planteaba un argumento que se repetiría mil veces en el cine posterior.

Las slasher movies, o filmes de cuchillo, encontraron su impulso en peliculones como La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974), La noche de Halloween (John Carpenter, 1978) y, posteriormente, Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), o Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984), creando personajes que protagonizarían sagas y remakes y serían la base del cine de género posterior, como Scream o Sé lo que hicistéis el último verano.  Los espíritus de los muertos también tuvieron su gran espacio y la fantastica Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) se encargó de recordarnos que en la televisión no sólo conviven fantasmas córporeos como Rafa Mora. Kubrick con la enorme El resplandor (1980) nos dejó así mismo claro que dos personas y un niño que habla solo en un hotel gigante aislado de todo no puede conllevar nada bueno. Y más teniendo en cuenta un laberinto en el que no sabes si es peor encontrarte con David Bowie o con Jack Nicholson.


Reportaje: El cine de terror de los 70 y 80

Pero no sólo de puro terror vivía el género, al mismo tiempo, el humor y el gore se iban combinando a partir, sobre todo, de los 80, con películas atrozmencente desternillantes. El mismo Joe Dante nos traía unas pequeñas mascotas que todos quisimos tener para reproducir y acabar con el mundo cuando nuestras madres nos castigaban sin salir, los Gremlins (1984). La mencionada Posesión Infernal deshacía en carcajadas al público (inicio de Evil Dead de Sam Raimi) y Joel Schumacher se reía de los vampiros con una estética de lo más hortera en Jóvenes Ocultos (1987). Ghoulies (Luca Bercovici, 1985), Critters (Stephen Herek, 1986), Mal Gusto (Peter Jackson, 1987), y un largo etcétera fueron las representantes de un género híbrido que hoy se echa de menos y que sólo parecen haber intentado reavivarlo el propio Raimi con Arrástrame al infierno o las cintas y cortos festivaleros que poco se conocen.
Muchas quedan por nombrar en la larga lista de lo que la dórada década del cine de terror de los 70 y de los 80 nos legó, Hellraiser, Carrie, Terror en Amyriville, La tienda de los horrores, Creepshow, Cujo, La niebla, El muñeco diabólico,... Los niños, los bichejos, Michael Myers y la cochina de tu hija resumen lo que significó una época única y transcendental. Un tiempo en el que ver películas de miedo, daba miedo.


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