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El cine que no vimos/LVI

Publicado el 03 julio 2013 por Diezmartinez
El cine que no vimos/LVI
En el texto que la revista británica Sight and Sound le dedicó a Ben Wheatley en septiembre de 2011, Nick Hasted definía al cineasta inglés más interesante de los últimos años como un director "pre-Tarantino", desprovisto de ironías y juegos referenciales. Por supuesto, esto no quiere decir que en la obra de Wheatley (opera prima inédita en México Down Terrace/2009; tercer largometraje Excursionistas/2012, solo presentado en el Riviera Maya 2013) no puedan detectarse cierto tipo de influencias, pero el cineasta nunca las usa para jugar con ellas ni, mucho menos, para distanciar al espectador de lo que ve en la pantalla.  Y a las pruebas me remito con el caso de Kill List (GB, 2011), su segundo largometraje, para variar, nunca estrenado en México. La "lista de asesinatos" del título en inglés se refiere a las víctimas que tienen que ejecutar los matones profesionales y veteranos de Iraq, Jay (Neil Maskell) y Gal (Michael Smiley, el sicario sin niñera de Down Terrace), quienes reciben el encargo de manos de un elegante Cliente (Struand Rodger) sin nombre. Jay necesita ese trabajo: ocho meses atrás arruinó una encomienda en Kiev, tiene problemas serios con su demandante esposa Shel (MyAnna Buring) y las presiones de la vida matrimonial y de familia -tiene un hijito de siete años- lo tienen acorralado. Sin embargo, en cuanto empiezan a realizar su chamba, Jay y Gal sienten que algo anda mal: su primera asignación, que una leyenda identifica como "El Cura" (Gareth Tunley), no solo parece estar esperando su ejecución, sino que de hecho musita un "gracias" antes de que Jay le pegue un disparo en la cabeza. Vendrán otras víctimas -identificadas en pantalla con los apelativos de "El Bibliotecario" y "El Policía Militar"-  pero en cada episodio la tarea se vuelve más oscura, más violenta, más enloquecida. Cuando Jay llega al final de la lista, con solo una responsabilidad por delante -la ejecución de "El Jorobado"- el filme ha pasado a otros terrenos que no quisiera discutir aquí en detalle, para no echarle a perder a usted el delirio que ha preparado Wheatley en el desenlace. Sólo diré que el final no tiene nada de arbitrario: ha sido preparado cuidadosamente, desde los créditos iniciales hasta cierta enigmática pregunta que le hace "El Bibliotecario" a un iracundo Jay, pasando por cierto garabato que graba la novia de Gal, Fiona (Emma Fryer), en la casa de Jay y Shel.  De una manera similar -aunque no de manera tan radical- como sucederá con su siguiente película, Excursionistas, Kill List se transforma en otra cosa hacia el enloquecedor desenlace que nos remite, inevitablemente, a una obra cumbre del cine de horror británico, aunque en esta cinta, insisto, no hay ironía alguna ni guiños juguetones de ninguna especie. El horror es cinematográficamente real y no se borra de la mente de un plumazo. Ni de un plomazo. 

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