Revista Cine
En la entrevista contenida en el libro "Prohibido asomarse al interior" (Joaquín Mortiz/Planeta, 1986), Luis Buñuel le confesó a sus dos entrevistadores, José de la Colina y Tomás Pérez Turrent, que en cierta escena clave de Los Olvidados (1950), cuando el grupo de chamacos de la calle agrede al mendigo ciego Miguel Inclán en un solar baldío, quiso colocar en un edifico en construcción que se encontraba al fondo del encuadre, una orquesta sinfónica ensayando. Un capricho surrealista de Buñuel que, finalmente, no pudo llevar a cabo. La idea era destantear al espectador para que se preguntara, al momento de estar viendo la cinta, si lo que estaba al fondo del encuadre era realmente eso o se lo había imaginado.Recordé la anécdota buñueliana al estar viendo The Duke of Burgundy (GB, 2014), tercer largometraje del ascendente cineasta británico avecindado en Hungría Peter Strickland (Katalina Varga/2009, Berberian Sound Studio: la Inquisición del Sonido/2012). En cierta escena de esta cinta, estamos en una conferencia sobre lepidópteros -vulgo: mariposas- a la que solo asisten un grupo de muy atentas mujeres que escuchan a la ponente, que también es mujer. La cámara se pasea entre las asistentes y, de repente, vemos al fondo del encuadre, el maniquí de una mujer colocado en una silla, como si fuera una espectadora más. No terminamos de preguntarnos si lo que vimos realmente era un maniquí, cuando la cámara nos muestra otro más, colocado en otra silla. A partir de ese momento, cada vez que volvemos a ese pequeño auditorio, no queda más remedio que buscar si Strickland no colocó por ahí otro maniquí sentado o alguna marigüanada más.¿Homenaje a Buñuel, ya que hasta la conferencista se llama Doctora Viridiana? ¿O más bien referencia juguetona al cine baratón, descuidado y de sexploitation, del prolífico autor de culto Jesús "Jess" Franco, como han indicado otros? Da lo mismo: la escena de la conferencia queda en la memoria como uno de los varios juegos cinefílicos contenidos en este filme dirigido por el inclasificable Strickland, uno de los mejores cineastas británicos del nuevo siglo, al lado de Jonathan Glazer, Clio Barnard y Ben Wheatley -quien, por cierto, aparece como uno de los productores ejecutivos en The Duke of Burgundy.Estamos en algún lugar de la campiña europea, acaso en los años 60's o 70's. Una joven mujer, Evelyn (Chiara D'Anna, actriz secundaria en Berberian Sound Studio), llega en bicicleta a la casa de la elegante Cynthia (Sidse Babett Knudsen, estrella de la teleserie danesa Borgen/2010-2013), quien le abre la puerta, la recibe con una mirada gélida y la saluda con un cortante "llegas tarde". Ya dentro, Cynthia le ordena de manera despótica que limpie el estudio ("espero que esta vez no tardes todo el día"), que recoja las hojas secas del patio, que lave a mano sus panties, que le dé masajes en los pies y cuando la silenciosa muchacha dice que, por fin, ha terminado toda su labor, Cynthia encuentra la forma de hacerle un megapancho: al encontrar una pantie sucia, la estricta patrona monta en cólera, toma de la mano a Evelyn, le advierte que se va a arrepentir por ser tan descuidada, se mete con ella al baño y... bueno, escuchamos que, en efecto, la castiga. O algo así.No voy a agregar lo que sucede a continuación. Solo diré que después de esta larga secuencia inicial, la película se transforma en otra cosa. O, mejor dicho, revela su auténtica identidad: lo que habíamos visto hasta el momento no era exactamente lo que pensábamos. Más aún, cuando creemos que ya entendimos todo, nos damos cuenta que esta nueva visión es errónea o, por lo menos, incompleta, pues en la medida que avanza el filme, los personajes vuelven a cambiar de piel. Strickland ha realizado un fascinante juego cinematográfico y cinefílico: The Duke of Burgundy es, en primera instancia, un ingenioso e insidioso pastiche fílmico pero, también, una gran película por derecho propio. En The Duke of Burgundy se traslapan el Fassbinder de Las Amargas Lágrimas de Petra von Kant (Fassbinder, 1972), las referencias buñuelianas ya descritas, el homenaje al softcore porn europeo de los 60/70 y un regocijante humor paródico, que aparece en los mismos créditos iniciales -copia exacta del cine de los 60/70 con todo y la información de "lencería por" y "perfumes de"- hasta en los excéntricos créditos del final, que dan cuenta de un asesor en "excusados humanos", además de una larga lista en la que se anotan los distintos sonidos de las mariposas que escuchamos en la película, con todo y la identificación del nombre científico del animal, en qué sitio se grabó y hasta en qué fecha.En todo caso, más allá del juego de referencias para cinéfilos/cinéfagos avanzados y más allá de todas las extravagancias que vemos y escuchamos, The Duke of Burgundy -el nombre de otra mariposa: lo tuve que googlear- se sostiene porque tanto Cynthia como Evelyn son personajes profundamente humanos. Al final, debo confesar que terminé viendo a estas dos mujeres con auténtica solidaridad y hasta, ¿por qué no admitirlo?, con una pizca de resignado auto-reconocimiento. Lo mejor que he visto en lo que va del año.