Revista Cine
Es un lugar común apuntar que las películas con buenas escenas de acción física funcionan, en cierto nivel, como los musicales hollwyoodenses de los años 30’s/40’s/50’s. Es decir, independientemente de la historia y/o la trama, el montaje de una secuencia de acción en una cinta, digamos hongkonesa, es muy similar a la de cualquier musical gringo clásico dirigido por, digamos, Gene Kelly. Esta epifanía, digna del descubrimiento del agua tibia, me vino a la mente al ver en una de las más emocionantes peleas –golpes y patadas de por medio- de La Redada (Serbuan maut, Indonesia-EU, 2011), tercer largometraje del escocés avecindado en Indonesia Gareth Evans. En la escena de marras, el flacucho, chaparrín pero invencible villanazo “Perro Rabioso” (Yayan Ruhian) le está pegando hasta con la cubeta al pundonoroso sargento policial Jaka (Joe Taslim) y, en cierto momento, el citado “Perro Rabioso” se sube por la pared como lo hiciera Donald O’Connor en Cantando Bajo la Lluvia (Kelly y Donen, 1952), brinca grácilmente y, luego, le sigue dando de trompadas al pobre Jaka, que ya no siente lo duro sino lo tupido. Momentos de este tipo hay al pasto en 90 de los 101 minutos que dura La Redada, una híper-cinética película de acción que, inexplicablemente, no mereció estreno comercial en México. Me encontré el filme en un botadero de Blockbuster en una muy decente edición en DVD nacional, con una buena cantidad de extras: comentario subtitulado al español del director Gareth Evans, un análisis que hace el propio cineasta sobre una escena en particular, una conversación de Evans y los compositores Mike Shinoda y Joseph Trapanese con el público de algún festival de cine, además de la pedacería de rigor (tráiler oficial del filme, un tráiler de la serie animada tailandesa en la que está basada la película, y muchas cosas más). En cuanto a la cinta en sí, estamos ante una historia que resulta ser un simple excipiente para las mejores coreografías de acción que me ha tocado ver en varios años. El joven policía Rama (la estrella ascendente del “silat” Iko Uwais) es uno de los 20 cuicos que son enviados a capturar al todopoderoso Padrino de Yakarta Tama Rayaldi (Ray Sahetapi), quien domina el crimen organizado desde su imponente/derruido edificio de 15 pisos. Rama, sin embargo, tiene su propia agenda secreta, como lo deja entrever en cierto diálogo (“Lo traeré de regreso”) que tiene con su esposita embarazada al inicio del filme. Rama no es el único que tiene algo que esconder: eso mismo pasa con el viejo teniente Wahyu (Pierre Gruno) que dirige el operativo y, también, con la mano derecha del maléfico Tama, el tranquilo y cerebral Andi (Donny Alamsyah). Al final de cuentas, la vuelta de tuerca melodramática –deudora del clásico gangsteril de la casa Warner Ángeles con Cara Sucia (Curtiz, 1938)- resultará un elemento secundario más ante la interminable serie de coreografías del más rudo y sucio “silat” –disciplina indonesia de artes marciales- que Evans, Uwais y Ruhian han montado para solaz y esparcimiento de los cinéfilos que creen –que creemos, dijo el otro- que el cine también es esto: cuerpos desafiando la gravedad y, en el camino, repartiendo uno que otro mandarriazo.