Pienso en Estambul, seductoramente situado entre dos continentes, exigiendo día a día a sus transeúntes confrontar el simbolismo del viaje intercontinental entre Europa y Asia. No puedo sino pensar que quizás, secretamente, esta dualidad se ha colado en el cine; donde se juntan los rigores e intereses de occidente, con la mística de oriente.
Allí está lo cotidiano, presentando cada ápice de realidad con un reto que es a la vez mágico y primitivo. Por ejemplo, el descenso a las minas del ' Sueño de la Mariposa', donde una chica hermosa se viste de hombre para vivir la aventura del amor más allá de su clase; o el acto de domar a un caballo salvaje de ' Winter Sleep ', con el intelectual, ignorante del poder del cuerpo, perplejo ante el poder de sus decisiones.
El día a día turco nos supera. Se presenta dentro de los códigos habituales de Europa, pero cada paso es absolutamente exótico y desconocido. Allí radica su belleza.
La clase y otras luchas
Confieso que en mi experiencia personal, ha sido de gran interés confrontar la idea de pobreza y lucha de clases dentro del cine turco. Tanto 'El Sueño de la Mariposa' como 'Winter Sleep', presentan un grupo social que vive a pesar de la miseria y otro que intenta sobrevivir, e incluso vivir, a pesar de la dureza del mundo. 'Lo que es hermoso, es que estamos vivos', dice Muzafer, un personaje que lucha por preservar su alegría y sus ganas de vivir a pesar de la pobreza y la enfermedad.
A Muzafer, tuberculoso y pobre, lo vemos pedir alojamiento en el sanatorio a un médico que transita por la colina. Éste apenas se inmuta, y utiliza un argumento 'lógico', ensayado y banal para negarle su ayuda. Sin embargo, al descubrirlo poeta, y apreciar la belleza de su arte, se conmueve y lo lleva.
Por su parte, Aydin representa la misma esencia del poeta, un ser humano, reflexivo y artístico, situado del otro lado del espectro: el del dinero. Para él vivir al margen de la pobreza implica perder la dignidad. Llevar en sus manos el peso de su negocio lo vuelve mundano y lo aleja de su mundo de letras donde permanece impoluta la belleza del pensamiento. Aislado, como está, se niega a abrir los ojos frente a las necesidades del otro. Le dice a su propio inquilino que el desalojo no depende de él, pero se interesa en comprometerse a ayudar a una mujer que le escribe una carta enaltecedora. Aydin es el más precioso de los hipócritas, porque ignora su hipocresía.
Ceylan encuentra cientos de maneras de desarrollar esta premisa: el niño que desmaya mientras Aydin extiende su mano para ser besada, Fatma, la sirvienta de la casa, que a pesar de su omnipresencia, nunca reclama el plano más que para atender a su señor. Pequeños detalles que hacen indiscutible a un gran director.
El arte en el arte
Es un placer ver los más agrios temas sociales tratados con la óptica de a sensibilidad artística. Infiero que el cine turco es sensible, y se niega a rendirse a lo real en nombre de rechazar el guiño a otras disciplinas como la música, la literatura y la poesía. Por eso, los personajes que hemos descubierto en esta muestra son intelectuales, poetas, críticos de música y dramaturgos que no pueden ver al mundo más que a través del prisma del arte que todo enaltece. Rustu escribe hasta morir, y Muzafer, que apenas le sobrevive, le acompaña hasta su último suspiro entre libros y poesía.
Ignoro si el cine turco renace, o se consolida. Pero sin duda se yergue con firmeza. De la visita a nuestra escuela, no puedo sino intuir, un cine y una sociedad sensible al arte que no puede sino conmoverse ante la oscura belleza de la vida y el hombre.
Por: Jennifer Da Silva, alumna del Master en Dirección Cinematográfica de la Escuela Universitaria de Artes y Espectáculos TAI