El presidente de Banco Santander, Emilio Botín, conocido por sus proclamas a favor de la reforma laboral, el retraso de la edad de jubilación y los recortes sociales escondía, al parecer, más de 2.000 millones de euros en Suiza. Botín calla ante estas imputaciones, recogidas en un auto de la Audiencia Nacional, que se suman así a la sentencia del Tribunal Supremo que el pasado mes de enero inhabilitó a Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco Santander, por un delito de acusación falsa y estafa procesal. Ambos temas fueron sometidos a debate en la Junta de Accionistas celebrada ayer y ambos fueron silenciados por el patriarca Botín, que demostró con su actuación ser muy poco amigo de la participación y el debate. El sistema financiero no está acostumbrado a que nadie le cuestione y menos aún a dar cuenta ante la ciudadanía de sus decisiones. La banca se ha sentido intocable y nunca imaginó que la ciudadanía pudiera exigirle que asuma su responsabilidad en el estallido de la crisis económica, provocada por su avaricia y soberbia. Emilio Botín es un buen exponente de un modelo de desarrollo que destruye empleo y esquilma los recursos naturales, mientras acumula beneficios multimillonarios en unas pocas manos. Por supuesto, todo este dinero, fruto de la especulación financiera, la búrbuja inmobiliaria y la corrupción del sistema, busca refugio en paraisos fiscales, no vaya a ser que sus migajas contribuyan por error a la equidad y a la justicia social. ¡Faltaría más!