Ahora es cuando empiezo a echar la vista atrás y veo la de cosas que me han pasado en vuestra compañía, cada cual más impensable que la otra, desde mi primera conferencia en la Universidad de La Manouba de Túnez, donde casi no llegaba al micrófono hasta cumplir uno de mis sueños; la publicación de mi libro "Ser inteligente no es un delito" y mi reciente conferencia en Argentina, un país que me ha llegado al corazón. Y lo todavía que nos queda por vivir juntos, demostrando que Tu Éxito está en tu esfuerzo.
Pero el mundo a mi alrededor no es que se haya quedado quieto, se ha quedado "rayado" completamente.
¿No creen que todos los días tenemos titulares, donde nos recuerdan que la justicia española es equivalente a la impartida en un juzgado del universo de Juego de Tronos o a la de un país tercermundista?
Pero vamos a dejarnos de intermediarios, en este caso los medios de comunicación, y vamos a explorar el auténtico epicentro de la escasa o nula popularidad de la clase política, vamos a su hábitat natural; los innumerables parlamentos y asambleas de chupópteros repartidas por España. Si nos adentramos en estos lugares, las imágenes que vemos serán difíciles de digerir, así que, mientras vamos preparando el Almax para pasar el mal trago, yo voy relatando. Es tal el hastío, desengaño y desilusión, que mi mentalidad ha pasado de pertenecer a un ciudadano que creía en la buena fe de mis representantes, a la de un ciudadano asqueado de un sistema absurdamente injusto: el cinismo de la clase política.
Años atrás un buen hombre al que me dirijo con el apelativo de "papá" me dió la definición extaroficicial de política -atribuida a Louis Dumur- durante uno de nuestros largos diálogos donde yo era el periodista y él el entrevistado, hijo, La política es el arte de servirse de los demás, haciéndoles creer que se les sirve. Imagínense mi expresión al escuchar esa contestación a una pregunta tan simple y con una duda que quería satisfacer cuanto antes.
El resumen de mi pensamiento político -sin ideología- es la pérdida de la fe en ella. Vivimos en un mundo de aprendices de sofistas, con infinitamente menos conocimientos y más ignorancia que estos sabios griegos que dejaron de enseñar hace más de dos mil años, estas personas creían en una política sin diálogo, cada uno aportando sus ideas y sin posibilidad de réplica. Estos politicuchos caraduras -no pueden tener otro apelativo- viven obsesionados con un mensaje claro: "Yo soy el mejor, soy vuestro salvador, depositad en mi vuestra confianza". En fin, ¿la Historia se repite o no?.
¡HASTA LA PRÓXIMA!