A finales del siglo XIX, una niña de 8 años asistía entusiasmada al lado de su madre a la representación del ballet de La Bella Durmiente. Fue entonces cuando Anna Pávlova supo con determinación que iba a ser bailarina. Y sería una gran bailarina.
El nacimiento del cisne
Anna Pávlovna Pávlova nació en San Petersburgo el 31 de enero de 1882. Su madre era una lavandera llamada Lyubov Feodorovna. De su padre, muerto cuando Anna tenía tan sólo 2 años, no se conoce su identidad, aunque podría ser de origen judío. La madre de Anna se volvió a casar cuando la niña tenía 3 años con Matvey Pavlov, del que tomó su apellido. Es posible que Anna hubiera sido hija ilegítima y que el segundo marido de su madre la adoptara como propia.
Anna fue desde pequeña una niña débil que sufrió todo tipo de enfermedades durante su infancia. Mimada por su madre, fue trasladada un tiempo a vivir al campo con su abuela para intentar mejorar su estado de salud. Anna entró entonces en contacto con la naturaleza más pura, en la que encontraría parte de su inspiración futura.
El despertar del cisne
Anna Pávlova tuvo desde niña una clara inclinación hacia la danza. Pero fue una representación de la Bella Durmiente a la que asistió con su madre cuando tenía 8 años lo que hizo despertar por completo su decisión de dedicarse de lleno al baile. A pesar de que entonces fue rechazada por la Escuela del Ballet Imperial por ser demasiado joven, fue admitida dos años más tarde. Anna permanecería más de 6 fructíferos años en la prestigiosa academia de danza.
Los duros años de trabajo y estudio en la escuela dieron los resultados esperados en la débil pero voluntariosa Anna. La Opera Imperial o Teatro Mariinsky fue el primer escenario importante para Anna donde rompió con el estereotipo de bailarina fuerte y robusta. El cuerpo delgado de Pávlova daba a sus interpretaciones un aspecto etéreo que fascinó a los amantes de la danza.
Su interpretación del ballet “La muerte del cisne”, con coreografía de Michel Fokine y música de Camille Saint-Saëns, fue su consagración definitiva. Representó a lo largo de su vida este bello ballet en incalculables ocasiones y en multitud de países.
Los viajes del cisne
Convertida en una bailarina de éxito, Anna Pávlova inició una gira por todo el mundo acompañada de su supuesto esposo el barón Victor Emilovitch Dandré, con el que formó una compañía de danza. Durante largos años interpretaría las más bellas danzas por los rincones más diversos del mundo.
La muerte del cisne
En 1930 Anna Pávlova realizó su última gira por Europa. Después de un merecido descanso en Cannes, Anna decidió marchar a París para encontrarse posteriormente con su compañero en La Haya. El tren que tomó sufrió un accidente. Anna bajó de su vagón para ver qué sucedía y cogió un fuerte resfriado. A partir de entonces y hasta su destino en La Haya, Anna ya no se recuperó. Una infección pulmonar la fue debilitando hasta la muerte.
Estaba a punto de cumplir 50 años y de subir de nuevo a los escenarios cuando Anna Pávlova falleció de pleuresía el 23 de enero de 1931. Al día siguiente debía representar de nuevo La muerte del cisne.