Revista Insólito

El clarividente Bernat Metge

Publicado el 14 enero 2011 por Monpalentina @FFroi
El clarividente Bernat Metge
A comienzos del año 1399 el escritor español en lengua catalana Bernat Metge compone su obra más importante El sueño (Lo somni). Nacido en Barcelona hacia el 1343 y muerto en la misma ciudad en 1413, Metge fue secretario real de Juan I, notario de la cancillería de la reina Eleonora. Al morir Juan, su sucesor, Martín, mandó que fuera encarcelado junto a otros consejeros, acusados de la muerte del rey. Absuelto al poco tiempo, Bernat Metge recuperó su anterior cargo y, basándose en un esbozo anterior, Apología (1395), escribió El sueño, obra dialogada y dividida en cuatro partes, en la que se relata la aparición del rey Juan I en el purgatorio, en un intento de demostrar que, aunque había muerto sin confesarse, se encontraba «en vía de salvación». Bajo la influencia de Petrarca, Metge introdujo elementos prerrenacentistas en la literatura catalana. Como poeta es autor de Libro de Fortuna y Prudencia, Sermón y Medicina. Tradujo asimismo al catalán una de las historias del Decamerón de Boccaccio.
Descripción del Infierno
»A la salida, se encuentra un camino abrupto, por el cual, bajo el palacio de Plutón (sumo príncipe infernal), se va a los más profundos y terribles avernos. Hay primero una gran ciudad, cercada por tres altos y robustos muros y por un río en llamas, de nombre Flegetonte; en ella se entra a través de un majestuoso portal, cuyas columnas son de diamante, sobre las cuales se alza una altísima torre de hierro. La preside Tisífone, de sangre vestida, que vela constantemente y que azota cruelmente a las almas con la ayuda de sus hermanas –que antes mencioné–, las furias, rodeadas de sierpes que brotan, cual cabellos, de sus cabezas. Con Éaco, juez también cruel, ejecutan la sentencia dictada por Radamante. El castigo allí es particular: según el crimen cometido en vida, el alma será castigada de un modo o de otro.

»La entrada de la ciudad está custodiada por Megera, tan cruel como terrible, que les da a las almas su merecido. Los orgullosos son lanzados a lo más profundo, donde son castigados a permanecer enterrados hasta el cuello en hielo y excremento, enmascarado el rostro por llamas de fuego. Los lujuriosos son atormentados por buitres que devoran incesantemente sus hígados inmortales, los cuales, pese a ser picoteados y destruidos, se regeneran; y muchos asquerosos cerdos, malolientes, los rodean lamiéndoles las bocas y los muslos. Los avaros y quienes han maltratado a padres, hermanos y servidores, y quienes sus riquezas no han querido compartir con sus parientes y amigos, y quienes han participado en guerras injustas y han engañado a sus señores, tienen ante ellos viandas regia y maravillosamente aderezadas, que Megera, sentada en un lecho lujoso, les veda con gran rigor. No acceden, pues, a esos manjares, que ellos desean con todo su corazón. Ella les da de beber, en grandes vasijas, oro fundido hirviente, que enseguida les fluye por la parte más baja del cuerpo. Los golosos se comen sus propios miembros, a dos carrillos, y se vomitan, y de nuevo los ingieren. Los iracundos, por su lado, corren de un lado para otro, como perros rabiosos, mientras se hieren a sí mismos y lastiman a los que los circundan. Los envidiosos, que están extremadamente delgados y demacrados, y cuya mirada es amarillenta y lacrimosa, expulsan veneno hediondo por la boca, que luego beben una y otra vez. Los perezosos están en sillas clavadas al suelo mediante tornillos largos y gruesos, y deben moverse todo el tiempo, porque un gran fuego les rodea, al tiempo que la nieve y el viento y el agua helada les azota la cara. »Por haber revelado secretos o por haber engañado, robado o asesinado a aquellos que habían confiado en ellos, otros hacen rodar incesantemente enormes rocas con sus cabezas. También los hay que giran sin tregua atados a grandes ruedas, porque fueron ambiciosos. Otros son aplastados por piedras gigantescasy gritan a voz en cuello: ‘¡Aprended a ser justos y a no menospreciar a Dios!’ Ahí están también los traidores a su patria; los que la vendieron a tiranos; los que promulgaron o retractaron leyes, estatutos u ordenaciones indebidamente, a cambio de dinero; y los que han yacido (carnalmente) con sus hijas o primas. Hay quienes, por su lado, vierten agua en vasijas sin fondo, de modo que se figuran que las van llenando, pero en verdad trabajan en vano; la causa es que desearon la muerte del prójimo, aunque no pudieron cumplir su deseo. Otros se mueven como locos, furiosos, entre carreras y griterío: son quienes, por lograr necias aspiraciones, mataron a sus vástagos. Los que, en vida, cegaron y maltrataron a sus hijos para complacer a las madrastras, están ahora ciegos, las cuencas vacías, y tienen ante sí mesas bien dispuestas con todo tipo de manjares: pero vienen las harpías, que son pájaros con cara de mujer y patas de gallo, para quitarles las viandas y ensuciar después las mesas. »Pero: ¿por qué dedicarle más tiempo a todo esto? Ten en cuenta que, aunque tuviéramos cien años para conversar sin pausa acerca de esta geografía, no podría explicarte todas las penas que sufren los condenados en el infierno.

Para saber másBiblioteca electrónica de NarpanWikipediaeditorial albarcinodvdediciones
El sueñoBernat MetgePrólogo y traducción de Jorge Carrión144 páginas10,00 euros

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas