Con un arzobispo que no sólo era el primado de España sino también su más rico prelado, cabía esperar que Toledo acogiera a un considerable número de clérigos.
No obstante, el censo de 1569 revela la facilidad con la que puede exagerarse hasta qué punto la ciudad estuvo en manos del clero.
Es obvio que su catedral era enorme; Hurtado de Toledo dice que empleaba a unas 600 personas, la mayoría de las cuales eran clérigos.
Por el contrario, Toledo tenía sólo 321 clérigos seculares, una cifra que representa menos del 1 por ciento de su población total .
En la ciudad había, sin embargo, alrededor de un clérigo por cada 38 vecinos, cifra considerablemente superior a la proporción de un clérigo por cada 100 vecinos que muchos obispos del siglo XVI consideraban ideal ?.
Es difícil encontrar cifras comparables en otras ciudades castellanas de la época, pero la proporción entre clérigos y vecinos era en Vallad olid de 1:70, exactamente la mitad que en Toledo, y en Sevilla de aproximadamente 1:80 .
En este aspecto, Toledo hacía honor a su reputación de ser la capital espiritual de España. La distribución de estos clérigos en las diferentes partes de la ciudad era, sin embargo, muy desigual.
Puede decirse como norma general que cuanto más grande fuera la parroquia, mayor era el número de clérigos. La máxima concentración se localizaba en San Pedro, una parroquia situada dentro de la Catedral, que alardeaba de tener no menos de 23 capellanías.
Con 415 vecinos, era una de las parroquias más pequeñas de Toledo, pero San Pedro era descrita como una «parroquia noble y de gentes de negocios y artes mecánicos poblada» .
Estos artesanos y mercaderes tenían no menos de 40 clérigos al servicio de sus necesidades espirituales, una proporción de exactamente uno por cada diez vecinos, cifra siete veces superior a la media de la ciudad. Mejor atendidos estaban aún los 126 vecinos que vivían en la muy pequeña pero extremadamente rica parroquia de San Salvador. Gracias en parte a cuatro beneficios y veinte capellanías, residían en la parroquia 30 clérigos, lo que arroja una proporción de 1:4 (!).
En comparación, los toledanos que vivían en los barrios más pobres y marginales tenían pocos clérigos a su inmediata disposición.
La peor situación era la de los 719 vecinos que vivían en la desparramada parroquia de San Isidoro, situada extramuros, en el extremo septentrional de la ciudad.
Un barrio conocido por sus hornos de cerámica en el que la mayoría de los vecinos, según Hurtado de Toledo, eran alfareros (Memorial, 529), pero donde sólo vivían cuatro clé- rigos, lo que representa una proporción clérigos/vecinos de 1:180, muy por encima de lo que se consideraba ideal.
Entre las demás parroquias pobres de la ciudad, la de Santiago mostraba una proporción de 1 clérigo por cada 158 vecinos y la de San Cebrián o (San Cipriano), habitada por curtidores, de 1:136. Parece, pues, que los toledanos pobres tenían que buscar por sí mismos su bienestar espiritual.
No puede extrañar que los residentes en estas mismas parroquias fueran los que corrieron más riesgos de ser encarcelados por el Santo Oficio de Toledo .
Richard L. Kagan Johns Hopkins University file:///D:/Documentos/Downloads/4682-15517-1-PB.pdf&version;
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Revista Cultura y Ocio
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