Revista Insólito

El cliente siempre tiene razón (a veces)

Publicado el 18 octubre 2013 por Cartas A 1985 @AntonCruces

La vida detrás de un mostrador da para mucho. El que atiende detrás de un mostrador es como una estrella de Hollywood, en serio. Da igual que uno tenga un mal día, que tenga al crío enfermo con cuarenta de fiebre o que padezca unas hemorroides del tamaño de la pieza larga de TENTE.

Tente-brick

Nada de eso importa. Uno ha de tatuarse la sonrisa en la cara nada más abrir el chiringuito y ser amable con los clientes que se acercan a la oficina.

He de reconocerlo amigos. A veces mantener esa actitud Disney durante ocho horas se torna harto complicado y es que, como observa el dicho popular:

La gente es la hostia.

(Así, en general. Después uno por uno solemos ser majos)

 Tipos de pelaje humano:

1) El campeón

Es el que llega pisando fuerte. Ya le ves venir. Te tira la carta casi a la cara, con desprecio y te suelta un: Certifícame esto chaval mientras mira el coche que tiene mal aparcado en la plaza de minusválidos.

Sé cuál es el punto débil del Pink Floyd este así que lo aplico:

─Tiene que cubrir este papel.

Le tiendo el papel y parece que tiene delante el MIR. Los ojos como platos y en su cara una mueca entre indignación y cabreo. Entre bufidos se aparta de la fila y se pone a intentar cubrirlo, tarea que se vaticina complicada. Cuando nuestro héroe se da cuenta que cubrir el impreso no es tan fácil como parece (para más información revisar aquí el post de la semana pasada) de su boca mana una frase sabia que acaba por conquistar las simpatías del resto de clientes, que ya están un poco hasta la coronilla de él:

─Con Franco no pasaba esto.

Yo pienso:  A ver Gordibola, con Franco no pasaba ¿el qué? Me dan ganas de llamar a la local para que te multe, pero seguramente ellos estarán ocupados haciendo el bien en otro lugar.

Al final lo mejor es intentar seguirles el rollo. Yo silbo el “Cara al sol” en cuanto entran para que no me den el coñazo. Estoy pensando en comprarme un bigote falso a lo “caudillo” para ponérmelo rápido en cuanto les vea entrar. Ya se sabe…camuflaje.

2) El famoso.

Este tipo es tan conocido que ni se pasa por la oficina a buscar sus cartas o paquetes. Simplemente llama por teléfono y esto es lo que ocurre:

Conversación real:

─Oficina postal dígame…

─¡Hola! Mira que te iba a decir…¿hay por ahí algún paquete para mí?

Cómo que para mí. ¿Quién es usted? En su casa será mas conocido que Jon Bon Jovi, pero “Para mí” en esta oficina no funciona. No me sale nada en el ordenador, a ver si me puede dar algún dato más.

Es que estoy esperando por uno y no da llegado y claro…mira por ahí  a ver.

Por ahí: Término de máxima precisión acuñado por los ingenieros de la NASA en los años 70. Usted imagínese que enchufa el GPS y la máquina le dice: Ahora siga todo recto y por ahí debe estar la salida…o no…yo que sé.

─Vale,,,y usted… ¿cómo se llama?

─ ¿Yo?

No, el acalde de Boston…

─Evaristo Jarsía Fervenza.

─¿Dónde vive usted?

─ ¿Yo?

Otra vez.

─Si. Usted

─Vivo aquí…aquí debajo de…

¿Aquí dónde joder? Que me está poniendo ya de los nervios. ¿Debajo de dónde? ¿De una seta? ¿Es usted un pitufo? ¿El pitufo desinformado?

─Aquí debajo del puente que pasa por ahí, en A Fraña 3A.

Así esta mejor amigo.

Esto ocurre en muchas ocasiones. Yo diría que semanalmente hay una de estas. La mejor medida para evitar este tipo de situaciones sería la reflexión post-llamada que solo se puede conseguir de la siguiente manera.

Conversación imaginaria:

─Oficina postal dígame…

─¡Hola! Mira que te iba a decir…¿hay por ahí algún paquete para mí?

─No.

─Vale jrasias.

Y andando que es gerundio.

3) El de: “Es mi señora”

Entra el señor de mediana edad en la oficina con el aviso en la mano. Me lo tiende y veo que la carta va dirigida a otra persona, a una mujer y que el aviso no está autorizado.

─Esto no es para usted, le tiene que autorizar Amalia para que se lo pueda entregar.

─Es mi mujer.

Enhorabuena, les deseo una larga vida de amor y convivencia y que mantengan relaciones sexuales de manera regular. 

─Ya, pero es que es una carta certificada que viene a su nombre y …

─¡Pero ella está en casa! ¡Dame eso hombre!

El buen hombre se empieza a calentar. No lo entiende. No comprende porque no le quiero dar la carta si es de su mujer.

─Le repito que no se lo puede dar. Le tiene que firmar ahí y me trae su DNI…

─¿Te digo el número?

Sí. El número Pi.

Nota mental: ¿Por qué el populacho no entiende que tenemos que ver el número? ¡Que no los conocemos de nada! 

─No. Me tiene que firmar y …

─Cajo na cona que te votou. ¡Pois non me deas!

Traducción para los no gallegos: Bueno hombre tranquilo. ¡Lo tendré en cuenta para la próxima!

4) La mofeta

Pero si hay un villano que acecha cuando menos te lo esperas ese es, sin duda, la mofeta. La gente cochina es lo peor. No es que huelan un poco mal. Hablamos de un olor tan denso que deja un rastro de costras a su paso. ¡Qué asco! ¿Cómo se puede llegar a ese punto? Da igual el sexo, afecta a hombres y mujeres por igual que desprenden una podredumbre total. Axilas y aliento se llevan la peor parte en este fétido concurso. Lo peor es la primera vez. Ese tío que entra por la puerta, se acerca y antes de que acabe de decir Buenos días tu ya tienes el desayuno subiendo por la faringe como un géiser. ¡No se puede oler tan mal coño! Lo hacen a posta. A lo mejor esta gente se revuelca en su vómito antes de salir a hacer los recados.

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En esos casos suelo tomar aire y me preparo para la inmersión sin bombona. Intentó hacer todo lo más rápido posible para que ese castigo acabe cuanto antes. Una vez prevenido de este tipo de personajes suelo comprar un ambientador para mejorar la  calidad del aire infectado que me ha dejado el orco de los cojones.

Perdón. Es que me caliento…

 El 98% de la población es (gracias a Dios) normal. Amable, simpática y comprensiva con los errores que uno pueda cometer. Esa es la verdad. El otro dos por ciento debería estar en el circo.

Aunque para ser sinceros ahora que ya se me ha acabado el contrato echo de menos hasta a la mofeta.

Voy a sacar la basura para paliar esta nostalgia.

¡Salud hermanos!


El cliente siempre tiene razón (a veces)

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