Muchos son los que forman parte de este club, pero para ser parte de él hay que cumplir con unos requisitos indispensables, estar hecho de una pasta especial y no dar nunca tu opinión sincera. A lo largo de mi corta existencia he venido observando a personas que hacen del peloteo su medio de vida, y otras que se rodean de éstas para que les bailen el agua y así aumentar su autoestima.
No son fruto de este siglo ni del anterior, es una “profesión” que viene de muy atrás. Hace unos cuantos siglos, los reyes sólo se rodeaban de personas que les dijeran a todo que sí.Los pelotas tienen muchos apelativos: aduladores, embelecadores, halagadores, lisonjeros, dora-píldoras, lameculos, chaqueteros, palmeros... y se caracterizan por aceptar cualquier opinión que venga de boca de la persona que ellos sienten que está por encima, se acomodan como garrapatas en la chepa de su admirado superior porque creen que así van a estar protegidos y, por lo tanto, van obtener los favores del jefe, director, profesor...con el mínimo esfuerzo. "Para que voy a estudiar tanto si haciéndole la pelota me pondrá sobresaliente". Crean una simbiosis perfecta, uno escucha lo que quiere oír y el otro dice lo que sabe que le va a gustar oír. En mi opinión el peloteo y el chivateo existe porque se fomenta, ya que, una de las grandes tentaciones del ser humano, es la de creernos los halagos de las personas que están bajo nuestro poder. Los niños pelotas, lo son, porque hay un profesor que se lo permite, es muy bueno tener un aliado -que carece de espíritu crítico- para cuando otros alumnos opinen diferente salga el pelota de turno a su favor, sin darse cuenta hasta donde están llegando a comprometerse con su sumisa actitud. Los licenciados Cum laude de este gran club de los pelotas son los que se ponen detrás del político de turno durante un mitin moviendo la cabeza de arriba abajo como un perrito, sin escuchar verdaderamente lo que está soltando por la boca el gran jefe o jefa, y cuando éste habla un poco más alto de lo normal "despiertan" y aplauden al unísono mostrando la blancura de sus dientes. A ellos les da igual como de corrupto o inepto sea su jefe mientras les mantenga en el poder. ¿A cuántos de estos hemos escuchado decir "yo por fulanito pongo la mano en el fuego"? Las unidades de grandes quemados no dan abasto.
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