No sé si son estrategias comerciales, dictadas bajo los parámetros del marketing y la publicidad, o bien estamos asistiendo a una involución, que pasa por poner en valor comportamientos y actitudes que creíamos superadas o, al menos, en vías de extinción. Sin embargo, lejos de avanzar, retrocedemos. Artuto Pérez Reverte llama “perfecto mierda” a Miguel Angel Moratinos por emocionarse en su despedida como ministro de Asuntos Exteriores y lejos de disculparse se muestra ufano y se jacta de haber sumado nuevas adhesiones en Twitter. “Si lo sé -dice- le insulto muchos antes“. Toda una lección de civismo.
Fernando Sánchez Dragó va aún más lejos y presume ante su amigo Albert Boadella, en un libro escrito al alimón, de haberse acostado en el año 1967 con dos jóvenes japonesas de 13 años de edad, a las que define “como unas lolitas, que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rimel, tacones,….”. Ante las críticas y la evidencia de que acostarse con menores es un delito, Sánchez Dragó intenta dar marcha atrás y se desdice en un mar de excusas, que sólo contribuyen a poner de manifiesto su talante y sus principios, o, mejor aún, la falta de ellos.
Claro que como no hay dos sin tres, aún está reciente el caso del alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, quien saludó el nombramiento de Leire Pajín como nueva ministra de Sanidad, afirmando que cuando ve “su cara y sus morritos, sólo piensa en una cosa,….”. Sus correlegionarios han mirado para otro lado y con toda seguridad, en privado, muchos habrán aplaudido a este nuevo machoman, que bien podría organizar un club con este nombre, en el que Pérez Reverte y Sánchez Dragó fueran vicepresidente y secretario general, respectivamente.
El primero considera que mostrar los sentimientos en público te convierte en “un perfecto mierda” y el segundo alardea de sus conquistas con menores, a las que llama ”muy putas“. No me sorprende que haya personas que piensen así, pero si me preocupa que “voceen” sus mensajes, presuman de ellos y aprovechen su tirón mediático para hacer proselitismo. No les niego el derecho a expresarse en libertad, pero si creo que las instituciones deberían impulsar un debate social para pactar un Código Ético, en virtud del cual empresas y organismos públicos, pero también privados, hagan patente su disconformidad con este discurso, de modo que Telemadrid no de cobijo a Sánchez Dragó, ni la Real Academia de la Lengua a Pérez Reverte. Por lo que respecta, a Léon de la Riva si no es el pleno de su Ayuntamiento el que le pone en su lugar, que sea la ciudadanía con su voto. Es sólo por pedagogía.