Revista Opinión
Mi primera pregunta fue así de directa:
-¿Cómo es que, con todas las sublimes personalidades aquí presentes, no está también Dios?-¿Dios? ¡Ah! Debes de referirte, sin duda, a mi jefe. ¿No es así? –Dijo San Pedro, a lo que yo asentí. Pues la verdad es que esa cuestión lleva tiempo escamándonos. Y es que, nos indigna en cierto modo el hecho de que, aunque llevamos invitándolo a la reunión desde su primera edición, nunca se ha dignado a hacer acto de presencia. Es más, yo, en mi desdichada necesidad, he llegado incluso a suplicarle que se personase ante nuestra compañía al menos en una ocasión. No obtuve respuesta. Parece que su omnipresencia no incluiría nuestro admirable encuentro milenario. Cosa que, huelga la aclaración, me resisto a creer.-Pero vuesas mercedes, –inquirí –como portador de las llaves del Cielo, lo habrán visto a menudo ¿verdad? Pues no puedo imaginármelo de otra manera.Respondió el Sereno Divino:-¿A menudo? ¡Qué más quisiera, querido contertulio! ¡Ni una sola vez ha asomado su presencia por aquellos lares! -¿Tampoco allí? –Pregunté.-Tampoco allí, hijo, tampoco allí…-Pero, –conjeturé –si las personas que se han salvado y han ido al Cielo van y encuentran que allí no está su Dios ¿Qué sentido tiene la promesa de la contemplación eterna del Altísimo?Me interrumpieron las ensordecedoras risotadas de los cinco allí presentes, tras las que san Pedro me contestó:
-Verás, hijo mío, pues este no es asunto vano. Resulta que se da un caso que no podemos dejar escapar. Y es que nadie ha ido jamás al Cielo.-¿¿¿Nadie??? –Pregunté. ¿Cómo puede ser que nadie se haya salvado? ¿¿Acaso no ha habido aún persona lo bastante digna de merecerlo??-No es ese el caso. Lo que pasa es que nuestro Queridísimo lleva muchas otras líneas de negocio, además de la nuestra.-Líneas de negocio… ¿Qué quiere decir?-Pues, por poner un ejemplo –aclaró San Pedro –el judaísmo y el islamismo, que son, junto a la nuestra, las grandes multinacionales; y otras menores, aunque también en crecimiento.Ante mi gran indignación, continué:-¿Osea que es el mismo para, al menos, todas las religiones monoteístas?-¿Religiones monoteístas? Bueno… Nosotros preferimos llamarlas líneas de negocio monopolistas; pero sí, creo que te refieres a lo mismo. Y, en efecto, es el jefe de muchas de ellas. No nos vengas ahora con lo de los paraísos fiscales (risas), porque tendríamos para rato.Volviendo al tema, le pregunté:-¿Pero, qué tiene que ver el hecho de que todas las religiones tengan el mismo “Jefe”, con que nadie se salve?-Pues verás –dijo Satán, que entraba de este modo en la conversación –como en realidad es un asunto muy simple. Nuestro Jefe tiene otras líneas de negocio; entre las que están, como ya ha señalado San Pedro, el judaísmo y el islamismo. El tema es que, el muy lerdo, ha prometido en todas ellas la salvación de sus inversores, por su fidelidad incondicional; y la condenación de los inversores de la competencia por los cargos de infidelidad financiera, tipificados como delito herético-trascendental. Y, como es evidente, nadie puede salvarse; porque ninguna persona es inversora de todas las líneas de negocio, pues se condenarían de igual modo por las maliciosas cláusulas accionariales sobre idolatría herético-financiera.
Continuará el próximo sábado 07 de diciembre