Primeros conceptos Superados los tradicionales tópicos que se refieren a coach como el anglicismo que define al tutor, entrenador, persona que ayuda al emprendedor, maestro, manager, compañero en el esfuerzo o conductor; el coach es uno de los protagonistas principales del proceso de coaching, que representa su cara más profesional y técnica y en quien recae la responsabilidad de plantear el desarrollo personal y profesional del coachee, de acompañarle en la determinación de sus objetivos y en el cumplimiento de su plan de acción.
Para muchos autores la leyenda tiene tanto peso como la Historia. Así consideran que han existido tres grandes coaches a lo largo de los siglos: Aristóteles (que lo fuera de Alejandro), Tomás Moro y Sigmund Freud. Otros autores añaden a esta breve lista a Cicerón, Maquiavelo, Montesquieu y Robert Schuman completando así la pléyade de los grandes coaches de la historia.
En épocas más recientes los nombres más emblemáticos de los supercoaches se identifican con el mundo de los deportes en Estados Unidos. Quizá el primer lugar sea para Don Shula quien en 1972 realizara con los Dolphins de Miami el año perfecto, o Phil Jackson, conocido como el “Maestro Zen”, que primero con los Chicago Bulls y luego con Los Ángeles Lakers obtuvo 10 anillos, de las 15 finales en las que compitió, aunque resulte igual de conocido por ser el coach de Michel Jordan. También en este pódium tiene un sitio Paul Bryant, apodado el” Observador” y creador de la metodología de los cinco pasos: recoger datos, procurar la retroinformación, preguntar, informar e instruir y reconocer.
No se pueden olvidar otros nombres como Tom Landy, el” Revolucionario”, desde los Vaqueros de Dallas, o Pat Riley, el que “Sabe renunciar” o Tomy Lasorda, la “Constancia,” (en el mundo del beisbol) cuya vida fue llevada a la gran pantalla en una inolvidable película interpretada por Al Pachino y Michelle Pfeiffer. Otra película mediática sería Coach Carter, dirigida por Thomas Carter e interpretada por Samuel L. Jackson, que en 1999 entrenando al equipo de baloncesto de Richmond, consiguió triunfos sonoros y sólidos, pero cerró la cancha y dejó a los jugadores sin partidos por sus bajos rendimientos académicos.
En el entorno empresarial destacan muchos coaches norteamericanos que han creado o desarrollado los diversos modelos del coaching organizacional: junto a los míticos Ken Blanchard y Chris Argirys, habría que citar a Jerry Gilley, Nathanid Boughhan, Matti Alahuhta y sobre todo Marshall Goldsmith, quienes se esforzaron por encontrar un camino profesional y excelente en el desarrollo de los coachees. En Latinoamérica, y al margen de los grandes maestros teórico-técnicos ya citados en esta obra, sobresalen coaches empresariales de éxito como Alex Marcel, famoso coach de directivos de multinacionales, Raúl Barreda, de gran éxito en México o Cecilia Bolocco de agitada vida personal y profesional. Quizás la figura más representativa sea el argentino, domiciliado actualmente en Colorado, Fredy Kofman, heredero de la mejor tradición científica y técnica del coaching. En Europa aparecen tres vertientes muy definidas en el coaching ejecutivo.
De un lado la tendencia humanista, de otro la relacionada con la visión estratégica hacia los resultados y la necesidad de encontrar soluciones concretas a los problemas. Se enfrentan la corriente centro-europea, con la inclinación anglófila personal y profesional y la orientación sistémica, sin que ninguna de las tres obtenga un claro triunfo. Nombres británicos como Peter Senge, o Christian Worth son tan representativos como Alexandre Gomeski en Rusia, Alain Cardon, en Francia, o Laura Guinterelli y Mike Piazza en Italia.
Finalmente cabe referenciar a los grandes coaches japoneses como Yatuka Ikeuchi, Takeshi Okada, Shinichiro Samari y, por encima de todos, Mikiyasu Tanaka.
En España los nombres más representativos del coaching ejecutivo han surgido en los últimos años. En algunos casos responden más a una visión teórico-científica (como ya se ha indicado en el capítulo I de esta obra) que a una posición empresarial y estratégica. Sin embargo no se puede considerar que el coaching ejecutivo esté al margen de la estrategia de la empresa o de la realidad cotidiana del puesto de trabajo, es un error en el que se incurre con frecuencia y que debe subsanarse urgentemente. Son coach reconocidos, desde esta perspectiva: Manuel Seijo, Fernando Bayón, Alicia Kaufmann, Javier Cantera, Ovidio Peñalver…
Cualidades, competencias y funciones
La actividad profesional del coach culmina cuando realiza el proceso. En cada proceso el coach actúa de una manera diferente, adaptándose a las necesidades que detecta, en dependencia directa de su relación con el coachee. No obstante esta realidad, cabría observar tendencias más o menos generalizadas en los comportamientos culturales de los coaches. En Estados Unidos el coach tiene una visión muy orientada a resultados, contrastando con la visión del humanismo europeo que se basa en el potencial humano y en la utilidad práctica. En Sudamérica sobresale el pseudo-psicoanálisis (el ser) y la gestión de las energías del coachee y Japón parece más enfocado hacia la re-estructuración de la personalidad orientada a mejorar la prestación del hombre.
Sea cual fuere la dirección, cada proceso es un reto para el coach. El coach se enfrenta irrenunciablemente a un enfoque profesional que le lleva a asumir su propia realidad basada en sus posibilidades.
- No todas las personas tienen las cualidades necesarias para ser coaches.
- No todas las personas con las cualidades precisas han desarrollado las competencias adecuadas o gestionan adecuadamente dichas
competencias.
- No todos los coaches que llevan a cabo procesos de coaching realizan las funciones imprescindibles para ello. La combinación de estos tres conceptos (cualidades, competencias y funciones) permite establecer una pirámide de valores considerando diez variables en cada caso.
En relación a las cualidades que deben reunirse en un coach, estas variables serán:
1. Coherencia. El coach debe ser coherente, es decir “hace lo que dice” y al tiempo sabe lo que puede y no puede hacer. Su coherencia está basada en la consciencia, en conocimiento personal y en la oferta generosa de su buen sentido, lo que le convierte en persona confiable y respetada.
2. Persona positiva. No se puede confundir con el optimismo. Se identifica con la posición activa y sobre todo entusiasta de su coachee y de los éxitos y avances conseguidos en el proceso, lo que le convierte en impulsor y le proporciona cualidades motivadoras.
3. Humildad. Esta cualidad se manifiesta en doble sentido. De una parte porque admite y reconoce sus errores y aprende de ellos y de otra, porque promete menos de lo que desempeña. Esta cualidad le proporciona compromiso y rentabilidad.
4. Observación. Imprescindible para conducir el crecimiento. Observar es apreciar el entorno, su influencia, el detalle y la expresión. Pero sobre todo es una actitud: “observar frente a sentirme observado” o tanto como “ser o estar” (comparación afortunada de Stendhal).
5. Integridad. Se utiliza frecuentemente la integridad como la antípoda de la corrupción, no en este supuesto. El coach íntegro es el que actúa sin dejarse influenciar por presiones ajenas, quien actúa como debe hacerlo, desde la perspectiva profesional y personal. Es respetuoso y guardián de la confidencialidad.
6. Comprensión. Ha de tener la facilidad de entender y aceptar a su coachee. Es su aliado y así lo debe manifestar. Convierte al coach en una persona tolerante porque no juzga. Que admite y no critica. Que reflexiona pero no le evalúa. Que acompaña.
7. Paciencia. Como reflejo de recibir todo lo que el coachee está vertiendo y a la vez reflejo de la espera que representa que el coachee encuentre por sí mismo su mejor vía de desarrollo. Representa la constancia, el peso de la certidumbre de alcanzar la meta antes o después. Benjamín Franklin advertía que quien tiene paciencia, obtendrá lo que desea.
8. Responsabilidad. Cualidad personal que permite hacer o ejecutar, con el conocimiento (profesional en este caso) de sus consecuencias y conclusiones. Una persona es responsable al asumir los efectos de sus actos y también al saber cómo, cuándo y hasta qué límite puede actuar. El coach ha de asumir su responsabilidad también como causante o razón de los actos emprendidos por el coachee. Es motor, iniciativa y fuente.
9. Experto. Entendido como persona formada, conocedor y con cualidad de seguir aprendiendo. Un coach resultará más efectivo cuanto más formado esté no solo en la práctica del coaching, sino en aquellos entornos personales y profesionales en los que el coaching se desarrolla.
10. Valentía. Emprender una acción es un acto de valentía, es la manifestación del querer hacer. Representa el esfuerzo por avanzar, para ir más allá, para conquistar. La valentía del coach le conduce a indagar más sobre el coachee, ofrecerle retos, proporcionarle nuevos caminos, animarle en sus objetivos y no conformarse con lo que se haya conseguido en cada momento.
Autor Fernando Bayón
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