Un caso extremo de parálisis ante la toma de decisiones es la de un hombre que tardó casi diez años en evaluar si compraba o no una computadora, pues siempre era posible que saliera una más nueva y actualizada el mes siguiente.
Se informaba de todos los avances de la tecnología para ser capaz de elegir la mejor y en esos años su vida se fue perfilando al margen de la informática, hasta que quedó por completo desconectado e incomunicado.
Pero no es único en esto: también conozco una mujer que a sus 42 me confesó que en toda su vida no había tomado ella una sola decisión importante.
Siempre dejó que otros lo hicieran, y ella, complaciente, les obedeció. Así su madre eligió la carrera y el novio adecuado para casarse. El novio decidió cómo, cuándo y dónde casarse y cuándo tener hijos.
Al marido le delegó las decisiones de las escuelas, el perro y el manejo de las finanzas.
Un profesor de la universidad la recomendó en la empresa en que trabaja desde que se graduó y hasta la señora que le hace la limpieza en casa es producto de la selección hecha por su hermana.
Así que el día en que la directora del área la envió a un proceso de coaching para mejorar sus habilidades de toma de decisiones, a la mujer casi le da un ataque. Porque le hablaban en chino. Sentía que le pedían peras al olmo.
¿Cuál había sido su estrategia para sobrevivir en las batallas organizacionales sin tomar decisiones?
Muy fácil: "Es que yo confío mucho en las personas y las empodero a que decidan. Mejor que lo hagan ellas, no yo". Y añadió algo aún más contundente: "Yo no sirvo para eso. A mí que me digan qué hacer para cuándo y listo, lo hago".
¿Sorprendido? La verdad es que esto sucede más frecuentemente de lo que pensamos los que sí estamos todo el tiempo tomando decisiones.
Seguramente cargamos con varias personas así sin siquiera percatarnos.
Nabeshima Naoshige (1537-1619), un guerrero samurái, dijo en su tiempo: "Cuando uno se lanza de manera displicente y sin vigor, siete de diez ocasiones terminarán mal. Un guerrero es alguien que toma decisiones con presteza." Y para tomar las decisiones con presteza se necesitan: determinación, voluntad y valor.
Pero que tampoco se te pase. Porque tenemos el polo opuesto, que ocupan los que yo llamo "guerreros vikingos" y de los que hablaré más en otra ocasión.
Ahora contaré sólo cómo la determinación al tomar decisiones sin el lapso de al menos siete respiraciones puede traer su costo.
El vikingo que traigo en mente era un europeo, director de una planta del área automotriz en México.
Un día, después de la comida, dos compatriotas de él se sintieron mal y fueron a decirle a su oficina que la comida estaba contaminada.
Sin más información que esa, tomó el teléfono, llamó al encargado del comedor, mandó cerrarlo y tirar toda la comida de los mil empleados, pues "estaba contaminada".
No hubo poder que lo hiciera desistir y dio orden de enviar una inspección sanitaria para garantizar la salud de todos.
El hecho de que curiosamente fueran los extranjeros quienes se pusieran mal con la comida en México no le dio suficiente información para hacerse ni una sola pregunta.
Que el resto de la planta se quedara sin comer y no hubiera más casos de "intoxicación", tampoco. Este hombre evidentemente confundía sus impulsos con la verdad.
Dice el Hagakure: "Es verdaderamente difícil tomar decisiones en estado de agitación. Por consiguiente, si uno se enfrenta a los problemas con la mente afilada como una navaja, siempre se encuentra la solución en menos tiempo del preciso para hacer siete respiraciones. Hay que considerar los problemas con calma y determinación."
Ante la tormenta ¿en quién te conviertes?
Autora [email protected] - www.sistemahagakure.com
Fuente http://noticias.terra.com.ar/el-coaching-y-la-determinacion-en-la-toma-de-decisiones,9033f9f7457fb0417cd04bb0186fa8d1lmcbRCRD.html