En efecto, este rey babilónico, dejó para la posteridad, lo que sería considerado uno de los primeros códigos en la historia que buscaban un cambio en la sociedad. Fue grabado en la denominada Estela de Hamurabi (que mide más de dos metros de altura), la cual fue reencontrada por la expedición del francés Jacques de Morgan, en la ciudad persa de Susa en 1901, ya que esta cultura se encargó de llevarla allí cuando invadió Babilonia. Actualmente el Código se encuentra en el Museo de Louvre, y como era de esperarse, fue traducido por primera vez a otra lengua, siendo el honrado, el idioma francés, lo que le permitió al mundo moderno, conocer acerca de su integridad. Hay que ser honestos en una cosa. El código Hamurabi no es el primero en su especie, pero sí destaca por tener otras innovaciones, como la severidad de las leyes, que ni el rey podía violar, o al menos en teoría, lo cual da a entender que el soberano babilónico pretendía un cambio en relación a la sociedad-poder estatal. Es decir no quería que los sacerdotes siguiesen controlando la vida civil, y además, que se utilicen vanos pretextos invocando a los dioses para tener el dominio de la nación.
El contenido del Código
Según cuenta la tradición, el rey Hamurabi recibió esta iluminación del dios del sol mesopotámico, Samash, aunque, claro está, eso sólo resulta ser un mito. Él trató de separar la alabancia a las divinidades, con la vida real y el modo en cómo debían ser organizadas las sociedades. En total fueron aprox. unas 280 leyes (faltan algunas), las cuales versan sobre distintos aspectos, incluido el sector económico.
Por ejemplo, respecto a este último ámbito, podemos señalar que Hamurabi dictaminó que los salarios debían variar, según el trabajo que la persona realice. Y por si fuera poco, en algunos casos como en los médicos, se debía hacer una consideración monetaria extra, la cual variaba dependiendo de si atendía un esclavo o un hombre libre. A propósito de esto, y pasando un tanto al aspecto social, las leyes de Hamurabi apuntaron a los tres grandes grupos de la sociedad babilónica de la época; la cual estaba dividida en tres grupos: los hombres libres que se llamaban awilum, los mushkenun, algo así como los esclavos que fueron liberados o que no son ni hombres libres ni tampoco vasallos y jugarían un papel intermedio; hasta llegar finalmente a los esclavos. Ahora bien, respecto a los delitos, merece casi todo un párrafo aparte.
Hamurabi y sus legisladores se encargaron de redactar todo un conjunto de leyes que abarquen los diversos crímenes cometidos, desde los más comunes como el robo, hasta los asesinatos, asaltos, violaciones, y cosas por el estilo, defendiendo el derecho de hombres, mujeres e hijos, que versaban sobre los matrimonios o los divorcios. Cada persona tenía un caso, y el trató de preverlos todos por separado. Inclusive, de las normas relacionadas con los crímenes, la tradición ha legado una popular frase célebre; nos estamos refiriendo a la Ley del Talión, la cual decía: “…según alguien haya hecho, así le será devuelto…”; “…ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal cual se le hará a él.”
El Código como es visto hoy
El descubrimiento de nuevos códigos, como el Códice de Ur Nammu, rey de Ur, y que data del año 2050, considerado el más antiguo de la historia, así como algunos que provienen de la cultura sumeria, han puesto en tela de juicio la originalidad con respecto a lo creado por Hamurabi. Además, y si bien el Código era de consulta pública, encontrándose a la vista y alcance de todos, esto no deja de resultar peculiar, pues el pueblo llano era analfabeto, lo cual genera una gran paradoja. Esto hace pensar a algunos historiadores que Hamurabi quería una reorganización de la sociedad y de las masas, para poder dirigir un país más “calmado y alejado del oscurantismo”, pero que no necesariamente atente contra el poder real, contra los escribas o la clase sacerdotal. De todas maneras, el Código de Hamurabi, es uno de los más conocidos en la historia, y así haya tomado sus bases de otros anteriores, resalta por su esfuerzo de pretender lograr la estabilidad moral y jurídica en una región y época, bastante caóticas.