El coleccionismo como tal ha existido desde que el hombre consideró un objeto valioso, de ahí que haya variado a lo largo de la historia pero siempre se ha tratado de una actividad que consiste en reunir, seleccionar y conservar un objeto por encima de su función primaria y el valor original, para simplemente, poseer algo singular y envidiable.
Hoy en día una obra se colecciona por el valor artístico, por su función, por el valor emocional y el motivo principal: por el instinto de posesión, inherente en el hombre, ya sea por móviles idealistas o económicos.
En la Prehistoria (sobre todo en el neolítico) se guardaban los objetos por su extrañeza, en cuanto a materiales, formas, colores tamaños... y siempre lo hacían en lugares recónditos y de difícil acceso. En este momento también se hacía como ajuar funerario y así esos objetos pasaban a tener un significado simbólico. Normalmente, los objetos que enterraban junto al difunto le habían pertenecido en vida.
Esto cambiará en Egipto y Mesopotamia, donde los que coleccionaban eran los más poderosos: monarcas, nobleza, sacerdotes... y aunque continuaban guardando todas esas colecciones de objetos preciosos en las tumbas, no eran tanto de carácter civil, sino más para el culto religioso.
Continuaban guardando esos objetos en los ajuares funerarios que como sabéis ocurría en las grandes pirámides egipcias, pero también en una cámara especial ubicada en los templos, llamada la cámara del tesoro. Esta cámara era de uso exclusivo para el rey o para el faraón y se usaba como una demostración de su poder y su prestigio.
Es en la época de la antigua Grecia cuando se toma importancia de la historicidad del objeto, es decir, ya no se colecciona tanto lo más valioso, sino lo más antiguo; al igual que se valorará al artista. Es a partir de Grecia cuando conocemos los primeros nombres de artistas de la Antigüedad (Lisipo, Praxíteles, Fidias...) y la moda imponía una serie de estereotipos muy queridos por la sociedad griega, véase: belleza, armonía, técnica y material (mármol y bronce sobretodo).
En éste ámbito el objetivo del coleccionismo era la ostentación del poder político y cultural, así pues, se podrían encontrar sus colecciones en los templos y en los palacios, en lugares de difícil acceso. Pero al contrario que en las civilizaciones anteriores, los coleccionistas griegos exponían sus obras una vez al año para que el pueblo pudiera admirar su poder.
Los romanos imitaron las prácticas griegas y lo hicieron de tal modo que aparece la figura de un personaje importante en la historia del Mercado del Arte: el marchante. Estos eran expertos en el arte griego y se encargaban de ser intermediarios en su compra/venta. De hecho, muchos artistas griegos fueron llamados a Roma con fin lucrativo y propagandístico, atraídos por el poder del imperio.
A parte del arte griego y extranjero, también tienen gran importancia las reliquias obtenidas en los expolios de guerra.
En Roma normalmente las obras estaban en manos privadas y se podían vender y exponer, es aquí cuando surge el fenómeno de la subasta que ha llegado hasta nuestros días (Etimológicamente, subasta viene del latín: sub hasta = bajo la lanza. Se vendía el botín de guerra en una plaza con permiso del emperador. Cuando alguien lo adquiría colocaban la lanza sobre el botín).
Por último, en la Edad Media, época de cambios y muy extensa, se da a las obras un carácter pedagógico y religioso, con significado interno. Pasará a ser un arte funcional, internacional y didáctico.
En esta época los grandes coleccionistas serán los reyes, los altos dignatarios y los sacerdotes. Controlarán y gestionarán las formas y los medios para hacer el arte.
La nobleza, la aristocracia y el clero coleccionaban porque estos objetos representaban lo que no vemos, el más allá; el poder y el prestigio. Esto último es lo que dará lugar al coleccionismo acumulativo, es decir, cuanto más grande sea la colección y mejor calidad tengan los objetos, más prestigio y poder tendrá el coleccionista.
Con la llegada del gótico y la vida urbana, surge la burguesía que quiere imitar a la nobleza, así que se dedicará a comprar objetos decorativos para sus casas y objetos que se puedan transportar y mostrar. Coleccionarán objetos sobre todo religiosos (reliquias, amuletos...) pero también objetos "paganos" como joyas, vajillas y maravillas o maraviglias (se trataba de objetos peculiares, que en aquél entonces se consideraban extraños: huesos de dinosaurios, cráneos, etc...).
En la Edad Media se guardaban los objetos en las cámaras del tesoro, heredado del tesoro de Grecia. En este caso serán más grandes y con más prestigio porque el mayor beneficiario de estas colecciones era Dios por su carácter simbólico. De todos modos, seguirán siendo de carácter privados y sólo lo exponen al público en ocasiones especiales. En el ámbito real se acumulaba en los palacios, en salas dedicadas a esos objetos coleccionables.
En la próxima entrada continuaré contando cómo se vivía el coleccionismo en la Edad Moderna (Renacimiento y Barroco), en la Edad Contemporánea y en la actualidad.