Los Pink Floyd de Syd Barret nunca tuvieron rival, aunque la memoria de los tiempos, mediados de los sesenta, se presente como una nebulosa. El viaje sin retorno del gran Syd se encontraba en su punto álgido, a medio camino entre Arnold Lane y Emily, incluso antes de la edición del primer disco. Luego, los tripis, la presión ambiental, el genio de Syd, las trifulcas internas y las nuevas miras del grupo cambiaron los acontecimientos, pero ahí quedó la cosa, en un carrusel lisérgico, un espectáculo de luces, imágenes y comunión por el rock de cámara que tanto influyó a generaciones posteriores.
Leído en Efe Eme: " Los Pink Floyd de Syd Barrett actuaron en Estocolmo el 10 septiembre de 1967, en un local llamado Cirkeln Gyllene. El concierto fue grabado, incluida la prueba de sonido, y ha sido descubierto recientemente.
El Cirkeln Gyllene sigue abierto, y sus dueños ofrecerán dos audiciones de la grabación los días 3 y 7 de mayo, coincidiendo con la actuación en Estocolmo de Roger Waters.
Según informa la prensa sueca, la grabación se hizo “con micrófonos profesionales en una grabadora Revox, y se cree que es el único ejemplo completo de un concierto de 1967” de Pink Floyd. ¿Para cuándo el disco?"
Todo se andará. Para conocer mejor los entresijos de la trascendental etapa de Pink Floyd y comprender el antes y el después de Barret, el inmenso ego de Waters o el talento difuso de Gilmour, conviene leer "La odisea de Pink Floyd", de Nicholas Schaffner, editorial Ma Non Troppo.