Tengo que admitir una cosa: yo nunca había leído un libro de Terry Pratchett. Sí, sabía quién era (vivo en Calahorra, que tiene sus cadencias, pero tampoco es una cueva), también había oído hablar de Mundodisco, pero nunca había leído nada de él. Con la triste noticia de su muerte, hablamos de él en casa y, por algún extraño motivo, teníamos la primera novela de Mundodisco, El color de la magia, así que acabé leyéndolo.
Bueno, por cierto, tenemos la teoría de que el libro surgió de algún coleccionable de estos que infestan los quioscos en septiembre, aunque prefiero pensar que surgió de la nada y me estaba esperando, xD. Vale, vale, me dejo de chorradas y voy con la reseña de El color de la magia.
El Mundodisco es un mundo plano que descansa sobre cuatro elefantes que, a su vez, se encuentran a lomos de la tortuga Gran A'tuin, que recorre el espacio. Mundodisco es un lugar peculiar lleno de magia, héroes, grupos de asesinos y ladrones y personajes de todo tipo, además de una alta tasa de mortalidad que tiene a la Muerte muy ocupada.
En medio de todo esto tenemos a Dosflores, el primer turista del Mundodisco, que ha dejado su agradable hogar para conocer héroes, vivir aventuras y ver peleas de taberna. Dosflores llega acompañado de un baúl cargado de oro, miles de patitas y una personalidad psicópata que sigue y protege a su dueño con mucho ahínco. Dosflores se acaba cruzando con Rincewind, un mago tan fracasado que sólo conoce un hechizo que no puede realizar porque no sabe cuál es y sus efectos podrían ser catastróficos, a quien arrastra en sus disparatadas aventuras por todo Mundodisco.
Esta primera entrega está dividida en cuatro historias cortas protagonizadas por el peculiar equipo que forman Rincewind, Dosflores y su Equipaje, siendo ellos el hilo conductor de cuatro disparatadas desventuras, que tienen como propósito el explorar por primera vez el curioso Mundodisco. En su camino, nuestros héroes (por llamarlos de alguna manera) se tropezarán con todo tipo de personajes y de situaciones de lo más absurdas.
La verdad es que El color de la magia es un libro bastante peculiar, que no sé muy bien cómo definirlo, aunque me ha gustado mucho y estoy deseando leer otras entregas de Mundodisco (según he leído, en esta saga puedes leer el libro que te apetezca cuando quieras, en vez de llevar un orden). Me ha parecido muy divertido y también muy original y me ha bastado un libro para declararme fan incondicional de la Muerte, que molaba mogollón. En serio, es muy, muy grande, yo me moría cada vez que aparecía persiguiendo a Rincewind.
También Rincewind me ha gustado mucho, ese mago tan sumamente desastroso que sólo conoce un hechizo y que se niega a pronunciarlo, por mucho que el hechizo intente salir cada dos por tres de sus labios. Rincewind es un desastre, es también un cobarde de mucho cuidado y codicioso y práctico y acaba viéndose arrastrado a todo tipo de locuras gracias a Dosflores, que no se achanta ante nada y parece atraer el caos y le pueden las ganas de ver el mundo a la sensatez. De hecho, estos dos hacen un gran dúo de personajes, aunque si algo me ha gustado ha sido ese Equipaje psicópata que les va siguiendo con sus cientos de patitas.
En lo que respecta a las distintas aventuras que conforman El color de la magia, las cuatro son de lo más dispares, aunque igual de divertidas. Sirven muy bien como presentación del Mundodisco y permite ir haciéndose una idea de cómo funcionan las cosas ahí e ir aprendiendo nociones generales sobre el mismo.
Eso sí, creo que el principio de la novela te deja muy descolocado y cuesta empezar a leerlo, aunque no tardas en meterte de lleno en la historia. Como ya he dicho, El color de la magia es una novela bastante curiosa, por no decir directamente que es bastante rara. Sin embargo, sí que creo que cumple bastante bien como introducción y es tan absurda que no puedes evitar reírte un montón con toda la panda de zumbados que la protagonizan.
Vamos, que estoy deseando leer más entregas (y, por suerte, me he pillado las tres siguientes, yey =D).
El próximo lunes literario estará dedicado a... La noche del jaguar de Nalini Singh.