Título: El color de los sueños
Autora: Ruta Sepetys
Editorial: Maeva
Año de publicación: 2013
Páginas: 318
ISBN: 9788415893004
Descubrí
a Ruta Sepetys hace ya más de tres años, en
diciembre de 2011, con su primera novela, Entre tonos de gris. Y aunque he tardado
más de lo que me hubiese gustado, en cuanto el año pasado publicó su segundo
libro, El color de los sueños,
supe que antes o después lo leería. Y por fin le ha llegado su
turno. Es una obra que me ha encantado, aunque no ha sido lo que me
esperaba. No he encontrado tanta dureza o crueldad, pero sí las
mismas dosis de injusticia y, sobre todo, de esperanza y ganas de vivir,
de luchar y de salir adelante.
Empecé
el libro el sábado 27 de diciembre y lo terminé al día siguiente.
Devoré las primeras 200 páginas en el hospital, mientras acompañaba
a mi madre en la sala de espera de urgencias. Por suerte no era nada
grave. Pero aun así nos pasamos allí cinco horas en las que el
libro me vino de maravilla para desconectar, relajarme y huir del
aburrimiento y la desesperación.
Casi
sin darme cuenta la historia me había atrapado sin que tuviese
escapatoria. Una historia que nos traslada al Barrio Francés de
Nueva Orleans en la década de 1950. Es la zona más pobre de la
ciudad, la más decadente, la más baja, en todos los sentidos. Es la
zona en la que manda la mafia, con mafiosos como Cincinnati o
Marcello y todos sus sicarios, que imponen la ley del silencio. Ver,
oír y callar.
Allí
conocemos a su protagonista, Josie Moraine, a quien todos llaman Jo.
Es una joven de 17 años que vive en la misma librería en la que
trabaja. El propietario de la librería es Charlie, un escritor ya
anciano, que sufre demencia senil y que transmite lástima, pero
también muchísima ternura y ganas de cuidarle y protegerle. Eso es
precisamente lo que hace Patrick, su hijo, quien ahora se ocupa del
negocio familiar.
Patrick
y Jo son compañeros de trabajo, pero también amigos, cómplices,
confidentes. Los dos comparten su pasión por los libros, porque para
los dos, como para cualquiera de nosotros, no son solo cultura o
entretenimiento. Son amigos fieles, que siempre están ahí y nunca
nos fallan y que nos ayudan a sobrevivir al día a día y la rutina,
a huir de los problemas y las preocupaciones y que son el mejor
refugio, la mejor tabla de salvación cuando las cosas se tuercen. Me
ha encantado su juego para intentar adivinar qué género va a pedir
cada cliente que entra en la librería.
Pero
ese no es el único trabajo de Jo. Cada mañana limpia el burdel en
el que su madre, Louise, se prostituye. La relación entre Jo y
Louise nunca ha sido buena. Ni mala. Directamente no existe. Louise
es inmadura, infantil y, por encima de todo, egoísta. Lo único que
le importa es ella misma y los hombres y, cuanto más dinero tengan,
mejor. No tiene dos dedos de frente, es fácilmente manipulable y
jamás se ha preocupado por su hija. Es un personaje que me ha caído
mal desde el principio y, aunque pensé que debía darle una
oportunidad, que conforme avanzase en la lectura cambiaría a mejor,
no ha sido así. Todo lo contrario, mi odio hacia ella crecía a cada
página.
Por
suerte Jo tiene a Willie, que es como una segunda madre para ella. Es
la propietaria del burdel. Una anciana de armas tomar, luchadora,
valiente, sin pelos en la lengua y dispuesta a todo con tal de
defender su negocio y a sus sobrinas, como todo el mundo llama a las
prostitutas que trabajan para ella. Es directa, sincera, nada de
hipocresías. Le he cogido mucho cariño y me ha caído de maravilla
a lo largo de toda la novela, más cuanto más la conocía.
Jo
es la mano derecha de Willie, cuenta con su total confianza. Lo mismo
que Cokie, su chófer, un mulato bonachón y cariñoso que siente
muchísimo aprecio por Jo, a quien intentará ayudar por todos los
medios. Es fiel, servicial y, sobre todo, un pedazo de pan.
La
vida de Jo no ha sido fácil. Todo lo contrario. Es dura, muy dura,
demasiado cruel e injusta. Pero ella no se rinde. Sabe que se merece
algo mejor y quiere marcharse de Nueva Orleans. No renuncia a su
sueño de ir a la universidad y si puede ser a la de Smith, mejor que
mejor. Sueña con ser una joven de la alta sociedad, o por lo menos
de un poquito más de clase que lo que tiene ahora. Como su amiga
Charlotte Lockwell y toda su familia. Tan ricos y rodeados de lujo
como prepotentes y superficiales.
A
Jo le encantaría pertenecer a ese mundo, pero sabe que no es el
suyo. Ella no encaja ahí. Porque no es un canapé, tan solo un
cacahuete salado. Por eso se entiende a las mil maravillas con Jesse,
el motero, el chico malo del barrio, aunque solo sea por fuera,
porque en realidad es un buenazo tan tierno, sensible y soñador como
el que más.
Todos
estos y muchos más son los personajes de esta novela coral. Y todos
ellos son la familia de Jo. Sus amigos, pero también mucho más. Le
protegen, le cuidan, le ayudan e intentan que sus sueños se hagan
realidad. Porque muchas veces, demasiadas por desgracia, la familia,
la de sangre, es como si no existiera y hay que buscarla en otras
personas que con apoyo, cariño, lealtad, confianza y amistad se
convierten en una auténtica familia. Y eso es precisamente lo que le
ocurre a Jo.
Y
a todos nos gustaría formar parte de esta familia. Porque todos sus
miembros son entrañables, inolvidables y es imposible no quererles.
Personajes a los que se les coge muchísimo cariño porque son como
nosotros. Humanos, cercanos, vulnerables, ríen, lloran, sufren,
sueñan, aman.
Es
una novela que sin duda os recomiendo. La he disfrutado muchísimo.
Es de esas historias que enganchan y atrapan desde el principio y,
sobre todo, se sienten, porque nos llegan muy adentro. Además lo
tiene todo: amistad, amor, asesinatos, libros y, cómo no, sueños.
Solo me queda animaros a que descubráis por vosotros mismos de qué
color son.
Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.