Mi padre tomó asiento, escupió en el suelo y con un gesto de la cabeza me pidió que me acercara. Yo tenía entonces dieciséis años. Me habló de carrerillas, como si se hubiera preparado el pequeño discurso en los tres minutos anteriores, sin dejarme apenas contestarle de otra manera que no fuera con dos monosílabos o con un brusco asentimiento de la barbilla, que yo notaba tensa y acartonada. -- Escúchame. No quiero que vuelvas a replicarle a tu madre, no quiero que le hables de malas maneras. Cuando te pida que hagas algo, lo haces y punto, ¿vale? Sea lo que sea, pienses que lleva razón o no la lleva. Obedeces y punto. ¿Entendido? -- Sí, papá. -- A tu hermana mayor no la cabrees con tus bromas pesadas. Se hace mujer y hay cosas que no se les deben decir a las chicas, menos si es tu hermana. Tú estás ahí para apoyarla, para ayudarla y para defenderla. Eres un hombre. Y porque te haces hombre, ni mijita de pegarte con tu hermano pequeño, ¡ni mijita! -- Yo no... -- Es más pequeño que tú. Lo mismo vale para el resto de tus compañeros. Tú eres fuerte y grande, has salido a mí. Aprende que si te enfrentas con alguien más débil que tú, no eres sino un cobarde, porque te aprovechas vilmente de tu ventaja. Lo mismo, si te enfrentas a alguien que te es superior, aún es peor, porque entonces en vez de cobarde serás estúpido, ya que te zurrará de lo lindo. No quiero que seas cobarde. No quiero que seas estúpido. ¿Tú me entiendes? -- Yo... -- Si tienes que enfrentarte a alguien, busca que sea tu igual. No vale aprovecharse como un rastrero ni dejarse machacar como un idiota. En igualdad de condiciones, la suerte será quien decida, como casi todo en esta puñetera vida, o al menos tendrás más ocasiones de decidir tú. ¿Tú te enteras? -- Sí, papá... --Y estudia. Cuando vuelva a casa mañana o pasado mañana, voy a repasarte los deberes personalmente. Ya sé que no sé leer, pero tu hermana me ayudará a corregirte. Sé sumar y restar y multiplicar. Voy a estar más pendiente tuya, ¿te enteras?, voy a preocuparme a partir de ahora de que estudies más y no hagas el holgazán en la calle, siempre con esos amigos de malas pintas, siempre metiéndote en líos, siempre volviendo a casa con un ojo hinchado o un diente de menos o la cara hecha un derribo. Todo eso se acaba, ¿vale?, todo eso afuera ya. Vas a estudiar más. ¿Lo coges? -- Sí, lo cojo... Volvió a escupir y me miró con los ojillos entrecerrados, jadeante. -- No eres mal chico, pero vas descaminado y no voy a dejar que te tuerzas. Mírame. No pienso permitir que tú también te descarriles. ¿Quieres acaso acabar igual que yo? ¿Quieres ser como tu padre, un...? -- Yo quiero ser como tú, papá. Yo quiero... -- No vas a ser como yo, idiota. A partir de mañana, van a cambiar muchas cosas. A partir de mañana, te voy a convertir en un hombre de provecho. Eres inteligente. Y lee. Lee mucho. Leer es bueno. Leer te enseña el mundo, te hace conocer a las personas, yo siempre quise leer, yo siempre... yo siempre he sido un burro que... -- ¡Papá...! -- Yo siempre quise ser como esos hombres que compran su periódico cuando salen del trabajo, y se sientan en el sofá de la salita y leen cosas de política, de deportes, de países. O hacen crucigramas. O miran la cartelera... O tienen en su casa un mueble con algunos libros que leen cuando es domingo, y meten un papelito dentro para recordar por la página que van. Yo siempre quise saber leer. -- Papá... Yo voy a enseñarte a leer. -- Venga, nada de lloriqueos. Me enseñarás a leer. Tendremos libros en casa. Los dos vamos a hacernos verdaderos hombres a partir de mañana. Porque quiero que seas un hombre de verdad, no quiero que seas como yo, chico. No quiero que seas como yo. No quiero que seas como yo, entérate. -- Yo... Papá se puso de pié. Era grande como un coloso. Su cuerpo y cada uno de sus músculos brillaban bajo los focos. Con una mano me pasó un guante por la cabeza, alborotándome el pelo, y con la otra se encasquetó el protector en los dientes. Se golpeó un puño contra el otro y se dió la vuelta. En ese momento sonó la campana y papá avanzó hacia el centro, con dos zancadas impresionantes. Es la última imagen que recuerdo de él.