Alexis retó al matón a un combate en cuanto se apuntó a las clases de karate. En su imaginación, ya se veía dando patadas en pleno salto y haciendo artes marciales como una profesional, como en las películas. No obstante, tras dar un par de clases, comenzó a entrarle el pánico. Todo era muy medido, muy complicado y muy lento. Además, el sensei no paraba de insistir en que debían evitar pelear fuera del dojo en la medida de lo posible.
Conforme se acercaba el día del combate, Alexis se sintió más y más nerviosa, hasta que dejó de soñar con dar patadas en el aire y comenzó a pensar en cómo diablos iba a evitar que le dieran una paliza. Pero ni siquiera eso consiguió cuando llegó el momento: desde que empezaron el combate, por cada golpe que paraba gracias al karate, recibía tres o cuatro.
Sin embargo, meses después, cuando echaba la vista atrás, no se arrepentía de haber sido vergonzosamente derrotada en el combate. El matón le había dado tal paliza que, cuando los adultos llegaron e intervinieron, se le cayó el pelo. No tenía ni idea de qué clase de castigos le habían impuesto, pero desde entonces había dejado de acosar a todo el mundo y se respiraba mejor en el instituto.
Aun así, no dejó el karate. No es que pensara en pedirle la revancha, pero pensaba que, si seguía mejorando y el matón decidía que quería un nuevo combate, a lo mejor podía llegar a parar todos los golpes. O, quién sabía, hasta dar alguna patada en el aire.
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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia