Revista Economía

El comercio de barrio y las reparaciones caseras

Publicado el 18 julio 2016 por David Lopez

Estaba yo el viernes durmiendo tan a gusto, cuando mi mujer me despertó a eso de las 6.30 de la mañana dando voces:

-. ¡Qué no hay agua caliente!¡qué me he tenido que duchar con agua fría!¡Qué…

Intento desperezarme mientras continua el chaparrón de gritos de mi mujer.

-. Pues habrá que llamar para que lo arreglen, o comprar uno nuevo que este ya tiene 9 años…

Mientras me preparo un café a mi mujer le ha dado tiempo a buscar termos en el móvil gracias a la magia de internet

-. Uno nuevo sólo cuesta 150 euros y habrá que llamar para que lo instalen y, ¿qué hacemos con el viejo?

Hasta entonces sólo había oído frases sueltas del discurso de mi mujer, pero en cuanto oí que la broma me iba a costar más de 150 euros empecé a prestarle toda mi atención. Poco a poco convencí a mi mujer de intentar reparar el termo antes de comprar uno nuevo. Después de todo el termo es una máquina sencilla, sólo pueden estar fallando el termostato o las resistencias. Además es verano y podemos pasar unos días duchándonos con agua fría.

Yo, ingenuo de mí, pensaba que sería fácil conseguir repuestos en el barrio. Después de todo, tiene que haber bastantes termos en el barrio, lo que debería crear una demanda de repuestos. Para ir preparado y que no me tangaran comprobé el precio de los repuestos en internet, 20 euros el termostato y 15 cada resistencia. Bien, desarmo las resistencias mientras desayunan los niños y para cuando salíamos de casa camino del campamento urbano ya tenía un plan:

  1. Dejar a los niños en el campamento
  2. Acercarme a una ferretería, pedir prestado un multímetro, y comprobar las resistencias
  3. Si las resistencias están rotas comprar otras y si no, comprar un termostato

En mi imaginación el plan era perfecto pero la realidad es obstinada y estaba dispuesta a mostrarme lo absurdas e ingenuas que eran mis ideas. Total, que me acerco a una ferretería  y les cuento mi problema. Allí, muy amablemente, me responden que ellos no tienen ese tipo de repuestos y que todos los multímetros que tienen están precintados para su venta.  Si quiero uno lo tengo que comprar. Les respondo que no me interesa comprarlo y, sin perder un ápice de optimismo, pregunto si saben dónde puedo encontrar resistencias y termostatos.  Me indican donde tiene la lonja un fontanero y me dicen que si me doy prisa igual le pillo.

Salgo corriendo de la ferretería. Llego a la lonja, llamo y allí está el fontanero. Le comento que estoy sin agua caliente. El Hombre me responde:

-. Un termostato cuesta unos 20 euros, pero, ufff, si son las resistencias casi mejor que compres un termo nuevo.

Observo que tiene tres termos expuestos para su venta y, perdiendo parte de mi ingenuidad, empiezo a sospechar que quiere colocarme uno. Le enseño las resistencias y le pregunto si puede comprobarlas para asi saber que repuesto tengo que comprarle. El tipo disimula y hace como que busca su multímetro. En menos de un minuto se vuelve hacia mí y dice:

-. ¡Ay! Es que ahora no sé dónde he puesto el multímetro. Si eso, me dices donde es y me acerco esta tarde.

Ambos sabemos que cuesta menos de un minuto comprobar las resistencias con un multímetro, que si las resistencias están bien entonces lo que falla es el termostato, y que compraré el repuesto que necesite en función de lo que esté averiado.

También sabemos que el desplazamiento de un fontanero son 30 euros, que la mano de obra son otros 30 euros por hora como mínimo y que también le gana algo a los repuestos.

Sólo yo sé a qué fontanero no voy a llamar la próxima vez que necesite uno.

Vaya, que este tipo quería sangrarme 100 o 150 euros cuando en el peor de los casos tendría que gastar 35 euros (30 por dos resistencias más 5 de gastos de envío). Antes de rendirme visité otra ferretería y una tienda de suministros sanitarios con resultados parecidos. En la primera me intentaron vender un multímetro y en la tienda de suministros, me dieron el teléfono de una empresa de repuestos que, a lo mejor tiene o a lo mejor no.

Total, que volví a casa sin una solución después de perder una hora dando vueltas por el barrio. Una vez en casa, investigando con más calma, dí con un video en internet donde explicaban que algunos termostatos tienen una protección que los desarma si la temperatura del agua es demasiado alta. Compruebo mi termo y ¡bingo!, el termostato está desarmado.  Lo rearmo con un pequeño destornillador, enchufo de nuevo y ¡magia! ¡el termo vuelve a funcionar!

Luego descubrí que si el termostato se desarma suele ser porque hay depósitos de cal en el tanque. Así que tendré que abrir el tanque y comprobar si hay cal. Además, ya que abro, aprovecharé para cambiar el ánodo de sacrificio de magnesio. Vaya, que todavía me queda trabajo con el termo.

De esta aventurilla he aprendido dos cosas:

  1. Que las prisas son malas consejeras. Si en lugar de querer resolver el problema a la carrera hubiese dedicado algo de tiempo a revisar el termo con calma, habría visto que el termostato estaba desarmado y me hubiese ahorrado una hora de paseo por el barrio.
  2. Que los comerciantes de mi barrio están más interesados en vender, en sacarme dinero que en ayudarme o proporcionar una solución. Y es una pena, si los comercios de barrio quieren sobrevivir tienen que aportarnos algún valor a los vecinos, el beneficio economico debería ser un efecto colateral de esa ayuda, de esas soluciones que sólo ellos pueden aportar. Si se limitan a vender están pérdidos, hay multinacionales que se dedican a eso, lo hacen mejor, más rápido y más barato.

Yo, de momento, el ánodo de repuesto lo voy a encargar por internet directamente, que no estoy dispuesto a perder el tiempo dando vueltas como una peonza por el barrio otra vez.


El comercio de barrio y las reparaciones caseras

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