Revista Cultura y Ocio

El comienzo de No va más (novela inédita de Federico Poli)

Publicado el 12 abril 2013 por Poli @FIPoli27
Tal vez este sea el comienzo de una novela que terminé hace tiempo (¿cuándo se termina de escribir un texto?) pero cuyo principio agregué hace unos días. Una novela que busca ser editada y que, espero, algún día lo sea. Una novela en busca de un editor, que está ya en buenas manos, de la que ofrezco una puntita. Espero que los provoque.El comienzo de No va más (novela inédita de Federico Poli)
Ahora, Quique, recién ahora me doy cuenta de que nunca supe quién en verdad eras. Ni por qué te busqué así. Ansiosamente. Una vez ya muerto, cuando no podía encontrarte. Y hablar, Quique, de todo lo que teníamos que hablar. Una mierda, como la vida misma.¿Qué hago ahora, Quique? Tus detractores dirán que es una más de tus canalladas. Esos, los que te envidiaron, básicamente, siempre todo. O los que cagaste, todos cagamos a alguien en la vida, ¿no? A veces sin darnos cuenta, otras, sin poder evitarlo.¿Por qué corriste tanto? ¿Si volvieras a vivir harías lo mismo? Qué estupidez, si volvieras a vivir, porque no fuiste Dios, Quique, aunque algunos creyeran que lo desafiabas cuando jugabas a la ruleta.  ¿A qué escapabas? ¿Detrás de qué ibas? Leí mucho sobre jugadores, ¿sabés, Quique? Buceé hasta en el psicoanálisis. Me gustó eso que decía uno, algo así como que la repetición, aparentando ser fortuita, lleva a los jugadores inexorablemente al mismo lugar: la pérdida total. Satisfacer la pasión no les genera placer sino sufrimiento y autodestrucción. Y ese goce se acerca a Tánatos y la pulsión de muerte. ¿Vos qué creés? ¿Son todas giladas o es así? ¿Sabés todas las cosas que, en estos meses, escuché decir sobre vos, Quique? Te hubiera gustado ser invisible y escucharlos. Preparate porque no las vas a poder creer.Que siempre le pareciste muy sobrio, inteligente, un tipo meritorio porque te habías hecho de abajo, me dijo Miguel Blanco, el hijo de tu socio en MACO. Que habías sido el capitán de un barco, una lancha o, tal vez,  un bote, me dijo Roberto, tu amigo de los últimos años. Que creé que fuiste una buena persona que, en muchas cosas, obraste mal, me dijo tu sobrino Daniel. Que fuiste un tipo que jugaste, que jugaste a todo o nada, me dijo tu hermano Lito. Que fuiste egoista, que con los asados te gratificabas vos, dijo mi madre Luisa. Y Roberto agregó, que amén de que te pudieran gustar, con los asados vos transmitías una imagen de Don Corleone. Que toda la suerte en la vida fue casarte con Beba y conocerlo a Sonstein, dijo Marita, la amiga de tu mujer. No sólo eso, agregó que fuiste un gran cagador disimulado, que te hacías el manso, el bueno, hablabas con ritmo folklórico, que te hacías el Atahualpa Yupanqui. Que te recuerda como un gran tipo, que fuiste excesivamente generoso, una cosa no muy común para alguien de la posición económica a la que llegaste vos en la época de esplendor, dijo tu sobrino Daniel. Que eras jodido con la guita, la querías toda para vos, dijo Renato, tu compañero de casino. Que fuiste una persona con muchos claroscuros y que en el único lugar en el que te sentías vivo era frente a una mesa de ruleta, escribió tu secretaria Julia. Y agregó que fuiste generoso con algunas personas arbitrariamente y totalmente indiferente con otras. Que garcaste a un hermano, lo garcaste, me dijo Renato. Que mucha gente cree que te aprovechaste del dinero de la familia de Beba y de MACO pero que no fue así, que vos fuiste quién la hizo, dijo la prima de Beba, Mónica. Que eras un líder, un tipo que tenía una personalidad avasallante, que estabas todo el tiempo proponiendo cosas y no aceptabas que te dijeran que no, dijo Alicia, la hija de Leonor. Que el recuerdo que tiene de vos es bárbaro, un hijo de puta macanudo, con tu picardía, tu tramoya: un grande, me dijo Emilio, tu ex yerno. Que te recuerda con muchísimo cariño, como un tipo bueno, amable, gentil, jamás un exabrupto, ni nada, una imagen espectacular, dijo Rodolfo, tu gerente en Segunda Mano. Que eras amigo de lo sencillo y de lo magnífico y que tu final tuvo la complejidad de toda tu historia, dijo Mónica. Que fuiste un jugador, un cazador y un seductor durante toda tu vida, no solamente en la mesa de ruleta o cazando un puma o seduciendo a una mujer, dijo Julia.  Que piensa que fuiste una mala persona, alguien que le roba a una pobre vieja para jugar, ¿adivinó dijo lo dijo? Sí, acertaste, Marita. Que lo ayudaste incondicionalmente pero que se sentía unido a vos por cuestiones que pasaban más por lo místico, la poesía, la música, dijo Daniel¡Qué ensalada, Quique! No esperabas que muchos dijeran lo que dijeron, ¿no? De otros, lo descartabas ¿Qué hubieras dicho vos de ellos? Si ellos ya no estuvieran y vos sí. No, no lo digas. Somos así, Quique, todos. ¿Cómo saber quién fuiste después de escuchar todo eso? Pero yo también tuve una vivencia junto a vos y, sin embargo, recién al final supe quién eras.Pará, escuchá esto que me pasó. Uno siempre es uno mismo, pero no, en este sueño, yo soy vos. Es muy raro, Quique, pero prestame un minuto de atención.El lugar es siempre el mismo, es la sala VIP del Casino de  Mar del Plata, la sala en que, se diría, empecé a jugar, a jugar en serio.El que indefectiblemente está es Rosenberg, a mi lado, con la mirada impasible. No me dice nada, apuesta conmigo, al doce apostamos. La veo sentada, cerca de nosotros, a una de las jovencitas del Teatro de Revistas que en una época acompañaba a Rosenberg al casino. Después la veo de pie, es una mina morocha, con grandes curvas, alta, grandota. Yo estoy solo. Ganamos varias vueltas, siempre con el veintisiete. Cuento mentalmente lo que debemos tener en fichas, algo más de un millón cada uno. Veo por ahí a otros conocidos, un tipo mayor que siempre viste un saco azul con un escudo marinero y un pañuelo rojo salido del bolsillo delantero. Le hago una seña con la cabeza a Rosenberg como que ya está bien. Él me dice que juguemos la última, si ganamos... Nos va bien y salimos del Casino. Tenemos dos palos cada uno.Después aparecen Beba y las chicas en una fiesta. Beba es joven, como la conocí en el  Ministerio, está vestida como en esa época; Sandi y Victoria están como ahora, Cecilia mucho más chiquita. Cuando me ven, cuando nos encontramos en un gran jardín en el que hay un asador bien grande, me abrazan, contentas. No sé cómo pero saben que gané. Hablamos de la fiesta, de la gente que está, me dicen que me estaban esperando todos: Sonstein, Lito, Tito Ventura, Tincho Godoy, Luisa... Les digo: “vieron que tenía que seguir, recuperé gran parte”. “Por eso, ahora no vayas más, ya está bien”, me dice Beba. Me quito el saco y me acerco en mangas de camisa a la parrilla a hacer el asado. Les doy choripanes a algunos que se acercan, mientras yo me tomo un  Familia Bianchi y me como los mejores pedazos de un vacío, mientras espero que se termine de hacer. No sé de dónde sale Rosenberg que me hace una seña para que lo acompañe. Me lleva a una sala que nadie había visto en la que, en el medio, hay una ruleta. Hay mucha gente y mucho humo, de los cigarrillos, supongo. Aparece de nuevo el tipo mayor con el saco azul y el pañuelo rojo que nos saluda, cómplice. La mina del Teatro de Revistas,  casi en bolas, se acerca a hablar con Rosenberg. Cambiamos parte de la guita que habíamos ganado. Empezamos a jugar, perdiendo. Yo voy solo y cambio todo lo que nos queda. Lo apostamos todo en una mano y lo perdemos. Rosenberg me pide el resto, le explico que no queda nada del dinero que habíamos ganado. Me dice de pedir prestado, que tenemos que recuperarnos. No puedo creer que lo hayamos perdido todo de nuevo. Me siento muy angustiado. Ahí es cuando me despierto. Con pequeñas modificaciones, Quique, el sueño es siempre el mismo. ¿Te das cuenta?Blog del autor del libro de cuentos "Historias fugaces de hombres y mujeres".

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