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¿Cómo sé si el comportamiento de mi hijo es normal?
Los padres con frecuencia tenemos dificultad para diferenciar entre las variaciones en el comportamiento normal y los verdaderos problemas de conducta. En realidad, la diferencia entre comportamiento normal y anormal no siempre está clara; generalmente es más bien una cuestión de grado o expectativa. A menudo una línea fina divide el comportamiento normal del anormal, en parte debido a que "normal" depende del nivel de desarrollo del niño, lo que puede variar enormemente entre niños de la misma edad. Además, el desarrollo puede no ser parejo, con el desarrollo social del niño atrás del crecimiento intelectual, o vice versa. Además, el comportamiento "normal" en parte es determinado por el contexto en el que ocurre; es decir, por la situación y tiempo particular, así como por los valores y expectativas propias de la familia del niño y los antecedentes culturales y sociales, así para lo que para unos padres podría resultar absolutamente normal que sus hijos salten sobre camas y sofás para otros no lo es.
Comprender el progreso único del desarrollo de nuestros hijos es necesario para interpretar, aceptar o adaptar su comportamiento (y el nuestro). Recordemos que los niños tienen grandes variaciones individuales de temperamento, desarrollo y comportamiento.
Tres tipos de comportamiento
En este articulo diferenciaremos tres tipos básicos de comportamiento según lo que aceptamos o no en términos generales que pueden resultarnos útiles para saber aquello que es "normal" de aquello de lo que no lo es.
- Comportamientos deseados y aprobados. Pueden incluir hacer tareas escolares, ser amable y ayudar en la casa. Estas acciones reciben halagos libre y fácilmente.
- Otros comportamientos no son castigados pero se toleran bajo ciertas condiciones, tales como en momentos de enfermedad (de un padre o un hijo) o de tensión (por ejemplo, un traslado, o el nacimiento de un nuevo hermano). Esta clase de comportamiento puede incluir no ayudar en la casa, comportamiento regresivo (como el hablar igual a un bebé), o ser excesivamente egoísta.
- Por último, existen otro tipo de comportamientos que no pueden ni deben ser tolerados ni reforzados. Entre ellas se encuentran:
- acciones que son dañinas al bienestar físico, emocional o social de nuestro hijo, otros miembros de la familia u otras personas;
- comportamientos que pueden interferir con el desarrollo intelectual del niño. Incluso pueden ser prohibidas por la ley, la ética, la religión o la conciencia social.
- Pueden incluir comportamiento muy agresivo o destructivo, racismo aparente o prejuicio, robo, absentismo escolar, fumar o abuso de sustancias, faltas en la escuela o una rivalidad intensa con sus hermanos.
- Estos son los comportamientos que son considerados como no "normales", que pueden representar un problema grave de conducta de nuestro hijo y que debería ser tratado por un profesional de la salud mental infantil.
¿Qué función juega nuestra respuesta ante estos comportamientos?
Nuestras propias respuestas como padre están guiadas por el hecho de que veamos el comportamiento como un problema. Frecuentemente, los padres interpretamos o reaccionamos en exceso a pequeños cambios, normales, a corto plazo, en el comportamiento de nuestros hijos. En el otro extremo, otros padres pueden ignorar o minimizar un problema grave. Otros podrían buscar respuestas rápidas y simples para lo que son, en realidad, problemas complejos. Todas estas respuestas pueden crear dificultades o prolongar el tiempo para llegar a una resolución.
El comportamiento que los padres toleramos, pasamos por alto o consideramos razonable difiere de una familia a otra. Algunas de estas diferencias provienen de nuestra experiencia como hijos, ya que algunos padres podrían haber tenido unos padres muy estrictos o permisivos y las expectativas que tienen de sus hijos por consiguiente, son las mismas. Otro comportamiento se considera un problema cuando los padres sentimos que la gente nos está juzgando por el comportamiento de nuestros hijos; esto conlleva a una respuesta inconsistente de los padres, quienes podemos tolerar en el hogar el comportamiento que nos avergüenza en público. Grave error, ya que confundimos a nuestros hijos.
El temperamento, estado de ánimo habitual y las presiones diarias propias de los padres también influyen en la manera de interpretar la conducta del niño. Los padres permisivos pueden aceptar una gama más amplia de comportamientos como algo normal y etiquetar algo como un problema de una manera más lenta, mientras que los padres que por naturaleza son más severos actúan más rápidamente para disciplinar a sus hijos. Los padres deprimidos o los padres que tienen dificultades maritales o financieras son menos propensos a tolerar mucha flexibilidad en la conducta de sus hijos. Los padres generalmente difieren entre sí en sus propios antecedentes y preferencias personales, dando lugar a diferentes tipos de crianza que influirán en el comportamiento y desarrollo del niño.
Cuando no hay respuesta
Cuando el comportamiento de los niños es complejo y difícil, algunos padres encuentran razones para no responder.
Por ejemplo, los padres pueden:
- racionalizar a menudo ("No es mi culpa"),
- desesperar ("¿Por qué a mi?"),
- desear que se vaya ("Los niños crecen y superan estos problemas de todas maneras"),
- negar ("Realmente no hay problema"),
- dudar de si deben tomar acción ("Puedo herir sus sentimientos"),
- evitar ("No quise enfrentar su enojo")
- o tiener miedo al rechazo ("Ya no me querrá").
El pediatra puede ayudarnos
Si nos preocupa por el comportamiento o desarrollo de nuestro hijo, o si no estamos seguros de cómo uno afecta el otro, debemos consultar a nuestro pediatra tan pronto sea posible, aunque solo sea para asegurarse de que el comportamiento y desarrollo de nuestro hijo esta dentro del rango normal.
- Fuente
- AskthePed: School Age