Una prueba más de que habría que efectuar un análisis psicológico a los futuros cargos públicos, si no queremos que además de unos cuantos corruptos, tengamos también algún que otro loco, entre los representantes ciudadanos.
El concejal García Mora de Força Masquefa de la villa de Masquefa (Barcelona) ayer, colocó una bandera española en una baranda del edificio del Ayuntamiento, sin permiso. Seguidamente se metió en su furgoneta a esperar para ver si alguien se atrevía a descolgarla. Fue entonces cuando el anterior concejal de urbanismo y un anciano del lugar fueron a desatarla.
Ni corto ni perezoso, el concejal García Mora –en la anterior legislatura había sido concejal por el PP, que le debió echar por derechoso— arrancó su furgoneta y arremetió contra los dos vecinos que trataban de llevarse la bandera. Y cuando los había atropellado, salió y con el mismo palo de la bandera trató de agredirlos, lo que fue impedido por los testigos del hecho.
A esto nos lleva ese fundamentalismo españolista, capaz de cualquier cosa con tal de defender una bandera, que ni tan siquiera era institucional pues la había puesto, por propia volutad, el agresor.
Hay gente para la que un trapo, llámese bandera o como se llame, vale más que la vida de dos personas. Hoy el ex-concejal se encuentra hospitalizado con fracturas de tibia y peroné que requerirán operaciones quirúrgicas, mientras que el agresor se encuentra en la calle, acusado de delito de lesiones.
Este individuo criminal era conocido por su agresividad y su “patriotismo exacerbado”. Ya se había peleado con varios concejales y le habían expulsado del pleno en tres ocasiones. Hoy, ha quedado demostrado que hay ciertas ideologías y ciertas personas, las que atentan contra los demás, que no pueden tener cabida en una democracia. Ahora ha sido este concejal de un pueblo de 9000 habitantes, pero mañana puede ser alguno de los “Albiol” o de los “Anglada”, sin que este Estado de derecho haga nada por prohibir partidos xenófobos y/o totalitarios. Cuando ocurra otra desgracia volverán a lamentarlo, sin mover un dedo.
Es hora de que entre las reglas de convivencia haya una que no permita intervenir en los asuntos públicos a gentes como Anglada, Albiol o este concejal. Si no, tendremos constantes motivos para lamentarlo.
Salud y República