Leopold von Ranke
Tras los ilustrados, la historia tomará un cambio de rumbo con Leopold von Ranke (1795-1886), quien se apropió de las palabras de Tácito Sine ira et studio para fundamentar su concepción de la historia, que no era otra que ésta debía ser mostrada tal y como sucedió, y el historiador debía ser un mero “comunicador”, en una búsqueda constante de la objetividad. Por otro lado, podríamos afirmar que, para Ranke, el acontecimiento histórico es un hecho individual e irrepetible, despojando a la historia de un sistema teórico que explicara su evolución y, por ende, obviando el concepto de “ciencia histórica”. La negación de unas pautas comunes que conformen una evolución histórica es justificada por Ranke en la figura de Dios, sacralizando la historia de manera que cada acontecimiento histórico no se relaciona con otro de manera horizontal, si no que cada uno responde a la voluntad de Dios, de ahí su carácter individual y la ausencia de un método científico. Dicho pensamiento, será la fuente de la que beberá el Historicismo alemán, en el que podremos enmarcar, entre otros, a Wilhelm Dilthey (1833-1911), quien trataría a la historia como una “ciencia del espíritu”, separándola de las ciencias naturales, dado que para él, la historia sólo puede ser interpretada y comprendida, nunca explicada mediante métodos científicos.El historicismo sufrirá una fuerte crisis como método de la mano del materialismo histórico de Karl Marx (1818-1883) y de las aportaciones en sociología de Herbert Spencer (1820-1903). Ambos rechazan el método individualizador que propone el historicismo. Mientras Marx supone progreso en la historia reflejado en la sucesión de modos de producción y, por tanto, que existe una relación entre los periodos históricos basada, al menos, en la economía, rehuyendo de lo singular del acontecimiento, Spencer aplicó en la sociología las teorías evolucionistas de Darwin, señalando que toda sociedad evoluciona ganando en complejidad, de lo que se deduce una periodización de las sociedades lineal y progresiva.Busto de August Comte
La idea de progreso y el intento de construir la sociedad humana serían la base de lo que hoy conocemos como positivismo, corriente representada por Auguste Comte (1798-1857) y John Stuart Mill (1806-1873), quienes engarzaban estas ideas rechazando toda noción a priori, aceptando que el conocimiento debía derivar de la experiencia, gracias a la cual ya podríamos elaborar teorías sobre los fenómenos históricos y conocer su estructura y evolución. De esta manera, podríamos afirmar que dotarían a la historia de una metodología con carácter científico, en la que primaría el hecho documentado sobre la interpretación. No obstante, ya en el siglo XX, el positivismo tendría sus detractores, encabezados por Charles A. Beard (1874-1948) y la New History norteamericana, quien no tardó en calificarlo como un “mero coleccionador de hechos”, acumulando una gran cantidad documental pero sin capacidad de síntesis interpretativa. Su concepto de Historia se basaba en la búsqueda de razones socioeconómicas para explicar los acontecimientos históricos.Por otro lado, en Francia nacería la Escuela de Annales, cuyos fundadores fueron Marc Bloch (1886-1944) y Lucien Febvre (1878-1956). Esta tomaría una postura crítica con el historicismo, atacando su culto al hecho histórico y el enfoque exclusivamente político, y con el positivismo, al que exige no sólo el estudio del pasado, sino ofrecer una historia al servicio del presente. La Escuela de Annales consideraría la Historia como una ciencia con un sistema teórico propio, capaz de abarcar de manera equitativa aspectos tanto políticos, como económicos, sociales o filosóficos y utilizando una metodología relacionada con otras ciencias, como la Geografía o la Antropología.Rafael Altamira y Crevea
En España, el historiador Rafael Altamira (1866-1951) se ubicaría del lado de los franceses, rechazando el estudio de lo individual en una apuesta sin concesiones por la composición histórica, ampliándola más allá de la historia política y militar. Además, se mostraría crítico con el materialismo histórico propuesto por el marxismo, acusándolo de economicista y simplista, al atribuir al factor económico ser el motor del cambio en la Historia. Esta idea de Historia sufriría intentos de despojarle de sus cualidades científicas y provendrían de campos ajenos a la misma. El filósofo Karl Popper (1902-1994) sostendría que la Historia carece de capacidad para enunciar generalizaciones teóricas, y que sólo puede atender a acontecimientos aislados, por lo que carece de método científico. Popper va más allá incluso, aseverando que ni tan siquiera podríamos hablar de una historia del pasado, puesto que todo son interpretaciones históricas, y que estas varían con el paso del tiempo. Del mismo modo, en los años ochenta del siglo XX, el politólogo neoconservador Francis Fukuyama (1952) llegaría a anunciar la "muerte de la historia", apoyándose en que la historia de las ideologías acabaría cuando todos los países asumieran el sistema democrático liberal, una vez cayera por su propio peso el sistema comunista. Evidentemente, el fracaso del capitalismo en algunas partes del mundo quitó la razón a Fukuyama y se la dio a sus opositores. Entonces, cabría preguntarse cual sería el "sujeto histórico", hacia que dirección tenderá la Historia y si es cierto que nos hallamos en el "principio del fin" de la misma, un otoño de la Historia, emulando a John Huizinga en su obra El otoño de la Edad Media, o si veremos como sigue su cauce hacia un nuevo paradigma histórico.Bibliografía:
Carrera Ares, J.J. Razón de Historia. Estudios de Historiografía. Ed. Marcial Pons, Madrid, 2001.
Fontana, J. Historia. Análisis del Pasado y Proyecto Social. Ed. Crítica, Barcelona, 1982.