Madrid, 17 de junio de 2012. Estadio Santiago Bernabéu. Unas 60.000 personas esperan impacientes hasta que a las 21:30 hacen su aparición en el escenario los miembros de la E Street Band, seguidos por Bruce Springsteen, que saluda al público con un "¡Hola Madrid! Hola España!" y ya tiene al estadio entero en el bolsillo.
El concierto empieza con un clásico, Badlands, que consigue que el público se anime a bailar al ritmo de la canción. Le sigue No Surrender, y después vienen tres de los temas que forman parte del decimoséptimo y muy recomendable disco de The Boss, Wrecking Ball, que da nombre a esta gira. El espíritu crítico, la resistencia y la fuerza frente a la adversidad que Springsteen defiende en sus canciones quedan bien presentes en We Take Care of Our Own, Wrecking Ball y Death to My Home Town, cantos contra la actual crisis económica que mezclan el mejor rock con tintes de la música folk irlandesa. Un poco más tarde, Springsteen dedica unas palabras de apoyo y ánimo acerca de la crisis española, sabe lo mal que lo estamos pasando y nos asegura que está con nosotros, para justo después arrancar con la más calmada Jack of All Trades, también de su nuevo álbum.
El ambiente se va animando cada vez más y todos los miembros de la E Street Band brillan con fuerza en la poderosa Murder Incorporated. Las ganas de fiesta aumentan con la divertida versión de Talk to Me, en la que se les une el cantante Southside Johnny. Durante las siguientes cuatro canciones, Spanish Eyes, Working on the Highway, Shackled and Drawn y Waiting on a Sunny Day, Springsteen se vuelca con el público y demuestra estar en plena forma, saluda a los fans, les da la mano, regala púas, se pone una corbata y unas gafas de sol que lanzan al escenario y hasta invita a subir a un niño del público a cantar con él. Impresionante. Con The River llega uno de los momentos más emotivos de la noche, cuando The Boss dedica esta emblemática canción a Nacho, un joven admirador suyo fallecido poco antes del concierto.
Una animada versión de Because the Night y la más reciente We're Alive dan paso a Thunder Road, canción mítica donde las haya; es increíble escucharla en vivo. Ni los miembros de la banda ni The Boss se toman un solo segundo de descanso en toda su actuación, y después de Rocky Ground comienza la traca final. Born in the USA y Born to Run hacen que todo el estadio se ponga a bailar y aclamar a Springsteen, quien no da muestra de cansancio alguna, no para quieto en el escenario, baila con los cámaras y el personal de seguridad en Hungry Heart, se sube al piano, se salta las vallas para saludar al público, les deja tocar su mítica guitarra Fender e invita a subir al escenario a una chica y coge en brazos a una niña durante la genial Dancing in the Dark.
Parece que el concierto ha llegado a su fin, The Boss finge estar cansado y dice que no al público, que le pide al unísono que toque alguna otra canción. Los integrantes de la E Street Band le animan, y Bruce Springsteen vuelve a sorprender con 10th Avenue Freeze-Out, canción en la que, cuando habla de "Big Man", aprovecha para rendir un sentido homenaje a Clarence Clemons, el legendario saxofonista de la banda tristemente fallecido hace un año. Pero el concierto no termina aquí. Para despedirse, The Boss y la E Street Band dedican al público una impresionante y enérgica versión de la fabulosa Twist n' Shout, que nos deja a todos con muy buenas vibraciones al terminar el concierto.
Tras cuatro horas de concierto y 32 canciones, todos los asistentes coincidimos en que ha sido una actuación inolvidable y en la inmejorable forma en que se mantiene El Jefe de la música rock, capaz de asombrarnos con su nuevo trabajo a la vez que revive sus grandes clásicos, dándolo todo en el escenario y preocupándose de que el público se lo pase bien en todo momento. Por mi parte, sin duda ha sido el mejor concierto al que he tenido la oportunidad de ir y uno de los mayores espectáculos que jamás he presenciado.