Revista Cine

El conjuro 2: el caso Enfield

Publicado el 11 junio 2016 por Diezmartinez
El conjuro 2: el caso EnfieldNo me había dado cuenta hasta que, al empezar a escribir estas líneas, revisé la ficha técnica de El conjuro 2: el caso Enfield (The Conjuring 2, EU, 2016). Mi sorpresa fue que la secuela de la exitosísima cinta de horror del 2013 dirigida por el disparejo especialista James Wan (Saw: Juego macabro/2004, El títere/2007, La noche del demonio/2010 y su respectiva secuela/2013) se extiende más allá de las dos horas de duración: 133 minutos, para ser exactos. Y, la verdad, no sentí el tiempo pasar.Habla bien de Wan y de todo su equipo –especialmente de su dinámico cinefótografo Don Burguess y del extendido y talentoso reparto- que la película funcione tan bien, por más que muchas de las virtudes de El conjuro original han desaparecido. Si la cinta del 2013 era un regreso al cine de espantos a la antigüita –un triunfo de la atmósfera, de las caracterizaciones creíbles y, sobre todo, del horror sostenido en un buen manejo de la iluminación y en un eficaz diseño sonoro-, en la secuela toda sutileza se ha tirado por la borda. El conjuro 2 es una desbordada película de horror, tan repleta de sustos que llega el momento que algunos de ellos no funcionan –aunque sí entretienen.Poco después de investigar el famoso caso de El horror de Amytiville(Rosenberg, 1979), el matrimonio formado por los valientes e incansables demonólogos Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) viajan a Inglaterra a fines de los 70, con la intención de corroborar si cierto caso de posesión satánica es cierta o nomás pura faramalla creada por una niña muy imaginativa.Desde el inicio del filme, nosotros como espectadores sabemos que la familia Hodgson –la mamá divorciada Peggy (Frances O’Connor, cual hermana gemela de la Barbara Hershey de El Ente/1982) y sus cuatro hijos, especialmente la niña Janet (Madison Wolfe)- dice la verdad. En su destartalada casa ubicada en un barrio pobretón de Enfield, Inglaterra, empiezan a suceder cosas inexplicables: Janet ve el fantasma de un anciano malhumorado que le dice que esta es su casa, su hermanito tartamudo Billy (Benjamin Haigh) ve cómo los juguetes empiezan a moverse por sí mismos, Peggy presencia como los muebles se mueven a voluntad y hasta un par de policías salen despavoridos cuando ven que una silla va de un lado para el otro sin que nadie la manipule… Entran a escena los infaltables tabloides británicos, el “poltergeist” de Enfield se vuelve famoso en todo el país y aquí es cuando aparecen los Warren para salvar el día.El conjuro 2 es compulsivamente visible porque Wan ha sido capaz de mezclar con eficacia varios elementos, a saber, un espléndido diseño de producción al que no se le escapa ningún detalle de época –ese poster de David Soul, por ejemplo- ni la reproducción de las dificultades económicas de una familia en crisis; una cuidadosa dirección de actores que logra transmitir lo mismo un genuino rapport matrimonial entre Wilson y Farmiga, que la alienación que siente la poseída Janet de Miss Wolfe o las razones personales que llevan a cierto parapsicólogo (Simon McBurney) a investigar el caso Hodgson; y, last but not least, la indudable capacidad de los realizadores para asustarnos y emocionarnos una y otra vez, hasta llegar a ese melodramático y desbordado desenlace que no es digno de la elegancia ni del clasicismo de la primera película pero que, de todas formas, resulta culposamente entretenido

Volver a la Portada de Logo Paperblog