Llega por fin una de las películas más esperadas de la temporada y con razón. Un director de lujo, Ridley Scott; un reparto d ensueño, Brad Pitt, Michael Fassbender, Cameron Diaz, Penélope Cruz y Javier Bardem; un reconocido escrito, reconvertido por primera vez en guionista, Cormac McCarthy (adaptado ya en varias ocasiones y, próximamente, por James Franco en Child of God) y unos exteriores impresionantes, América (Texas, Utah y California), Inglaterra, Alicante, Murcia y el parque natural de las Bardenas Reales en Navarra.Una película que no podía contar con más alicientes y que, sin embargo, me temo no va a satisfacer a nadie, salvo a los Ferraris amarillos (explicación más abajo). Bajo la sencilla apariencia de un film fronterizo, un abogado tentado por la avaricia y un cartel de narcos que no poseen ningún sentido del humor, Ridley Scott, apoyado por su guionista, se lanza más bien a la reflexión filosófica sobre el mal, su origen y sus consecuencias. Tema que no ha abandonado en toda su filmografía.Intercalando escenas de lo mejor de las películas de acción y debates de club filosófico (léase, sobre la temperatura de la verdad), los aficionados a la acción la encontrarán incomprensible y, los amantes de Hannah Arendt, incongruente.Todo comienza debajo de unas sábanas blancas (lo único puro de la película) y bajo ellas, Penélope Cruz y Michael Fassbender confirmando un amor eterno (error, puesto que lo único eterno en la actualidad son los productos financieros). Picado por el virus del más es mejor, el consejero del título, encarnado por Fassbender, decide jugársela sólo una vez para incrementar el pastón, que se ve que ya disfruta. Mala decisión.Enredado en los trapicheos de Javier Bardem, el actor más odiado por los peluqueros, y manipulado por su perversa y felina amante, Cameron Diaz, exxxpectacular, exxxtraordinaria y exxxcéntrica, en un papel de mala mujer, como no se veían hace tiempo en pantalla, el pobre consejero acabará tan mal como los niños que no acaban la merienda. Castigado y a la cama… quizás, por la eternidad. La última añada de Ridley Scott puede que se conserve mejor de lo que, a primera vista, parece. En cualquier caso, personalmente, pasé un excelente momento, sumergido en una estética de los años 80, que hace falta mucho valor para defender, y ante la crítica más clarividente, ácida y pesimista de la sociedad actual.Y además la película tiene el mérito de contener dos escenas antológicas: por el lado thanatos, la muerte más atroz, y del lado de eros, el amor sin límites que Cameron Diaz profesa a los Ferraris. Su silueta felina y su performance sexual automovilística se alza al primer lugar de la lista de los momentos más calientes, excesivos y ardientes del año cinematográfico.