El gerente de una compañía local de seguros médicos en apuros recurrió a una consultora para que le ayudara a poner en práctica algunas iniciativas para evitar la quiebra de la empresa.
Después de varias semanas de trabajo de campo, reuniones con todos los profesionales, encargados, responsables y personal administrativo, el consultor le entregó un informe con sólo dos apartados: visión y situación de partida. Ni una sola propuesta.
Al ver el informe, el gerente inmediatamente convocó, preocupado, al consultor. '¿Leyó el informe?'. 'Sí, claro, por eso le llamo'. '¿Qué le pareció la visión de la empresa?' 'No sé, no lo leí'. 'Y de la situación de partida, ¿qué me dice?' 'Mire, Fernández, le soy franco, tampoco lo leí. Me fuí directamente a buscar las soluciones, pero mi sorpresa es que ¡no propone ninguna! ¿Porqué?', preguntó, enojado. 'No le puedo dar la solución a su empresa'. '¡Me está diciendo que no me va a ayudar a sacar ésto adelante?' 'Yo no le dije eso...' '¡DESPEDIDO, Fernández!, váyase, por favor'.
Al día siguiente, más calmado, el gerente comenzó a leer el informe. Y se puso manos a la obra.
Al cabo de un par de años, ambos se encontraron casualmente en un congreso de directivos. '¿Qué fue de tu empresa?' 'No se lo creerá, pero la sacamos adelante, sin su ayuda'. 'Claro que me lo creo'. '¿Pero no me dijo que no tenía solución?' 'No exactamente. Yo le ayudé a ver en qué punto estaba su empresa, y el lugar en el mapa donde ésta quería ir. Ustedes eligieron el camino y el ritmo de andadura. Yo no podía decirles lo que ustedes tenían que hacer'.